Merecer

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Draco Malfoy x Reader

Eras un ángel. Dulce, inocente, amable...demasiado buena para este mundo tan cruel.

Eras todo lo que él no era. Eras lo que quizás podía ser. O lo que se supone fuera. O quizás eras una versión mejor de él.

Fuera lo que fueras, no merecías lo que te estaba pasando. No merecías el dolor, no merecías derramar las lágrimas, no merecías los rasguños o la sangre seca de tus manos. No merecías tener que quitarle la vida a otro para sobrevivir, no merecías tener que verlos morir en esas camillas, no merecías ver todo lo que conocías hecho una completa ruina.

Eras una buena persona. Eras buena con las criaturas del bosque, eras gentil con las plantas de los invernaderos e incluso con los estúpidos Gryffindors que rechazaban (año tras año) las galletas de Navidad que insistías regalarles. Eras inteligente. Tenías la mejor nota de la clase luego de Hermione Granger, ambas los libros y te develabas con una buena novela.

Eras increíble. Te apasionaba ayudar, no le diste la espalda a nadie que alguna vez te pidió algo y tampoco dejaste que lastimaran en tu presencia. Eras un ángel y no merecías nada de lo que viviste durante esas horribles horas de oscuridad y penumbra que duró la batalla.

Quizás nadie más merecía ese sufrimiento, ese dolor de ver todo lo que pasó, de vivir cada muerte como lo hiciste tú y tantos otros. Pero Draco estaba seguro de que, de todos los presentes, eras la que menos lo merecía. La que menos lo necesitaba.

Te estaba mirando llorar escondido, sin atreverse a acercarse o decirte algo. Porque si de algo estaba seguro era que, de todos los presentes, era el que menos te merecía. El que menos merecía consolarte o hacerte ver que todo estaría bien cuando claramente todo estaba mal.

Estabas sentada en un escombro con tu varita aún apretada en tu mano como si la vida te dependiera de ella. Llorabas sobre tus brazos que estaban apoyados de tus rodillas en lo que una vez había sido un patio lleno de verde y paz.

El corazón te dolía, imágenes de lo que viviste pasaban por tu cabeza como lo que los muggles llamaban una película, las lágrimas caían sin poder contenerlas. Eras una copa a la que habían llenado y llenado y ahora no podían evitar que se derramara. Te habías alejado de los otros para procesarlo todo, para dejar salir lo que no habías podido sacar frente a ellos; frente a los que morían y a los que vivían, pero perdían a alguien.

Draco apretó los puños, intentando quedarse donde estaba. Intentando permanecer fuerte, intentando no hacer algo de lo que pudiera arrepentirse después. No podía acercarse, no podía decirte que todo estaría bien. No podía tenerte en sus brazos. ¿Por qué? Porque de todos, él era el que menos te merecía. El que había provocado todo el dolor que estabas sintiendo ahora.

Y, sin embargo, en un par de segundos, estaba detrás de ti. A solo unos pasos porque su cuerpo no respetaba aquella respuesta. Porque su corazón lo había controlado y no la cabeza y ahora estaba allí, detrás de ti, como un demonio a solo pasos del cielo.

Y en contra de su voluntad, su brazo se extendió hasta tocar uno de tus hombros. Te levantaste como un rayo y te giraste amenazándolo con la varita. Lo miraste con determinación, como si fuera el enemigo, con las lágrimas cayéndote por la cara, recordando el dolor y la sangre.

Estabas sucia, con sangre en todos lados, con dolor en la mirada y el corazón. Draco te miró quieto y callado. Merecía que le apuntaras con esa varita. Merecía que pronunciaras aquella maldición, merecía que lo mataras a golpes si eso te hacía sentir mejor. Merecía todo el dolor y la tristeza por la que estabas pasando. Lo merecía y con gusto lo soportaría porque no soportaba verlo en ti.

-Draco.- pronunciaste, casi sin voz, quizás por llorar demasiado o porque simplemente no podías ni siquiera hablar ya.- Draco.- pronunciaste de nuevo mientras bajabas la varita.- Eres tú.- dijiste y aunque esperó de todo, un abrazo no formulaba en la lista.

Y juraría que nadie, en sus años de vida, lo sujetó tan fuerte y tan desesperadamente. Lo rodeaste con tus brazos, lo sujetaste como si la vida dependiera total y completamente de él. Y sollozaste contra él lo que pareció una eternidad, apretando su ropa con tus manos, intercambiando la calidez que tenían, pero que él se negaba a recibir.

El abrazo duró lo que parecieron eones. Draco te rodeo eventualmente y mientras llorabas desesperadamente en su hombro, él lo hacía silenciosamente, sintiendo todo el dolor, todas las heridas que la guerra te habían causado; que él te había causado.

Y le pareció curioso que le quisieras, que permitieras que te sujetara también. Recordó las veces que la gente se burlaba de ustedes, porque según ellos un Slytherin y una Hufflepuff no podían ser amigos, porque eso dañaba su reputación y aunque trataba mal a todos los demás y no soportaba a nadie más de tu casa, para él eras especial. Y le dolía demasiado ver a un ser tan hermoso como tú sufrir las consecuencias de sus actos, pero que no lo hubieras rechazado le daba esperanza. Al menos por segundos, quizás horas, con suerte días.

Cuando se separaron, unieron sus frentes y dejaron que el silencio los envolviera de nuevo. Dejaron que la culpa, el dolor y la tristeza se fueran. Dejaron que la sangre derramada, las heridas y las lagrimas se las llevara el silencio. Dejaron todo atrás y fueron solo ustedes.

-Gracias por volver.- dijiste en un susurro y aunque Draco quiso decirte algo, quiso decirte que jamás se había ido, que nunca lo haría, no lo dijo porque no merecía quedarse junto a ti.

Porque eras un ángel y no merecías nada de esto. Porque él era un demonio y merecía todo por lo que estabas pasando. Pero no lo dijo y simplemente te envolvió en un abrazo de nuevo. Ya después pagaría por todo lo que había hecho, pero por ahora, saborearía ese momento de esperanza que le estabas ofreciendo.

hogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora