Capítulo 13

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Su oficina estaba en el primer piso, fuera de la sala de estar con las sillas alargadas. Noté, mientras caminábamos en este momento que las sillas alargadas habían sido reemplazadas con unos sillones orejeros más bonitos y de aspecto más resistente, y los sofás ligeramente enmohecidos habían sido tapizados con una alegre tela rayada blanca y negra.

—¿Cuándo consiguieron los nuevos muebles? —pregunté.

Ella miró sobre su hombro. —No lo hicimos. Es un hechizo de percepción.

—¿Perdón?

—Una de las ideas de Jessica Prentiss. El mobiliario de la casa refleja la mente del espectador. De ese modo podemos medir su nivel de comodidad con la escuela de acuerdo a lo que ve.

—¿Entonces imaginé el mobiliario burdo?

—De cierta manera, sí.

—¿Y qué pasa con el exterior de la casa? Sin ofender, ni nada, pero todavía luce bastante fétido.

La Sra. Casnoff se rió en voz baja. —No, el hechizo sólo es usado en los cuartos públicos de la casa: los salones, las aulas, y así sucesivamente. Hecate debe mantener algo de su aire melancólico, ¿no lo crees así?

Me giré en la puerta de la oficina de la Sra. Casnoff y miré otra vez en la sala de estar. Ahora pude ver la manera en que los sofás, las sillas, incluso las cortinas titilaban y ondeaban ligeramente, como el calor creciente de una carretera.

Extraño.

Había pensado que la Sra. Casnoff tendría el cuarto más grandioso y genial de la casa. Sabes, algo lleno con libros antiguos, con pesados muebles de roble y ventanas del piso al techo.

En vez de eso, me llevó a una habitación pequeña sin ventanas. Olía fuertemente a su perfume de lavanda, y un olor más fuerte y amargo. Después de un momento me di cuenta que era té. Un pequeño hervidor eléctrico estaba burbujeando en el borde de la mesa, que no era la monstruosidad de madera que había imaginado, sino simplemente una pequeña mesa.

Había libros, pero estaban apilados en filas verticales en tres de las cuatro paredes. Traté de entender los títulos de los lomos, pero aquellos que no estaban demasiado descoloridos para leer, estaban en idiomas que no entendía.

Lo único en la oficina de la Sra. Casnoff que no era ni remotamente como había esperado era su silla. Era menos como una silla, en serio, y más como un trono: una silla alta y pesada cubierta de terciopelo púrpura.

La silla del otro lado del escritorio era más baja por unas buenas cinco pulgadas, y cuando me senté, inmediatamente me sentí como si tuviera seis años de edad.

Lo que, supongo, era la idea.

—¿Té?—preguntó ella después de acomodarse remilgadamente sobre su trono púrpura.

—Seguro.

Unos cuantos momentos más pasaron en silencio mientras vertía una taza de té rojo espeso. Sin preguntar, ella le agregó leche y azúcar.

Di un sorbo. Sabía exactamente como el té que me hacía papá los días de invierno lluviosos: días que habíamos pasado acurrucados sobre el sofá, leyendo o hablando. El sabor familiar fue reconfortante, y me sentí relajar lentamente.

Lo que, de nuevo, había sido probablemente la idea. Alcé la vista a ella. —¿Cómo…?
La Sra. Casnoff sólo agitó su mano. —Soy una bruja, Kyungsoo.

Fruncí el ceño. Ser manipulado había sido una de mis cosas menos favoritas. Como las serpientes. Y Britney Spears.

—¿Entonces conoces un hechizo que hace que el té sepa a…té?

Condena [Kaisoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora