Arpía

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George Weasley x Reader

-¿Estás celosa?

-No, claro que no.- dijiste expresando enojo en tus palabras. -Estoy intetando ayudarte porque eres mi mejor amigo, zanahoria.

Quizás enojada no era la palabra adecuada para describir lo que sentías. Quizás furiosa era la más adecuada.

Estabas furiosa con George porque era terco, idiota, ciego, imbécil, estúpido y la verdad si seguías describiéndolo con lo que pensabas, no terminarías. Estabas intentado ayudarle, como la buena amiga que eras. Estabas intentando hacerlo entrar en razón y de que la rídicula "amiga nueva" que tenía, le rompería el corazón.

Pero como era pelirrojo y Weasley empezó a decir que te estabas inventando cosas o peor supuso que estabas celosa, cuando no tenías que envidiarle un demonio a la mocosa aquella.

-(Y/N) cálmate, sé que no te agrada mi novia, pero no puedes estar hablando mal de ella. Es especial para mi igual que tú.

-La conoces desde hace dos malditos meses, ¿cómo puede ser especial para ti? Además no estoy hablando mal de ella, solo estoy diciendo que no me parece una persona honesta.- George se pasó una mano por el cuello, como si quisiera echarse paciencia sobre si.

-Tampoco la conoces bien para decir que no es honesta.

-¡George, soy mujer y sé cuando otra mujer no tiene buenas intenciones!- gritaste, perdiendo la paciencia que te quedaba.

Las personas que pasaban por el pasillo, les miraron raro, pero siguieron su camino.

-¡Creeme que ella no las tiene!

-¡Tú no sabes eso!

-¡La escuché diciéndolo!- George respiró hondo y se llevó las manos a la cara.

Sabías lo que estaba pensando. No eras Fred para prácticamente leerle la mente, pero lo conocías demasiado bien para saber lo que ese gesto significaba.

Significaba que no te creía.

-(Y/N) eres mi amiga, lo sabes. Siempre te querré, pero inventar mentiras para que no sea feliz, me parece muy bajo de tu parte.

-No estoy inventando mentiras.

La verdad era que no mentías. No tenías esa habilidad por más que quisieras y él lo sabía, pero de todas maneras, no decidió creerte.

Y entonces lo viste en sus ojos cuando te miró. Viste la decepción y la tristeza que sentía por lo que estabas haciendo. Tu mejor amigo te creía una loca y eso te hacía miserable.

-Te veo después.- dijo y acto seguido te dejó sola, a un lado de un pasillo frecuentado. Te dió la espalda y se fue caminando probablemente para estar con aquella.

Sentiste la necesidad de llorar, como el enojo se tornaba en un nudo en el pecho y como te sentías decepcionada de ti misma porque habías sonado a alguien realmente envidiosa y celosa.

Tu mejor amigo estaba decepcionado y quizás eso nunca cambiaría.

En los siguientes días y meses, George te dirigió la palabra, pero no con el mismo entusiasmo de siempre. Fred y los demás sabían que algo estaba pasando, pero no se atrevían a preguntar y tú tampoco querías hablar de ello.

La otra ocupó todo el tiempo de George y ya no solían hacer las cosas que hacían como mejores amigos. Te dijiste que no te importaba, pero al final llorabas por ello.

Ya te habías tenido que defender dos o tres veces del veneno de la arpía porque ella sabía que tú sabías sus intenciones con George  y la muy idiota pensaba que con sus amenazas iba a intimidarte, cuando recibiste una carta de George que te pedía verlo en su lugar favorito luego de clases.

Extrañada, porque esas cosas parecían haberse quedado en el pasado, decidiste decirle que sí, porque a pesar de todo seguía siendo tu mejor amigo y tu deber era siempre estar allí.

Fiel a tu palabra, te presentaste en el lugar acordado a la hora acordada, solo para encontrarlo vacío. Esperaste unos minutos, apoyada a la pared, hasta que sentiste a alguien detenerse detrás de ti.

Al voltear encontraste a George, lo único que no se parecía mucho a él. Tenía los ojos rojos e hinchados como si el imbécil hubiera estado llorando toda la noche y el cabello despeinado. No estaba la típica sonrisa pícara que solía usar.

Supiste de inmediato que algo estaba súper mal. George no era el tipo de andar como un muerto por los pasillos de Hogwarts, especialmente sin Fred.

-¿Qué pasó?- preguntaste, pero sentías que ya sabías la respuesta. La arpía. Frunciste el ceño y cerraste los puños enojada.- Juro por Merlín que si la estúpida esa hi...

No terminaste porque la enorme figura de George te tomó de los brazos y chocó sus cuerpos en un abrazo. George te rodeó como si su vida dependiera entera y únicamente de ti y luego escondió su rostro en tu cuello y entonces lo escuchaste sollozar.

Con un nudo en la garganta, le devolviste el abrazo lo más fuerte que pudiste.

-Tenías razón. Toda la razón, enana.- te dijo con voz rota en el oído y sentiste que querías llorar con él.

Permanecieron allí abrazados lo que pareció mil años en un pasillo de gente que les miraba extraño. Tu mejor amigo tenía el corazón hecho pedazos y había pedido perdón como siete veces en los últimos cincos minutos cuando decidiste llevarlo a otro lugar.

Luego de secarle las lágrimas lo llevaste a la orilla del lago donde solías sentarte a leer en días malos. El paisaje era lindo y se habían quitado la túnica y los zapatos para poder meter los pies al agua.

George te lo contó todo, como en los viejos tiempos y te sentiste mal porque le habías dejado solo. Él se disculpó una y otra vez por no haberte creído al principio, pero como siempre le dijiste que no había necesidad de ello.

Mientras veían el atardecer, George regresó poco a poco a su ser normal y te alegraste. Al final decidiste que hacerle una broma súper pesada a la arpía aquella, sería totalmente correcto.

-Gracias.- dijo de repente, luego de unos segundos en silencio.

-¿Por qué das las gracias, zanahoria?

-Porque fui, quizás sigo siendo, un imbécil y aún así estás aquí soportándome. Eso lo aprecio, enana.

Sonreíste, sin poder evitarlo. George era extraño, gracioso, la mayoría del tiempo un poco más tranquilo que Fred, pero un dolor de cabeza como quiera. En resumen, era muchas cosas, pero lo querías como quiera. Podría sonar masoquista o estúpido, pero aunque volviera hacerte aquello o algo peor, creías que seguirías aquí para él.

-Está bien, señor Weasley.- dijiste levantándote.- Pero mejor nos vamos. Tengo hambre y tareas que hacer.

Y luego de secarse los pies y ponerse los zapatos de nuevo, se fueron de vuelta al castillo tomados de la mano. No como amantes o algo por el estilo, sino como un mensaje de: "estoy aquí y no iré".

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