6. Envenenamiento

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Se giró hacia la puerta y juntos observamos a la Señorita Dempsey. Ella nos miraba fijamente o quizá sólo estaba mirando a Dylan, ya que su semblante cambió a uno más vulnerable y temeroso. Aquello podía significar cualquier cosa, así que no decidí prestarle tanta atención, ya que confiaba en Dylan y esperaba que el tuviera el valor suficiente para decirme cualquier cosa que le sucediera.

—Te escucho.

  No dijo nada, solo me besó rápidamente como si quisiera desaparecer en aquel mismo instante. Pude notar que estaba utilizando gran parte de su fuerza, ya que me sostenía fuerte por la cintura, podría jurar que estaba temblando y eso si me asustó mucho, ya que él nunca actuaba de esa manera.

—Oye... espera— me separé un poco de él y lo miré a los ojos. Parecía asustado por algo y yo no sabía cuál era el motivo y eso me ponía aún más nerviosa—,¿estás bien?

—Eso creo, es sólo que no he dormido muy bien.

  Toqué su mejilla y él lo único que hizo fue cerrar los ojos como si quisiera quedarse así para siempre o como si el hecho de que lo tocara disminuiría su miedo; me acerqué más a él y lo abrasé. Era muy divertido ver la escena, ya que mis brazos rodeaban su torso y él a duras penas podía reposar su barbilla sobre mi cabeza, esa era mi desventaja por ser bajita, pero eso no impedía que aquel abrazo fuera especial, al contrario, lo hacía más intenso y de alguna forma hacía que el sentimiento por él.

—¿Vendrás esta noche a ver el primer partido de Lacrosse?

  Asentí lentamente y volví a besarlo lentamente. No sabía si estaba haciendo bien o mal y tampoco me importaba porque lo quería lo suficiente como para no querer alejarme de él; era poco tiempo, sí, pero yo siempre había esperado aquel momento para estar con él y no iba a desperdiciar la oportunidad de estar con el chico que me gustaba desde el séptimo año, aunque su historial de popularidad se manchara un poco.

  Salimos de la oficina del entrenador y nos dirigimos a la cafetería. La hora del almuerzo era importante para muchos, aunque para ser sincera, yo no asistía mucho a ese lugar que siempre estaba abarrotado de personas; estar ahí era como confirmar que eres popular de alguna manera y no me gustaba cargar con un título de chica popular porque eso me parecía algo muy superficial y no quería ser tema de conversación de muchos porque de esa forma tendría que hablar sobre mi vida y sobre las cosas que me gustaban y no quería sonar como una loca al decir que amaba las historias de terror.

—No creo que sea un buen lugar para que yo esté— dije mientras me detenía en el umbral de la puerta.

—Podemos ir a un lugar más privado si quieres.

—Si por favor.

  Nos giramos y empezamos a caminar hacia el campo de Lacrosse. Habían pocas personas ahí, casi nunca estaba lleno de personas y solo por eso resultaba más tranquilo que la cafetería en sí, ya que ahí no había tanta bulla y podía leer o hablar sin que nadie me interrumpiera.

—¿Puedo preguntarte algo? — estábamos en la gradería y observábamos con tranquilidad el campo silencioso.

—¿Sí? — dije sin mirarlo.

—¿Por qué saliste huyendo aquel día que Jeff estaba molestándote? — su mano apartó un mechón de cabello y lo colocó detrás de mí oreja.

—Porque estaba nerviosa— lo miré fijamente y sonreí— ,creo que era la tercera vez que hablábamos desde séptimo grado y que me hablaras ese día hizo que todo volviera a estar de cabeza.

—¿Te gustaba desde séptimo grado? — preguntó sorprendido. Asentí sin borrar la sonrisa de mi rostro y él inspiró el olor de mi pelo, apoyé mi espalda en su pecho y cerré los ojos mientras el terminaba de recorrer mi cuello con su nariz— . Ni siquiera sé en qué momento perdí la cabeza por ti.

Rushville ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora