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¿Cuál era la diferencia entre existir o no?

Nadie se daría cuenta. Ni siquiera mis padres que no me hacen caso. No tiene sentido seguir aquí, ni siquiera respirar tiene sentido, ni siquiera seguir comiendo, o seguir estudiando vale la pena. Nada vale la pena. 

No me gusta atarme a sentimientos, no me gusta sonreír, ni demostrar nada. Ni una lágrima, ni una risita. Nada, todo debe mantenerse oculto. Así, sin nada más que se pueda ver con sólo una mirada pequeña hacia mi.

Pero, últimamente se me hace difícil hacerlo, se me hace difícil ocultarlo. No lo entiendo, no sé porque mi estómago se sacude como si tuviera una vida aparte, y se sacudiera como si un saco de papas pareciera. No lo sabía pero me agradaba sentirme así con una persona tan genial como él. 

No me avergüenzo. 

No me escondo.

No me oculto.

Me sentía un poco más libre que antes.

Era lunes, nueva semana, el fin de semana fue genial, descansé e hice muchas cosas que en realidad me apetecían hace mucho tiempo. La pasé solo, cosa que amo, puesto que la soledad era lo único que me acompañaba. Dentro de todo, era lo mejor que podía hacer. 

Y cuando la semana comenzó con un buen pie, un buen desayuno, justo como Mingyu me lo repite cada día antes de despedirnos. Sí, ya se volvió costumbre el hecho de poder caminar y conversar en el trayecto a casa. Era bonito, genial, y completamente hermoso. Me ayudaba a alegrar mi día antes de caer a la realidad en mi casa. Simplemente hermoso. 

Caminé, con apuro. Estaba quince minutos atrasado, seguro llegaría tarde. Sí, algo tenía que pasar esta mañana. No se podía arruinar, sigue corriendo Wonwoo. 

Corrí, y por suerte me dejaron entrar. Llegué al salón acelerado. Estaban estudiando historia, mi materia favorita. La profesora me miró con tranquilidad, sonreí y le agaché la cabeza para luego entrar con discreción a el aula. Me senté y con mucha torpeza sacaba mis cosas. Una mano tocó mi hombro. Me di vuelta, venía de atrás. Me entregó un papel, ni siquiera le vi la cara a el chico que me lo entregó. Venía de atrás. Me extrañaba.

Lo abrí. Era una letra conocida. Leí: "Ve a el sótano hoy, tengo problemas con ellos. No quiero que salgas lastimado." Mi corazón se detuvo. No podía ser un día perfecto, nunca, nunca, nunca. Guardé el papel en mi bolsillo, un suspiro salió de mis labios, y me instalé para prestar atención en condiciones. Tenía un nudo importante en mi garganta y en mi estómago. Me sentía completamente nervioso, tanto que me dieron ganas de vomitar. 

Mis manos jugaban entre sí mientras el tiempo pasaba.

El timbre de repente sonó, pegué un pequeño susto, y varios compañeros que pasaron por mi lado se rieron de aquella queja. Otras personas me levantaron, me dieron un golpe en el estómago, y me llevaron al lugar que mejor conocía en la escuela. Sí, mi super lugar favorito. Noten mi sarcasmo. 

Obviamente me encerraron, y mis ojos estaban temblorosos, dudando en si liberar lágrimas. Hacía tiempo que no me encerraban, incluso había perdido la costumbre de este lugar frío, aislado, húmedo y triste. Casi había perdido por completo aquella costumbre completamente tóxica para mi mismo. Odio todo, quiero irme, quiero ir detrás de la reja con Mingyu, compartir mi colación y sólo pasarla bien.

Sólo podía pensar en los momentos adecuados que pude pasar ahora en vez de estar encerrado. Una lágrima silenciosa pasó por mi mejilla. Cayó al suelo, mojando el sucio cemento que mis pies sentían. Me sentía como un verdadero tonto al pensar que esa felicidad, esos momentos con Mingyu durarían por siempre, como si esta no fuera mi realidad. Todo era y fue un sueño, me dolía pensarlo. Un sueño del cual tuve que despertar. No me gusta. 

-Body-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora