Capítulo 38: Confesiones de un corazón maltrecho

31 3 0
                                    

Otro día pasó. 

Nievke despertó, sin embargo, no quería probar bocado alguno. Entré a verla, llevando conmigo un plato, una manzana y un cuchillo. La chica veía a la ventana desde su cama. Estaba tranquila, o al menos eso aparentaba. En su fuero interno un mar de pensamientos estaban hechos maraña y ninguno era sano.

—Hey. ¿Por qué no has comido? —un plato de sopa sin tocar estaba sobre la mesa a un lado de la cama. Nievke permaneció en silencio—. Tienes que comer para recuperarte más rápido.

—¿Recuperarme para qué? No tengo un brazo, no tengo una pierna... ¿para qué quiero recuperarme?

Tomé asiento en el filo de la cama, cortando la manzana en cuatro pedazos.

—Bien, si no quieres sanar está bien, pero mientras yo esté aquí comerás algo—le di un pedazo. La chica volteó a verme. Bajó su mirada hacia la manzana. Después de unos segundos la tomó.

—¿Esto es....?

—Es un conejo de manzana.

Le pareció tierno. Sonrió, iluminando ligeramente su rostro triste.

—Es la primera vez que veo uno. ¿Por qué sabes hacerlo?

—¿Qué? ¿No puedo? —ella negó con un movimiento de cabeza sin dejar de sonreír—. Mi hermana solía hacérmelos cuando estaba enfermo.

Recordé aquel pasado. Saria había aprendido a cortar así las manzanas al verlo en la televisión. Ella era alguien muy detallista, alguien a quien le gustaba sorprender a las personas aun con lo poco que pudiera tener o hacer.

—¿Cuál era su nombre? —su sonrisa se borró. Le dio una pequeña mordida a la fruta roja sin mucho énfasis en querer comerlo.

—Saria.

—¿Cómo era?

—Mejor que yo—tomé aire—. Siempre tenía los mejores consejos. Era muy amable con todos, siempre sonreía...

—¿Te duele...hablar de ella?

—Quizá un poco, pero... hablar de ella la mantiene viva. Al menos en mi cabeza—miré a la chica—. Ten, come más. Tienes que engordar un poco.

Volvió a sonreír.

—Hacía mucho que no comía una manzana—hizo una mueca—. Creo que la última vez fue en una fiesta de Cinrel. Aunque yo no estuve presente... supongo que no estaba en mi mejor momento. Ella me dio un pedazo de pay a escondidas de mamá. Si no mal recuerdo fue la última vez que lo hizo porque la asusté.

—¿Cómo era tu hermana contigo?

—Era buena. Me leía cuentos o libros juveniles. Se sentaba al otro lado de la puerta y se pasaba horas y horas leyendo. Muchas veces no entendía de qué hablaba, pero me gustaba escucharla. Hacía que no me sintiera tan sola...

—¿Nunca conviviste con tu familia sin que estuvieras encerrada? —pregunté de nuevo.

—Hubo algunas veces, aunque fueron pocas. Recuerdo una vez que papá llegó del trabajo y me regaló un peluche. Era...un conejo blanco—otra pausa—. Mamá en mi cumpleaños preparaba un pastel... pero no recuerdo haberlo probado... Hay muchas cosas que no puedo recordar.

Hablar del tiempo con su familia también le pesaba mucho y era entendible. Vivió una vida que no le correspondía por un pecado infligido por terceros en ella. No me gustaba ver su rostro triste, pero no podía hacer nada para borrar su tristeza.

Logré que se comiera la manzana sin chistear—algo era algo—.

—Nievke, hay algo de lo que te tengo que hablar.

-Envase de Oro- #1 El tiempo de la crisálida© /COMPLETA✓✓✓/ +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora