19. Recuerdos de humo

669 100 15
                                    

No podía ver nada, todo estaba en completa oscuridad y el frio me helaba la sangre. No tenía idea en donde me encontraba y mi primera reacción no fue gritar porque algo me decía que nadie iba a oírme. Un fuerte dolor atravesaba mi cabeza y por un momento sentí que iba a vomitar, pero aquello nunca llegó y traté de calmarme.

—¿Ya despertaste Elizabeth?— esa voz ronca hizo que mis nervios se dispararan de una peor manera y ahí sí deseé gritar. Sin embargo, no salió nada de mí garganta.— Estuve esperando durante tanto tiempo que creí que realmente se me había ido la mano al golpearte frente a la cabaña de tu extraño amigo, Sebastián.

—¿Quién eres?— pregunté con un hilo de voz. Mi boca estaba completamente seca y se me dificultaba hablar.

—¿De verdad quieres preguntar eso?— parecía que le entretenía aquella conversación. El sonido de su voz me lo confirmaba. No dije nada, porque no quería gastar el poco de energía que me quedaba. Sentía que estaba muriendo.—Has sido una niña muy mala Elizabeth, metiéndote en asuntos que no te incumben.

—¿Te conozco?—pregunté de la nada.

—Interesante pregunta— escuché un extraño crujido sobre mi cabeza y caí en la cuenta de que quizá él estaba sobre mi, aunque no podía tocarme.- ¿No se supone que eso era lo que intentaban descubrir tu y tus amigos?

—Y lo haremos—dije con voz fuerte. No iba a dejar que me intimidara—. Y cuando eso suceda te arrepentirás de haber puesto un pie en este pueblo.

—¡Guau!- soltó una risa siniestra—. Jamás pensé que Elizabeth Johnson tuviera tanto valor para decir eso.

—No sabes nada sobre mi— dije con molestia.

—Quizá— coincidió—. Pero sé que hay algo en ti que te diferencia mucho de los demás.

—No sé de qué hablas.

—Oh, claro que sí sabes de lo que hablo—me contradijo—. Y por cierto, que asqueroso lo que estabas haciendo, ¿Espiar a Sebastián? ¿Es tu estilo de verdad?

—Ni siquiera los miré, pensaba marcharme a casa.

—Oh, claro que si— dijo con tono burlón. Estaba intentando encontrar alguna luz, pero estaba completamente oscuro.— Hay mucha tensión entre ustedes y no sabía que te gustaban los tipos mayores, pero está claro que nada es lo que parece. La buena Elizabeth Johnson se enrolla con el misterioso hombre del bosque, ¿Quién lo iba a creer?

—No sabes nada.

—Hay algo que sí sé Elizabeth— su voz sonó más fuerte y siniestra—, a tu mami no le agradará enterarse o ¿sabes que? puede que no le importe porque ahora te has sumado a las desapariciones y nadie sabe de ti. Que pena de verdad.

—Van a encontrarme— dije con voz nerviosa—, y averiguaré quien eres.

-¿Por qué estás tan segura?- algo sobre mi cabeza volvió a crujir-. Si mis cálculos no fallan, nadie puede escucharte aquí. Nunca nadie se ha adentrado tanto en el bosque y como es ilegal cazar, no tendrás suerte de que alguien te escuche gritando.

-¿Qué?- pregunté asustada y solo hasta entonces pude moverme. Parecía haber troncos bajo mis pies y de vez en cuando, mi sudadera se pegaba en ellos.

-Te deseo suerte Elizabeth- pareció chasquear la lengua-. Ojalá que tú muerte sea rápida y por favor antes que eso suceda, reflexiona y grábate en la mente que no debiste meterte en mis asuntos porque este pueblo me pertenece y arderá bajo mi gobierno.
Escuché pasos y el miedo me invadió por completo. Se estaba marchando, estaba dejándome ahí, iba morir.

Rushville ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora