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Estaba desanimado desde ese entonces. Todo daba vueltas a mi alrededor a pesar de que no me sentía mareado. 

Lo que sí me pasaba, era que me sentía vulnerable, que cualquier persona puede tomarme y hacerme lo que quiera sin que yo pudiera quejarme. Lo odiaba. 

Cuando pisaba la escuela, inmediatamente pensaba en querer irme a casa. No quiero estar aquí. Quiero dormir, quiero dormir y no despertar como la blancanieves luego de morder una manzana de una clara desconocida. Me sentía tan tonto como la princesa. Porque sí, para mi las princesas eran tontas. ¿Cómo pueden caer en trampas tan absurdas? No tiene sentido.

Hoy, por alguna razón, no me habían obligado a ir al sótano. Se sentía extrañado ver a los niños pequeños correr, atraparse, y juguetear en todo el patio. Se sentía extraño. ¿Qué es este sueño? Necesito un pellizco. 

Claro, no todo podía ser tan perfecto. 

Un brazo me atrapó, un puñetazo llegó a mi mejilla, dejándome aturdido, con dolor y con cierto mareo por el repentino golpe. Mi pequeño cuerpo salió disparado por aquel impacto tan desprevenido. Terminando en el suelo con cierto golpe de gracia que dieron en una patada a mi espalda. Trataba de arrastrarme y escapar de aquellos golpes. Era imposible. 

Sólo me levanté como podía. Y cuando llegué a unas escaleras. Que especifico, eran del sótano, sólo me quedé mirándolas. Este era su objetivo. Llevarme técnicamente por mi propia voluntad a ese lugar, sin que me diera cuenta. Me quedé viendo las escaleras, empinadas, polvorientas y grisáceas por el polvo acumulado. Suspiré, con dolor en mi costado y en mi cara. 

—Vamos, puedes bajar por ti mismo, o en contra de tu voluntad, huesitos.—Dijeron detrás de mi; el aire de mis pulmones fue liberado abiertamente con un suspiro.—¿Lo harás? Sé que puedes pequeño cobarde.—Susurró Jung en mi oído. Sentía su aliento a tabaco en mi oreja, y subiendo a mis fosas nasales detectoras de cada uno de los olores que se expandían por el aire. 

—N-No quiero hacerlo.—Susurré.—N-no lo hagas por favor.—Le dije mientras lo miraba. Estaba completamente asustado, era un gatito asustado, que estaba siendo acosado por dos leones gigantes con cicatrices en la cara. No era justo.

—Pues nada...—Me di vuelta, y cuando menos lo podía ver, mis reflejos me fallaron. Una patada llegó por la zona de mi esternón. Con mis manos extendidas al aire, caí, rodé más bien por las escaleras. Parecía un barril humano cayendo, sonando cada parte de mi sobre los escalones. Dolía, dolía demasiado mientras caía como un saco de papas. 

¿Por qué tenía que caer?

Choqué con la puerta de el sótano. Ellos seguían ahí. Y unos pasos corriendo llegaron al lado de ellos.

—¡Qué mierda!—Gritó el chico, el mismo chico de siempre.—¡Déjenlo en paz! Ya me tienen harto, no les ha hecho nada, déjenlo. ¡Es suficiente!—Iba a bajar los escalones, y otra patada llegó a su espalda. Cayó a mitad de camino, y yo lo intenté atrapar. Difícil, la verdad. Me dolía todo, y él no estaba tan mal como yo, puesto que bajó unos escalones antes de caer. 

—Si quieres, puedes quedarte con él, Mingyu de mierda. Siempre pensé que eras un imbécil, no me equivoqué nunca.—Se alejaron y suspiré. Las lágrimas de seguro saldrían. 

—¿Estás bien?—Preguntó, mientras buscaba tocar mis puntos más dolidos.

—No me toques, Mingyu.—Dije ya acordándome de su nombre.—Sólo quiero irme.—Suspiré, mientras sentía palpitar mi cabeza y mis piernas, el flujo de sangre acumulándose en estas zonas.

—Lo siento por no llegar más temprano... Podría haberlo evitado.—Solté una risita que provocó un dolor en mi costado.—¿De qué ríes? Yo no te veo nada de malo. Eres igual que yo, sólo que más delgado.—Suspiré.

—Es por eso tonto. Odian que sea tan delgado, piensan que tengo alguna puta enfermedad.—Me afirmé de la pared, mientras me levantaba.—¿Lo entiendes?—Mingyu asintió, mientras se levantaba más fácilmente que yo.

Nos miramos, ambos estábamos asustados. Pero a pesar de su miedo él es más fuerte que yo. ¿Cómo es eso siquiera posible? ¿Cómo puede cargar con el miedo en momentos tan tensos como esos? Debo aprender de él supongo. Me sentía protegido cerca de él, no obstante, estábamos en la misma posición. 

—¿Por qué me proteges tanto pero sigues siendo de su pandilla?—Pregunté mientras me apoyaba un poco en la pared. 

—Porque... En realidad, estoy con ellos para no quedarme solo.—Se encogió de hombros.—Creo que fue la peor decisión de mi vida...—Me miró con bastante sinceridad. ¿Por qué era tan abierto conmigo si ni siquiera nos conocemos? No quiero dar demasiada información. 

—Bien, aléjate de ellos, no valen la pena. Nos vemos, Mingyu.—Subí las escaleras con tranquilidad.

—Adiós... ¿Cuál es tu nombre?—Dijo mientras yo le daba la espalda, escuchando su voz reverberando sobre la pared para llegar a mis oídos.—Siempre escucho apodos, pero nunca tu nombre...—

—Me llamo... Wonwoo, pero llámame como quieras.—Suspiré, mientras me daba un golpe de mareo. Me di vuelta y le sonreí a pesar de todo 

—Bonito nombre, Wonwoo. Un gusto conocerte, pequeño.—Me guiñó un ojo, y como si no hubiese rodado por las escaleras anteriormente, subió las escaleras demasiado rápido. Me extendió la mano cuando llegó a mi lado, ayudándome a subir con suavidad y a mi ritmo.

—Gracias...—

—Adiós... Ten un buen día. El próximo receso... Haré lo posible para que esto no pase. Lo prometo.—Asintió con seguridad, un brillo en sus ojos apareció a pesar de el final de las oscuras escaleras.—Haré lo posible para que nunca tengas que pasar por esto otra vez...—Susurró, mientras sus labios al terminar la oración se mantenían entreabiertos. 

—¿Por qué eres tan bueno conmigo si no me conoces?—Pregunté con la duda vomitada por las palabras. Él me dio una pequeña risita, que interiormente me hizo sonreír de lo tierno que fue. Sus ojos se achicaron y pequeñas arrugas aparecieron al final de estos, mostrando unos colmillos graciosos al sonreír. 

—Porque sé que vales la pena. Mucho más que cualquier persona dentro de este lugar.—Suspiró, dejando su aliento en el aire. Sus manos subieron por el tubo de metal de el barandal. Se movió, y subió el último escalón. 

Salió disparado. 

Yo sólo pensaba en lo afortunado que podía ser a pesar de todo. Algún rayo de luz podía aparecer luego de tanto tiempo, algo bueno podía hacerme cambiar mi perspectiva de todo. Algo estaba cambiando, me gustaba, quiero salir, quiero que el Wonwoo oculto pueda salir. Quiero sonreír como lo hacía, hablar por los codos como antes lo hacia. Quería sonreír, dejar de llorar. Secar mis lágrimas con el dorso de mi mano y salir corriendo mientras reía como si mi vida fuera del color de las flores de un blanco jardín. Ser inocente, despreocupado por cinco minutos, sonreír, que el blanco de la inocencia me bañe en su inmaculada tonalidad. Quería gozar mis momentos de libertad como si no tuviera más en ninguna instancia. Quería suspirar por alguien que me llevara el corazón en las manos. Alguien que maneje mis sentimientos como un hilo, moviéndose por unos blancos dientes, unos ojos redondos oscuros o claros, una nariz graciosa o perfecta, unos labios encantadores que se curven al verme, y por último su personalidad que me enganche desde el minuto uno. Que nos veamos y sepamos que la conexión sólo surgió. No hay nada de malo, no hay nada de bueno, no hay nada. No encuentro nada, y quiero algo de eso. ¿Dejaré de ser juzgado por mi cuerpo? Necesito eso. Necesito poder sonreír sin falsedad, poder escribir cuentos que en verdad sean de verdad, cuentos que tengan un final realista pero feliz. Algo que pueda alcanzar y no imaginar. Ver a esa persona especial, sonreír, reír, alegrarme y completarme con esta. Lo necesito.

Necesito alguien que de verdad muestre esto. 

¿Llegará aquella persona?

Alguien puro de ojos.

Limpio de corazón.

Pulida de sonrisa. 

Y rebosante de amor.

¿Llegará aquella persona?

Aquella persona que me sacaría del pozo. ¿Será posible?

-Body-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora