Capítulo 1

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¿Y bien?

Salí del auto hacia el denso calor de Georgia en Agosto.

—Grandioso —dije, poniendo mis gafas de sol sobre mi cabeza. Gracias a la humedad, el volumen de mi cabello se había triplicado. Podía sentirlo tratando de devorar mis gafas de sol, como algún tipo de planta carnívora de la jungla—. Siempre me había preguntado cómo sería vivir en la boca de alguien.
Frente a mí se erguía Hecate Hall, el cual, de acuerdo al panfleto que sostenía mi sudorosa mano, era “la mejor institución reformatoria para adolescentes prodigio”.
Prodigio. Tan sólo una palabra elegante para monstruos. Y eso es lo que eran todos en Hecate.
Lo que yo era.
Ya había leído el panfleto cuatro veces en el avión de Vermont a Georgia, dos veces en el ferri hacia la isla Graymalkin, que estaba justo sobre la costa de Georgia (en la cual, descubrí, Hecate había sido construida en 1854), y una última vez mientras nuestro auto rentado recorría la entrada de gravilla que iba del puerto al parqueadero de la escuela.
Así que ya debería haberlo memorizado, pero seguía aferrándolo y leyéndolo compulsivamente, como si se tratara de mi salvavidas o algo; “El propósito de Hecate Hall es proteger e instruir los chicos cambia-formas, brujas, y hadas que se han arriesgado a exponer sus habilidades, y debido a ello ponen la sociedad prodigio en su totalidad en peligro”.
—No entiendo como el ayudarle a una chica a conseguir una cita, puso en peligro a otras brujas —digo, mirando a mi papá, mientras sacamos mis cosas del camión. El pensamiento ha estado molestándome desde la primera vez que leí el panfleto, pero no había tenido la oportunidad de traerlo a colación. Papá había pasado la mayoría del vuelo fingiendo estar dormido, probablemente para evitar ver mi indignada expresión.
—No fue sólo una chica, Soo y tú lo sabes. Fue ese chico con el brazo roto en Delaware, y ese profesor que intentaste hacer que olvidara un examen en Arizona...
—Eventualmente recuperó su memoria —dije—. Bueno, casi toda.
Papá simplemente suspiró y cerró el camión. —Tu padre y yo te advertimos que usar tus poderes trae consecuencias. Nosotros no disfrutamos esto más que tu, pero por lo menos aquí podrás estar con... con otros chicos como tú.
—Te refieres a los demás inadaptados. —Puse mi maleta sobre mi hombro.
Papá puso sus propias gafas sobre su cabeza y me miró. El parecía cansado y tenía pesadas líneas alrededor de su boca que no había visto nunca antes. Mi papá tenía casi cuarenta, pero usualmente podía pasar por alguien diez años menor.
—Tú no eres un inadaptado Kyungsoo. —Levantamos la maleta entre los dos—. Simplemente has cometido algunos errores.
Y de verdad lo había hecho. Ser un brujo no era tan maravilloso como lo había pensado.
Primero, no podía volar por ahí en una escoba (le pregunté a papá cuando obtuve mis poderes, y el dijo no, debía seguir usando el bus como todos los demás). No tenía libros  de hechizos o un gato que hablara (soy alérgico), y ni siquiera sabía donde  se  podía comprar algo como un ojo de tritón.
Pero podía hacer magia. He sido capaz de hacerlo desde que cumplí doce, lo que, de acuerdo al panfleto sudoroso, es la edad en la que todos los Prodigios obtienen sus poderes. Algo relacionado con la pubertad, supongo.
—Además es una buena escuela —dijo papá mientras nos acercábamos al edificio.
Pero no parecía una escuela. Se veía como una mezcla entre algo salido de una vieja película de terror y la mansión embrujada de Disney. Para comenzar, obviamente tenía más de doscientos años. Tenía tres pisos de alto, y el tercer piso parecía la parte de arriba de un pastel de bodas. El edificio debió haber sido blanco alguna vez, pero ahora era algún tipo de gris desteñido, casi del mismo color de la gravilla de la entrada, lo que lo hacía parecer menos una casa y más algún tipo de cueva natural de la isla.
—Huh —dijo papá. Soltamos la maleta, y el caminó por un costado del edificio—. ¿Puedes mirar eso?
Lo seguí e inmediatamente vi a que se refería. El panfleto decía que Hecate había llevado a cabo “Extensivas adiciones a la estructura original” a través de los años. Al parecer, eso significaba que habían destruido la pared trasera de la casa, y le habían añadido otra a la original. La madera grisácea terminaba después de veinte metros, o algo así y le daba paso a un estuco rosado que se extendía por todo el camino hacia el bosque.
Para algo que claramente había sido hecho con magia —no habían bordes donde las dos casas se encontraban en el medio, ninguna línea que indicara construcción— uno pensaría que el resultado podría haber sido más elegante. En lugar de eso, el resultado parecía dos casas que habían sido pegadas por una persona loca.
Una persona loca y con muy mal gusto.
Gigantes árboles de roble en la entrada, intercalados con arbustos, le daban sombra a la casa. De hecho, aquí parecía haber plantas por todas partes. Dos helechos en materos empolvados delineaban la puerta principal, pareciendo arañas verdes gigantes, y algún tipo de enredadera de flores moradas se había tomado toda la pared. Era casi como si la casa estuviera siendo lentamente absorbida por el bosque que la rodeaba.

Condena [Kaisoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora