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Día definitivo. 

Teníamos que ir a clases normales, y luego ir a una especie de baile. Sí, super preparado todo. No me gusta ir, no quiero tener una fiesta de graduación con un traje formal. Mi madre me obligó a usar un traje para la noche, aunque no era tan formal. Era un traje normal, supongo. Nunca he usado traje, a menos de que sea para algo demasiado formal.

Me levanté con entusiasmo, me fui a clases, y con mucha lentitud la primera clase pasó. Tenía un receso pequeño, por lo que me dediqué a ir con Mingyu, lo busqué, viéndolo en las taquillas mirando el interior con cierto aire de nostalgia.

—¿Qué pasa?—Me apoyé a un lado de él y del casillero que admiraba.

—Nada. Sólo me dio un poco de nostalgia mirar el casillero. Algo tan tonto como un casillero tiene importancia. Quien lo diría.—Sacó todas las cosas que traía, y cuando me vio, me movió un poco para ver el interior.—Estas cosas las puse hace un tiempo, y las fotos desde que dimos nuestro primer beso. ¿Hace cuanto? ¿Cinco meses? Siento que han sido cinco segundos.—Suspiró, mientras ponía sus brazos adentro sacando las fotos, y las estrellas que brillan en la oscuridad, eran demasiado bonitas. 

—En realidad llevamos siete meses, creo que más, no estoy seguro.—Sacó todo, y le quité algunos libros de sus brazos. Lo acompañé a el aula, y luego a su pupitre. 

—¿En serio? Ya perdí la cuenta.—Sonrió coqueto. No había nadie, y eso me hacía sentir libre de besarlo y comerlo a besos en esos minutos a solas. 

—Te la recordaré entonces.—Dejé los libros a un lado, al igual que él. Me acerqué a él con paso peligroso, y puse mi mano en su mejilla, pasando mi pulgar por el final de su ojo. Le di siete besos en sus labios, mejillas y frente, repartidos.—Y sé que serán más.—Susurré en su oído. Me alejé, y cuando me di la vuelta, tomó mi mano.

—Por supuesto que serán más... Y tantos, que no podremos besarnos tantas veces.—Sonrió, soltando mi mano.

Le sonreí de vuelta, y me despedí. Me fui a mi pupitre, los demás alumnos llegaron conversando puesto que el timbre ya había sonado. Algunos distraídos y otros más enfocados en terminar el último día. Seguro no haríamos nada esta clase. El profesor estaba feliz, por alguna razón conversaba con nosotros y no hizo clases. 

Todo el día pasó con lentitud, entre charlas motivacionales, promesas, y preguntas existenciales, el día terminó. 

Normal, pues claro, aunque la entrega de diplomas, no fue tan especial como pensé, la verdad. Ni siquiera me dio tiempo para ver a Mingyu con su diploma en mano y su sonrisa. 

Me fui a casa, sin Mingyu ya que se fue con sus padres a casa.

Estuve dos horas preparándome mentalmente. Mingyu me dijo claramente: "Ven conmigo, sé que la pasaremos bien. Sólo nosotros dos."

Y esa propuesta, fue la mejor que pude haber escuchado de su parte.

Sí, mi mamá ya había comprado el traje, ya tenía las ilusiones, pero no quería ir. Sólo lo hago por Mingyu y por la diversión que formaríamos juntos. Me vestí cuando quedaba una hora, me peine un poco, y me puse un labial con sabor a sandía. Sí, tenía un leve toque de aroma y sabor a sandía. Sabía bien. 

Me vi en el espejo cuando estaba listo. 

Acordamos encontrarnos allá, así que mi madre me fue a dejar a la escuela con una alegría y entusiasmo mucho mayor a la mía. Me sentía con pocas energías, pero de todas formas me encontraba ahí, yendo a la famosa graduación por la cual pelearon tanto. Cuando escuché la música más cercas y las luces de colores dentro de la escuela, en el gimnasio, me relajé. Habíamos llegado.

Me bajé del auto y me despedí de mi madre. 

—Adiós mamá. Nos vemos. Quizás me vaya a dejar Mingyu, si no es así te llamo.—Asintió, dándome una sonrisa, sin dejar de tomar el volante.

—Cuídate, y pásala bien, te amo.—Asentí y cerré la puerta de el auto. Me bajé la chaqueta de el traje. No era totalmente formal en realidad, sólo un poco. Me sentía un poco incómodo. 

Fui más feliz a el gimnasio, y entré. Los oídos me retumbaban con el alto volumen de la música. Algunas chicas bailando con chicas, incluso algunas chicas bailando con chicas, otros bebiendo, algunos conversando a gritos por la música, otros sólo se quedaban viendo mientras disfrutaban su soledad. Me fui a la mesa de comida, tomé algunas frituras quedándome quieto. 

Pasaron unos quince minutos quizás, hasta que alguien robó de las frituras de mi mano. 

—Amo las papas fritas. ¿Tú no?

—Te he dicho tantas veces que amo las papas en general.—Reí mirando su sonrisa. Se veía demasiado bien con traje, repito, DEMASIADO bien. Me siento insignificante con su pelo hacia a un lado, su traje bien arreglado con su inmaculada camisa y su sonrisa blanca y brillante.—Te ves demasiado bien con traje.—Dije mientras reía, comiendo las últimas migas de comida de mi mano.

—¿Ah sí? Temía que no te gustara mi yo en traje.—Sonrió, tomando mis manos, mientras se desplazaba con lentitud y discreción a la pista de baile. 

—Te amo a ti, con lo que sea que llevaras puesto. Aunque sea un puto saco de papas, te amaré igual.—Rió un poco mientras asentía.

—Le quitaste lo romántico con el saco de papas, pero al menos tienes razón.—Ambos reímos, mientras comenzábamos a chocar con la gente que también bailaba con energías. 

En un segundo ya estábamos bailando ambos, cerca uno de otro, mientras gritábamos o bailábamos al ritmo, con cierta energía y esplendor que teníamos. Nuestras sonrisas alegres y las risas traviesas, las preocupaciones pateadas de el ambiente de diversión, el estrés no cabía acá largándose sin pensarlo más. Sólo nosotros dos, la música, y la diversión. Todo en un sólo segundo, en un sólo lugar y en sólo una estancia. 

Su mano tomó la mía, haciendo que me acercara a él, choque con su cuerpo, mi mirada fue a la suya y ambos dejamos de movernos en la pista. Nos miramos, un ambiente cálido se formó entre ambos. La fiesta tan formal, ahora era una totalmente alocada. Su cuerpo tiraba un calor hacia mi que no debería de ser normal, en su sien corría una pequeña gota de sudor, su sonrisa no se disipó.

—Te ves hermoso con las luces.—Susurró en mi oído aislando el sonido de los altavoces rebosantes de sonido que enloquecía a todos los presentes. Mi corazón más que acelerado, tomó su rostro por el simple impulso de hacerlo, sólo porque lo quería así. Lo besé mientras algunos cuerpos chocaban con nosotros. Lo besaba aunque estuviera todo el mundo moviéndose. Giraba su cabeza, y yo al otro lado contrario. Con cuidado introduje mi lengua. Pocas veces somos así de empalagosos. 

Nos separamos, y tomados de las manos volvimos a bailar. 

Relamí mis labios, que fueron delineados por su lengua. 

—Te amo.—Me detuvo y me tomó por la cintura, abrazándome sin dejar de saltar.

—Yo igual.—Dije en su oído casi gritando.

—Creo que voy a explotar de felicidad.—Dijo riendo.

—Yo siento que voy a vomitar arcoíris, no eres el único.—Sonreí, mientras saltábamos al ritmo de la música. 

Nos separamos, y bailamos como nunca. 

La noche acaba de comenzar. 

-Body-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora