Capítulo 29: Perpetración

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<Renhia>

Desperté con un terrible dolor de cabeza y con la respiración agitada. Todo me dolía. Los recuerdos comenzaron a llegar de golpe, aunque no completos. ¿Qué demonios pasó? Pronto los olores de angélica, salvia y acónito llegaron hasta mis fosas nasales. La combinación de esas tres plantas me causó náuseas y aumentaban el dolor de cabeza. Me reincorporé, sintiéndome perdido y no solo eso. Me di cuenta que me encontraba dentro de una tina con agua y mezclas de varias plantas medicinales.

—Bienvenido de regreso.

Dijo alguien en la oscuridad. En el suelo varias velas estaban encendidas, pero su luz no era suficiente para iluminar todo el sitio.

—¿Quién eres tú? —pregunté al sujeto sentado en una silla.

—Si no mal me equivoco Andrel me mencionó.

—¿Andrel? ¿Cómo sabes de él? —volví a cuestionar hostil. Que alguien mencionara el nombre de mi ángel de la guarda significaba que no era cualquier persona.

El sujeto salió de la oscuridad, dejando que lo viera bien. Bajó su capucha negra.

Se trataba de un chico joven, quizá de unos 20 años. Tenía el cabello un poco corto de un tono rubio claro y sus ojos eran azules. Era como si el color de sus ojos hubiese sido editado en alguna computadora. Su tez era muy blanca y era de estatura alta.

Reconocí enseguida al chico. Era el mismo que nos salvó el pellejo cuando Helkferotnh apareció. Su energía era muy diferente a la de los demonios, pero tampoco era un ángel.

—Ah, ya entiendo... Eres un ángel caído—adiviné.

—Veo que tu don sigue siendo asertivo. Eso es bueno, teniendo en cuenta tu mala suerte. También veo que me reconociste. Mi nombre es Gingel.

—¿Puedo saber por qué te convertiste en un caído?

Gingel me miró serio para luego esbozar una ligera sonrisa, como quitándole peso a su pecado.

—Desacaté órdenes al inmiscuirme en asuntos que no eran míos—respondió—. Una de las reglas más importantes dentro de nuestra congregación es, bajo ninguna instancia interferir en cuestiones mundanas, no importa que. Al menos que Dios lo ordene, no tenemos el permiso de meternos en la vida humana. Una cosa es protegerlos y otra cambiar el rumbo de sus decisiones o de sus errores. Los humanos no se merecen nuestra ayuda después de todo lo que han hecho. Inclusive a nosotros los ángeles nos han traicionado, por eso se creó esa regla. Los humanos son despiadados y negros por naturaleza.

Explicó a grandes rasgos.

—Aun así, tú decidiste romper esa regla.

—Lo hice, cierto. Porque esa persona no era negra. La hicieron, que es diferente.

—¿A quién te refieres?

No respondió.

—Te he estado siguiendo por muchos años, Renhia. No está de más decir que me he topado con Andrel en más de una ocasión, lo que ha creado tensión en el cielo. Si supieras todo lo que hace Andrel por mantenerte con vida—musitó eso último.

—No necesito un guarda espaldas, gracias.

—Temo decir que eso no es así. Pero no te he seguido para salvarte. Tu destino ya está escrito y no se puede hacer nada al respecto, aunque eso deseé Andrel—maldita realidad—. Si estoy aquí es porque es tiempo de que parte de la maraña que te agobia se desenrede. Pero primero, ¿no deberías preguntar en dónde estás? ¿Cómo sabes que debes confiar en mí?

—Porque Andrel lo dijo—recordé aquel sueño con mi ángel de la guarda y no solo con él. Un fuerte pinchazo se dejó sentir en mi pecho, recordándome algo más—. Nievke....

-Envase de Oro- #1 El tiempo de la crisálida© /COMPLETA✓✓✓/ +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora