27. Los monstruos deben ser liberados

858 79 22
                                    

-Dylan...- susurré.

-Solo quiero saber... quiero saber si tú...- su voz se quebró por completo y sus bonitos ojos azules me miraron llenos de lágrimas. No quería hacerlo sufrir y aquello me dolía tanto como a él, ahora que podía ver el nivel de la situación me daba cuenta que dolía más de lo que imaginaba-. ¿Lo quieres, Elizabeth?

-Yo... no lo sé... es complicado- susurré.

-Necesito que me digas si lo quieres o no, Elizabeth- me dijo con un tono de voz más fuerte. Me acerqué hasta donde se encontraba y él retrocedió. Odiaba que hiciera eso, no iba a hacerle daño, no físicamente al menos.

-Dylan no es lo que tú piensas...

-Entonces ¿Qué es?- preguntó. Sus manos temblaban y grandes lágrimas resbalaban por mi rostro. Dolía, dolía como nada que hubiera imaginado-. Estás enamorada de Jeff Hardy ¿cierto?

-Yo...- dejé la frase en el aire y él solo asintió lentamente. Podía ver el dolor grabado en su rostro y eso estaba destrozándome más de lo que imaginaba.

-Supongo que fue mi culpa- susurró y yo respiré con dificultad-. Me alejé de ti y Jeff aprovechó.

-Lo siento- susurré y él negó con la cabeza.

-No eres culpable de nada, Elizabeth- se acercó hasta donde me encontraba y tomó mi rostro entre sus manos-. Solo quiero que sepas que nunca dejé de pensar en ti, ni un solo segundo y lo que Jeff ha dicho sobre la señorita Dempsey, no es cierto.

-Dylan...

-Yo creí que tenía todo controlado- soltó un largo suspiro y se secó algunas lágrimas que resbalaban por sus mejillas y volvió a sostener mi cara entre sus manos-. Pero me equivoqué.

No dije nada porque sabía que si lo hacía me rompería a llorar y no quería hacerlo. Ambos éramos culpables de lo que había sucedido y ahora teníamos que afrontar las consecuencias.

El silencio reinaba en la habitación y afuera la lluvia golpeaba con fuerza haciéndome volver a aquella noche en la que había empezado todo. Parecía que habían pasado años, sin embargo, no había sido mucho tiempo, la única diferencia era que ahora el pequeño lindo Dylan lloraba en mi habitación porque yo le había roto el corazón tan bueno que alguna vez había descansado en su pecho.

Lo abracé con fuerza rodeando su torso con mis brazos y él hizo lo mismo. Era un abrazo fuerte que informaba que ya no había vuelta atrás, era el fin y ya nada sería como antes; se separó lentamente y me miró fijamente mientras dibujaba una sonrisa triste en su rostro. Sus bonitos ojos estaban enrojecidos de tanto llorar, pero sus labios seguían siendo los mismos. Seguían siendo los mismos que había querido besar durante tanto tiempo, el moretón no hacía ninguna diferencia en su cara.


Estaba igual de guapo que la primera vez que lo había visto.

Me dio un suave beso en la frente y luego se apresuró a salir por la ventana. La lluvia sonaba fuertemente otra vez y mientras eso sucedía, algo dentro de mi se rompía y se marchaba con el chico que me había gustado por bastante tiempo.

Sentí las lágrimas que mojaban mis mejillas y solté un pequeño gemido de dolor. Me dolía y no podía negarlo porque aquello había sido real y estaba destruyéndome lentamente.

-¿Estás llorando, Elizabeth?- la voz de Elle me distrajo por completo haciendo que el dolor que sentía disminuyera poco a poco-. Creí que los monstruos como tú no sentían nada.

-¡Cierra la boca, Elle!- exclamé con odio y ella solo soltó una risa sarcástica-. No sabes nada de mí.

-Por supuesto que se algo de ti- la observé sentarse en el banco acolchado de la ventana-, eres un pequeño monstruo esperando a ser liberado. Un monstruo que ha pasado toda su vida reprimiendo la oscuridad que tiene en su pecho y está llamando a la puerta porque ya es hora de salir.

Rushville ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora