Capítulo 3

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—Igual que no se crea que eso se iba a quedar así, tarde o temprano algo le haría para fastidiarlo, —pensé limpiándome la cara y una sonrisa se me dibujo en mi rostro.

—El niño Matthew ya está hecho un hombre, aún recuerdo cuando se la pasaba jugando y corriendo por toda la casa —dijo Maria con algo de nostalgia.

—A mí me parece que es un estúpido engreído —pensé pero no se lo dije.

 Solo me quede callada escuchándola hablar de Matthew únicamente maravillas de él, ya me había enterado de que eran vecinos de mi tía, sus padres se hicieron muy amigos de ella y por eso ellos habían elegido a mi tía Fanny como la madrina de él. Además también me había enterado que algunas veces Matthew se quedaba en casa de mi tía cuando los padres de Matthew viajaban fuera del país por asuntos de negocios, con razón él entraba con tanta confianza a la casa de mi tía Fanny.

Después de tres horas teníamos todo listo para llevar la comida al albergue, subí a mi habitación para bañarme y luego baje con la intensión de relajarme en la piscina ya que había escuchado que mi tía iría a llevar la comida. 

Cuando escucho a la señora Maria llamándome.

—¡Charlotte... Charlotte!

—¿Qué pasa señora Maria? 

—Tu tía me acaba de llamar y me dijo  que vayas tú a llevar la comida, ella llegara más tarde.

—Está bien no hay problema, voy a cambiarme de ropa y bajo rápido.

 Me cambie rápido y baje nuevamente y me acerco a la cocina y veo otra vez al engreído cargando las cestas de comidas,  me acerco a Maria y le susurro —¿señora Maria quien me llevara al albergue?

—Te llevara Matthew justo acaba de llegar y se ofreció a llevarte.

—Lo que me faltaba —dije casi entre los dientes.

—¿Qué dijiste? —pregunto Maria.

—No, lo que dije fue que llevare estas bolsas a la camioneta entonces.

—Bueno pensándolo bien creo que no es mala idea, así aprovechare de pedirle el favor que mañana me lleve a la fiesta —pienso para mi misma mientras  una sonrisa se dibujaba en mi rostro.

 Cuando íbamos en camino ambos estábamos callados, así que para romper el silencio le pregunte: —¿el albergue está muy lejos de aquí?, él gira su cara mirándome con sus ojos color café, su piel estaba bronceada, su barba crecida de apenas dos días lo hacía ver aún más guapo y con esa sonrisa...

—¡Oh por dios! ¿Qué me pasa? —pienso confundida.

—Sí, queda cerca de aquí, está en el pueblo —dijo regresando la mirada al frente.

Después de decirme eso, no cruzamos más palabras, a los minutos él me señala el lugar deteniendo su camioneta.

—Es ahí.

Nos bajamos ambos cargando las bolsas y la cesta de comida, los niños estaban alegres al vernos llegar, una señora menos de 50 años, nos recibió y nos indicó donde podríamos dejar la comida.

—Mi tía Fanny no pudo venir, pero...

No me dejo terminar la frase cuando me dijo:—Si, tu tía Fanny me dijo que tu vendrías, muchas gracias —dijo la señora con una sonrisa.

Me quede pensando en lo generosa que era mi tía, a pesar de lo amarga que era de vez en cuando, tal vez había un motivo por el cual ella era así. Mi papá nunca me contó muchas cosas acerca de mi tía, pero quizá algo me ocultaba.

Vacaciones de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora