2.Desaparición

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                             (***)
Observaba la lluvia repiquetear en la ventana. Sostenía un bolígrafo y escuchaba al señor Jones dar su clase de historia, pero escuchar y prestar atención no es lo mismo, así que técnicamente no entendía nada.

  Estaba en aquel salón y mi mente inquieta no dejaba de pensar en el hombre del bosque ya que suponía que era lo más interesante que me había sucedido en los últimos años, ya que mi vida solía basarse en algo tan simple y normal como leer artículos de asesinos y libros de misterios sin resolver. Tenía una especie de obsesión ante aquellos asuntos y la verdad es que no cualquier persona es atraída por eso, es decir, ya sé que a las personas les gustan las historias de terror, a las personas de Rushville les encantaban esas historias, pero supongo que no lo llamarían obsesión de ninguna manera.

  Una bola de papel me golpeó en la cabeza y me giré indignada para enfrentar a mi atacante, pero se me paralizó el corazón al darme cuenta quién era.

—Oye Elizabeth— le lancé una mirada llena de confusión y él solo sonrió. Dylan me miraba sonriente.

—¿Sí? — pregunté en un susurro.

—¿Quieres ir a tomar un café después? — parecía emocionado y si él lo estaba yo también.

—Claro.

  Sonrió por última vez y lo único que hice fue devolverle la sonrisa porque estaba nerviosa y no se me ocurría nada más; después de aquel extraño suceso, volví a observar por la ventana y de alguna forma logré que el frío calmara mis pensamientos y solo de esa forma pude olvidarme del Señor Desconocido.

  Cuando sonó la campana que anunciaba el cambio de clase, me di cuenta que había algo diferente en todo aquello. En el pasillo cerca de los casilleros B, se encontraba la señorita Edwards y estaba acompañada de una rubia que iba completamente vestida de negro; parecía una de esas chicas rebeldes que llevan motocicleta y chaquetas con muchas cremalleras y cuando la observé con detenimiento me di cuenta que había acertado con mi observación, ya que llevaba un casco de motociclista colgado en su brazo.

  Sus ojos azules podían hacerme pensar que aquella chica no era tan amable como aparentaba. Su mirada era fría y tenía un mal presentimiento en contra suyo, pero aquello era algo inusual, ya que ni siquiera la conocía y no tenía aquellos sentimientos muy a menudo.

  Pude escuchar un poco de su conversación con la señorita Edwards. No es que me interesara, pero nunca nadie se mudaba a Rushville y eso sin duda llamaba la atención de muchos.

—Me gusta mantenerme en forma, así que me gustaría saber si hay algún sendero que recorra el bosque—decía la rubia.

—Claro que hay uno señorita, es el que pasa frente al lago Rush que termina uniéndose con el río de mismo nombre— la señorita Edwards sonreía con amabilidad cada vez que la miraba— el sendero termina en el puente de Rushville y ese camino la llevaría a las fábricas de muebles del centro de Rushville, nadie va a correr por esos lugares, pero no se las cosas que le gustan a usted.

  Me parecía una farsa todo eso de su ejercicio, es decir, tenía buen cuerpo, pero no parecía una chica que hiciera aquellas cosas y en Rushville la gente era normal, salían a correr, pero nunca nadie tenía la loca idea de correr en plena mañana por el bosque, así que aquello solo informaba una cosa y probablemente planeaba algo y eso tenía algo que ver con el bosque tan extraño que formaba parte de nuestro pueblo.

  La campana de entrada me obligó a pasar frente a ella y cuando hice esto noté el peso de su mirada sobre mí, pero no era como cualquier otra mirada, esta era diferente y de alguna forma lograba incomodarme y aunque no tenía idea de porqué sucedía tal cosa, algo en ella me intrigaba y me hacía desconfiar de una manera increíble.

Rushville ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora