Hogar

5.3K 147 6
                                    

Ron Weasley x Reader

Hogwarts era tu hogar. Hasta que él llegó. Él cambió esa definición y entonces tu hogar pasó de un lugar a una persona.

No sabías porque y la verdad te parecía vergonzoso aceptarlo o siquiera pensarlo, pero sentías que tenía que ver un poco con su físico.

Ronald Weasley no era un dios griego (como dirían algunas chicas muggles del orfanato donde habías crecido) mucho menos Adonis, pero era lo suficientemente atractivo para tener a Hermione Granger (alguien que considerabas demasiado decente para estar peleando por un hombre como Weasley) y Lavander Brown peleando por él.

Quizás eran las mil ciento ochenta pecas que tenía en las mejillas (no como que te hubieras acercado a contarlas) o su cabello zanahoria cuando bailaba en el viento de otoño.

O quizás fuera que cada vez que te miraba lo hacía con el ceño fruncido, el cual asociabas con una expresión de enojo y eso enviaba adrenalina por tus venas porque eras masoquista y te gustaba pelear con él.

Tal vez era la manera rara y única en la que hacía esa sonrisa de lado cada vez que decía algo para lo que no tenías respuesta y entonces olvidabas por completo lo que ibas a decir, siendo enojo y un "te odio, Weasley" la única respuesta que podías dar.

No. No era su físico. Más bien el problema era su actitud. Sí, su actitud.

Esa maldita actitud irresponsable, la manera en que maldecía a cada minuto cuando algo le salía mal o hacías algo que realmente le molestaba.

También esa manera desordenada y asquerosa de meterse mucha comida a la boca como si no hubiera comido en siglos. Solía recordarte a un cerdo, pero cuando lo insultabas por ello, él respondía enseñándote la comida de la boca y eso era más asqueroso todavía.

Y ni hablar de sus maneras. Era alto y torpe. Siempre decía lo que no tenía que decir y nunca se aguantaba un comentario cuando las cosas te salían mal públicamente.

Sí, quizás fuera su actitud la que te llevó a considerarlo tu hogar.

O quizás no.

O quizás no fue nada en sí.

Quizás fue el tiempo impulsado por aquella extraña vez que McGonagall los castigó por hacer un duelo de varitas en el patio. Se pasaron la tarde limpiando la sala de Trofeos y en algún momento pasaron de insultarse y decirse quien tenía la culpa a tener una conversación decente y civil que hasta Filch los miró sospechosos porque los enemigos más grandes y mortales de Hogwarts habían cruzado la puerta sin insultarse, gritarse o con intensiones de decapitar al otro.

Y entonces todo se fue al fondo del Lago Negro para nunca regresar.

Las conversaciones civiles empezaron a dominar sobre las discusiones, cada cosa nueva que aprendías de él la atesorabas como si fuera a ayudarte a pasar un examen de Encantamientos, los fruncidos de ceño fueron sustituidos por sonrisas amigables en el pasillo, sus amigos los miraban como si merecieran estar en Azkaban y hacían preguntas a las cuales solo respondían rodando los ojos.

Entonces te diste cuenta. Fue como un susurro. Una voz en tu cabeza que te decía la verdad. Una que no querías escuchar y jamás creíste escuchar en ninguna versión de aquel momento. Pero pasó y estabas más que perdida.

De alguna manera tu peor enemigo y tú se habían acercado demasiado. Demasiado para tu seguridad o la de él. No solo estaban en bandos opuestos de la guerra, si no que también estabas segura de que él no sentía lo mismo.

Así que rompiste contacto con él. Todo el contacto. Lo evitaste como si fuera la viruela de dragón, no le sonreíste en los pasillos, le mentiste a tus amigos cuando preguntaron por él e incluso le diste la razón (más de una vez) cuando quiso empezar un argumento para que le hablaras.

hogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora