No es fácil Emiliaco/Omegaverse

Capítulo 25

"Somos como lápices de colores"

María recibió la peor noticia de su vida de la boca de su propio padre. Inmediatamente sus sentidos y extremidades dejaron de responder a su cerebro y su mente se desconectó debido al shock. Otto, su amado Otto, estaba muerto. Lo habían asesinado. Lo peor de todo es que ella misma lo había ocasionado, había contribuido para su ejecución. El dolor y la culpa la golpearon como nunca y se convirtieron en su verdugo.

Aún así, de sus ojos no salieron lágrimas, ni brotaron sollozos, no se vió ni la más mínima pizca de demostración de desconsuelo u llanto. Simplemente se dejó caer, dejando de sentir y de vivir también. En ese instante María murió en vida sin dejar que su corazón dejara de latir. Se encerró en su cuarto y fue hasta las gabetas donde había sepultado el collar que le regaló su amado y en un intento torpe de dejar de respirar, intentó tragárselo.

No se lo iba perdonar nunca y no lo iba olvidar jamás,  pero el error ya estaba hecho. Otto había muerto. No había forma de ir en reversa o retroceder el tiempo. Él ya estaba muerto y él líder Juan Osorio, quién había ordenado su ejecución seguía con vida. Escupió el collar en su mano y lo miró detenidamente, observando cada detalle y simpleza del collar e ideando un plan.
Juan Osorio ... El nombre del asesino de su amado Otto. Ella se iba encargar de devolverle el mismo dolor. Después de eso se reencontraría con su amor, no le importaba nada más. Ya no le quedaba nada. Sólo tenía un motivo para seguir con vida: La venganza.

Los enemigos de la familia principal no hacían sino aumentar y mientras sus detractores intentaban destruirla, la destrucción ya había comenzado desde el interior de la primera familia. La familia principal se estaba quebrantando y pronto un nuevo mándato se alzaría sobre ella y sobre las restantes. Todo el sistema de castas estaba a punto de cambiar para siempre. En ese mismo momento, padre e hijo lucharían a muerte por el liderazgo.

¿Qué tiene el poder que enfría corazones y destruye lazos?

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Renata se bajaba del auto de Diego con una corazonada. Sentía algo incómodo palpitarle el pecho, como avisándole que algo malo había sucedido durante su ausencia.

-Ren, Ren-la llamaba Diego-¿Qué pasa? ¿No vas a entrar?- preguntó al ver a la chica parada en la entrada de su edificio sin mover un solo músculo.

-Siento algo feo-murmuró ella en voz baja -Hablamos luego Diego y recuerda, debemos mantenerlo en secreto.

-Será difícil cuando los demás empiecen a preguntar-bufó el pálido de ojos rasgados-Aún lo estoy procesando-dijo con una mirada distante-Me avisas como sigue tu hermano. Entra ya o te regañarán.

- Sí-la castaña asintió-Bueno, estamos hablando. Chau-Renata metió la cabeza por la ventana del auto para darle un incómodo beso de despedida a su amigo.

Sí, Diego seguía siendo solamente eso, su amigo. Ellos no habían avanzado más en torno al título de su relación. Aunque se habían besado ya en un par de ocasiones, ninguno se animaba a decir algo después. Renata estaba enamorada, se había enamorado de hecho muy rápido, pero no quería ser ella quién diera el primer paso ... Por otro lado, Diego nunca había sentido por una chica lo que sentía por la menor de los Bondoni. Y es que ese era el problema, Renata era menor. No quería lastimarla, ni mucho menos aprovecharse de ella, sabía que la niña era demasiado pura para un tipo como él.

Cuando la besó por primera vez el día del atentado se sintió la peor escoria. Se había aprovechado del trauma y del pánico de la chica para besarla con la excusa de calmar sus temblores. Se sintió aún peor cuando ella le confesó que nunca antes había sido besada, que él había sido el primero en probar de esos dulces y tiernos labios sonrosados. Intentó parar, dejarla en paz, pero la inocencia de la menor lo tentaba, su inexperiencia lo provocaba y su belleza lo enloquecía.