31 ¿eres la presa o el cazador?

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Todos palidecieron al escuchar lo que acababa de decir aquel oficial. La madre de Dylan había muerto quizá mientras nosotros intentábamos salvar al señor Turner y eso nos confirmaba que aquello no solo era obra de una persona.

El detective White nos miró fijamente y luego nos hizo señas para que saliéramos de aquella sala de interrogación. Supongo que esa era la prueba que necesitaba para dejarnos en paz, pues se había dado cuenta que no estábamos en dónde había un cuerpo.

—¿Y si el señor McAllen la asesinó?— Jeff estaba encendiendo su auto cuando dijo aquello, yo me giré para confirmar que no hablaba en serio, pero en su rostro no había rastro de duda y eso me heló la sangre.

—No digas eso— murmuró Leila. Ryan solo escuchaba con atención todo y es que había sonado increíble.

—Apuesto a qué la asesinó para quedarse con la madre de Elizabeth— giramos en la avenida principal y observé las patrullas que iban a toda velocidad—, no me digan que suena loco porque es Rushville y todo es posible.

Había mucha verdad en aquello, pero no quería pensar que el señor McAllen asesinaría a su propia esposa solo para quedarse con mi madre porque eso significaba que también tendría que asesinar a Carl y aquello no me sonaba tan coherente porque Carl estaba loco.

—Supongo que decirle a la policía lo haría quedar como un buen tipo— Jeff no dejaba de hablar y eso me ponía más inquieta—, quizá el padre de Leila hasta se haga de la vista gorda y lo deje libre.

—No hables así de mi padre— le dijo Leila, yo ni siquiera sabía que pensar sobre aquello y la discusión de Jeff estaba volviéndome loca.

—¡Ay por Dios, Leila!— Jeff soltó una risa sarcástica y nos miró uno por uno—, ya encubrieron el incendio del 83, seguramente lo harían con esto.

—No sabemos cómo murió la señora Lilian— dije finalmente—, no podemos culpar a nadie porque podría ser uno de los otros asesinos.

—¿Cómo sabes que es más de un asesino?— preguntó Ryan y yo lo miré fijamente a través del espejo retrovisor.

—¿Acaso no es obvio?— me llevé una mano a la cabeza y observé la cafetería Olsen. Estaba muy agotada y hambrienta, necesitaba comer algo—. Una persona no podría hacer todas esas cosas, para rituales extraños necesitas seguidores, gente loca capaz de hacer lo que sea.

Todos guardaron silencio y yo sólo me apresuré a bajar del auto porque realmente quería comer una hamburguesa. Sabía que aquello los había puesto a pensar bastante, pero a mí me parecían bastante tontos porque cualquiera lo habría pensado así.

Marina me recibió con una sonrisa y me abrazó rápidamente. No esperaba que hiciera aquello, pero realmente parecía emocionada de verme ahí.

—¿No me abrazarás a mi?— bromeó Jeff y me pregunté si aquella era su forma lidiar con la tristeza que parecía invadir el lugar. La muerte de Kim había dejado un vacío en mi corazón y me sentía muy culpable.

Parecía que aún estaba en la pesadilla.

Marina nos llevó papas y hamburguesas y las devoramos tan rápido que deseé comer más, pero sabía exactamente qué no me comería toda la orden de papas y prefería no gastar dinero de más.

—La muerte de Kim ha impactado a todos— murmuró Marina mientras se sentaba con nosotros. Yo reposé mi cabeza en el hombro de Jeff y observé como Marina se ponía algo tensa ¿Acaso le gustaba Jeff Hardy?

—Esto se ha vuelto una pesadilla— comentó Ryan y yo pensé que ellos no tenían ni idea de lo que se sentía estar dentro de una pesadilla real.

Rushville ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora