Capítulo 6: Magenta

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 Recorrimos el mismo pasaje para salir de ahí. Mientras caminamos de regreso al auto hablé en secreto con Ignes.

En cuanto salgamos estate preparada para cualquier cosa—alerté a la rubia.

Siempre lo estoy. Si ocurre algo, ¿quieres que sea su escudo? —inquirió por la seguridad de la chica.

Preocúpate por ti.

El bar ya contaba con más afluencia de seres. Demasiada gente se divertía, tomando licor y bailando. Conforme nos colábamos por entre la gente no dejaba de vigilar cada punto. Desde ahí dejé a mi trabajo en medio de Ignes y de mí, sin alejarme mucho de ella. Si algo ocurriese podía protegerla más fácil.

Dejamos el bar, yendo a la parte trasera del local. Al estar por acercarnos al carro, un grupo de demonios de bajo rango salió de la oscuridad del callejón, aproximándose a nosotros.

—Quédate atrás—mascullé a la chica, poniéndome frente a ella. Eran seis demonios los que nos acechaban, sonriendo divertidos. Todos los demonios que residían en la tierra usaban aspecto humano para pasar desapercibidos. Los más experimentados podían atenuar su energía, pero uno como cazador experimentado conocía las energías demoniacas y podíamos diferenciarlas de los humanos. Eso era parte del entrenamiento principal.

Existía entrenamiento especial para dedicarte a la caza de demonios y ambos grupos estaban certificados por la iglesia. Los alforjas eran más cercanos a los sacerdotes y tenían conexiones con ellos. Los anélidos éramos un poco más despejados de ellos, pero todos trabajamos para mantener la tierra protegida lo más que podíamos. Claro que los alforjas veían por sus propios intereses y experimentos locos, cosa que no me agradaba mucho.

—Hey, parece que los cazadores vinieron por algo de diversión. ¿Por qué no les damos lo que vinieron a buscar y de paso nos quedamos con sus corazones?

—Buena suerte con eso.

—Tu cabeza será mía, verdugo carmesí ¡y cuando se la muestre a todos obtendré mi sitio dentro de la legión más extensa del infierno!

Sin perder más el tiempo los demonios se nos abalanzaron, apareciendo de golpe frente a nosotros. Ignes accionó su arma, dándole a dos demonios. Eso hizo enfurecer a los otros.

No intentes protegerme—advertí.

El hablador intentó golpearme, pero sin mucho trabajo lo empujé con un puñetazo, alejándolo de mí. No era para nada fuerte.

—Parece que hoy no será tu gran día—me burlé. Con ese poder no lograría hacerme ningún daño.

—¡¿Qué puedes hacer si no puedes matarme?!—se carcajeó, volviendo a lanzarme un nuevo golpe. Interpuse mis brazos frente a mí, resistiendo el ataque. Sus garras lograron rasgar mi chamarra.

—Es mi chamarra favorita, puñetas.

El demonio se movía veloz, apareciendo y desapareciendo a su antojo en la oscuridad. Cuando decía que no podía matar era porque mi maldición se dirigía a los demonios, únicamente a ellos—igual matar humanos no era nada bueno—. No podía matarlos ya que si lo hacía un nuevo tatuaje se mostraría en mi piel, acortando posiblemente años de mi vida—decía posible porque hasta ahora no sé qué carajos es lo que hace y eso me parecía lo más sensato—. Gracias a la poca importancia que le di al asunto en el pasado, he ganado tener la espalda completamente tatuada, así como mi brazo izquierdo y el derecho—que está a la mitad—, por lo cual debo ser sumamente cuidadoso de no crear otra marca más.

No crean que amo andar lleno de tatuajes, en especial si no he hecho cita con ningun tatuador mortal.

El tamaño de los tatuajes mostraba el rango del demonio que maté, así como su diseño, el cual plasmaba parte de ellos. Por ejemplo, el de mi espalda era un demonio de cuerpo completo sin rostro con alas bajo sus brazos y cadenas a su alrededor. Él era Ongrol, un demonio que se alimentaba de niños y era de un alto rango. Me costó trabajo matarlo y esa determinación de acabar con él quedó plasmada en mi piel.

-Envase de Oro- #1 El tiempo de la crisálida© /COMPLETA✓✓✓/ +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora