Renhia van Hilmmerd, conocido por todos como el Verdugo Carmesí es el mejor cazador de demonios que existe, sin embargo carga con una maldición que pinta su piel, acortando su vida lentamente. Por 15 años ha estado en busca del causante de su maldic...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La siguiente escena puede ser sensible para algunos lectores. Se trata el acto de la violación (sin grandes detalles) y abuso físico. Si esto te resulta sensible, o no te sientes cómodo leyendo, pasa al siguiente capítulo.
Gracias ♥
*************************
<Nievke>
—...Solo no te apartes de mí vista...
Desperté, sus palabras clavadas en mi fuero interno. No podía ver nada. No podía moverme. El dolor que sentía invadiéndome era difícil de explicar, tanto que ni yo misma lo comprendía. Ardía, pesaba, calaba.... Dolía demasiado. Varias lágrimas amargas rodaron por mis mejillas sin detenerse.
Tenía mucho miedo.
—Renhia—musité sin fuerza alguna. ¿Dónde estaba? Recuerdo que me encontraba con él, escapando de aquel ataque y de repente hubo oscuridad—...Renhia...
Clamé por él. Él, con quien, a pesar de todo, me sentía segura.
Intenté moverme, lo cual fue imposible. El dolor aumentaba tanto que sentía que en cualquier momento mi corazón explotaría en un sinfín de pedazos desiguales.
No podía dejar de pensar en Renhia. Sabía muy dentro de mí que era improbable que viniera por mí y me sacara de esta locura...Lo sabía. No significaba nada para él, solo era su enemigo, el que más odiaba. Soryja estuvo aquí, estaba segura que era él, pero para él tampoco significaba nada. Al final terminaría muerta, y sola. Sin embargo, si ese sería el caso, entonces prefería mil veces un balazo en la sien que morir siendo torturada...
Desgraciadamente parecía más real que mi muerte sería a mano de unos desconocidos. Moriría de la peor manera existente. Moriría sin más y lo peor, no entendía nada.
¿Cuál era mi pecado? Lo desconocía. Estaba ciega ante esa verdad. Si lo conociera entonces aceptaría tal castigo, pero nunca he hecho algo malo.... No soy mala, aunque eso me digan hasta el cansancio.
No entendía por qué me ocurría esto a mí....
No podía respirar. Cuando el aire llegaba a mis pulmones un fuerte pinchazo se extendía por toda mi espalda, paralizándome. Dolía mucho. Dolía tanto.
Cerré mis ojos aun cuando luché por no hacerlo, cayendo inconsciente.
—Hey, despierta putita.
Un fuerte golpe llegó a mi cabeza, aturdiendo mis sentidos. Esa era su forma de despertarme.
Abrí los ojos, en contra de lo que mi cuerpo pedía. Vislumbré a un sujeto cerca de mí. Lo reconocí. Era el mismo que irrumpió en la casa de Renhia junto a esa otra chica hacía unos días. Desconocía su nombre. Mostraba pequeñas cicatrices en su rostro. Supongo fueron ocasionas ese día.
