Capítulo 1

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"¿A qué casta pertenezco?"

Cuando Marie mete la aguja en mi brazo y siento el pinchazo, ni siquiera me inmuto. El dolor es muy pequeño. Ella me sonríe contenta.

-Muy bien, Emilio. Digno de un alfa-comenta orgullosa.

- No me dolió nada-digo altivo.

-Cómo tiene que ser-murmuró con una sonrisa delgada mientras depositaba mi sangre en un pequeño tubo de plástico-Estoy segura que eres un alfa-olfateó mí cuello-Puedo olerlo y además mi instinto me lo dice y él nunca falla.

Marie me guiñó un ojo y me ayudó a bajarme de la camilla, ya que esta estaba demasiado alta para mí. Masajeó mi cabeza por unos minutos y me llevó a la puerta.

- Me saludas a tus papás, Emilio-sonrió para luego voltear su atención a los demás niños que seguían en la fila de espera para su examen sanguíneo de revelación de castas-¡El siguiente, por favor!

Antes de irme, puedo ver cómo un tímido niño con rizos igual de rebeldes que los míos se acerca a Marie con pequeños pasitos. ¡Él no podía ser un alfa! Se veía de lejos que era muy delicadito. Debía ser un beta o un omega. Sentí escalofríos; nunca habia visto a un varón omega y si tenía curiosidad por hacerlo. Le eché un último vistazo a aquel niño de ojos grandes y castaños, antes de que este entrara al consultorio con Marie de la mano.

Cuando ella cerraba la puerta, noté por un segundo que ese niño estiraba su cuello para poder devolverme la mirada con un tinte de diversión en sus pupilas y una sonrisa. ¿Acaso sintió que lo estaba mirando? ¿Quería que supiera que me había descubierto espiándolo? Jum, nunca lo sabría. No había visto antes a ese niño y estaba seguro de que no volvería a verlo jamás, ya que entre sus prendas y las mías existía mucha diferencia de estatus.

Yo llevaba la capa roja, símbolo de ser miembro de una de las familias predominantes de los altos mandos y mi insignia de oro, lo cuál mostraba que no sólo era parte de una de las familias dominantes, no. Yo era parte de la familia real predominante, la más alta en toda la casta alfa. Éramos descendientes directo del gran lobo, éramos prácticamente de la realeza, aunque el código del sistema nos impedía llamarnos de esa manera, pero todo el mundo lo sabía y nos trataban como tal.

A mis siete años de edad, lo entendía todo a la perfección. Yo no era sólo miembro de una de las familias más importantes, no, yo era el miembro directo, el heredero de la familia principal dirigente de todo el sistema de castas. Todos los miembros de las doce familias predominantes tenían altas expectativas puestas en mí y yo sentía mucha presión por cumplir cada una de ellas.

Al salir del Gran Hospital, que era el centro médico más grande de todo el sistema  y donde año tras año se realizaba la toma de muestras de división de castas, me encontré con Robert, mi guardaespaldas y un beta ordinario.

Mi familia me había enseñado que debíamos tratar muy bien a los betas, puesto que aunque éramos superior en fuerza a ellos, no podíamos permitirnos el lujo de que nuevamente alzarán su voluntad contra la nuestra. Los betas eran un pilar fundamental en nuestra sociedad y eran los que mayor número de ejemplares ocupaba.

-Hola Robert-le dí la mano y el abrió la puerta del coche para mí.

-Joven Emilio. ¿Qué tal la prueba? ¿Dolió mucho el pinchazo?

Se subió tras de mí y le ordenó a su otro compañero, Jaime, que condujera de vuelta a la Gran Casa.

-¡Jum!-me limité a hacer una cara de autosuficiencia-No me dolió nada.

Robert sonrío.

- Que bueno. Recuerdo que cuando tomaron mi muestra, lloré por dos horas seguidas. Mis padres estaban cansados y un poco hartos de mí-rió al recordarlo.

No es fácil Emiliaco/OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora