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Mi pulso se aceleraba. 

Mi mente estaba en las nubes. 

Y mis manos en los bolsillos, tomando en mi mano la estrella de papel. Sí, esa estrella que tanto me tenía intrigado, la estrella que determinaría si podía por fin decidirme por mi cabeza o corazón. 

Parece que la batalla estaba resuelta. 

Me fui caminando por los pasillos. Por fin estaba caminando por los pasillos como todos. Me encontré con Mingyu hablando con una chica, mientras guardaba sus libros, su mirada fue de sorpresa al verme. Cerró su casillero y despidió a la chica para acercarse a mi. Sonreí, sosteniendo la estrella con la mano dentro del bolsillo, revoloteándose dentro de la tela estrecha de el bolsillo. Me tenía nervioso su mirada. 

—Quiero hablar contigo. ¿Podemos?—Pregunté mientras apretaba mi puño sin la estrella dentro.

—Claro. 

—Bien. Supongo que sabes donde.—Murmuré, sintiendo su mano apretar la mía para caminar juntos. 

Quizás ambos estábamos nerviosos, no lo sé, sólo sé que mi corazón exaltado no me dejaba caminar con normalidad, ni pensar con nitidez. Sentir como su mano apretaba la mía y su mirada se pegaba a mi, mirándolo de vuelta y ver como su vista se alejaba por la poca discreción se sus ojos. Su mano acariciar mis dedos por cada paso que dábamos. 

¿Por qué me siento así?

—No sé como empezar. No sé como decir todo, pero...—Tomé aire, muy profundamente, con cierto temblor en mi tono.—Toma esto... Están las tres.—Le entregué la estrella, mientras un brillo en sus ojos aparecía. Sus manos la tomaron, y sacó de su propio bolsillo las otras dos. 

—Supongo que yo sí sé como comenzar...—Suspiró, miró las tres estrellas y las guardó en su puño.—Creo que esto es lo correcto... Wonwoo...—Tomó mi mano, mientras me miraba, su cuerpo cubría el mío de aquella brisa amenazadora de el calor corporal que producía, terminando por mezclarse con el suyo. Era mágico ese olor a limpio con el aroma a café tan potente en su ropa y cuerpo. 

—¿Qué es lo correcto?

—Amar.

—¿Amar?

—Sí, amarte.—Susurró, mientras levantaba aquella mano a mi cara. Sentí sus dedos recorrer mis pómulos y sólo me hizo sonreír, sentirme con un cosquilleo y con una carga menos en mis pies, como si pudiera volar.—¿Es eso posible sin ser encerrados? ¿Es un delito?

—No lo creo.

Puse mi mano encima de la suya que estaba en mi mejilla. Lo miré y sin querer, sentí como el aire se me iba de los pulmones, me sentía como si me hubiera quedado sin aire con sólo mirarlo. Suspiré tratando de reponerme y rió bajito.

—Creo que yo también...

—¿Tú también...?

—Yo también te amo.—Susurré.

—Me parece bien.—Se encorvó un poco...

Me pasó la mano por mis mejillas y me besó con suavidad, los labios que pasaron por los míos. Se sentía demasiado bien, malditamente bien. Seguro me podría quedar pegado a él todo el día si podía saborear sus labios...

Uf...

¿Desde cuando puedo pensar así de una persona?

Subí mis manos a sus mejillas, y las suyas bajaron a mi cintura. Su sonrisa se notó en medio del beso cuando tomé un poco las riendas girando mi cabeza. Nos separamos y suspiré, sintiendo también su aliento cálido en mi rostro.

—D-Debo irme... Tengo clases.—Murmuré con la cara más que roja. 

—¡Espera!—Tomó mi muñeca, para mirarme, descubriendo mi rostro rojizo como un tomate.—No dejaremos que sólo sea un beso... ¿Verdad?

—No. Las estrellas siempre están ahí.

Las miró, soltando mi muñeca. Le di un beso en la mejilla antes de irme, y me despedí, saliendo disparado de aquel lugar que tenía demasiado recuerdos almacenados en mi cabeza, momentos que sólo podían ser hermosos. 

Volví a clases, pensando, con la cabeza en otra parte volando como una mariposa, igual que las mariposas en mi estómago. No podía creer que todo eso hubiera pasado en sólo un día. Acercarme y que listo, me besara. Me siento en otro mundo. Creo que este es mi día.

La clase pasó demasiado lenta, siento como si el día se me hubiese ido en una sola clase. Era la última por lo menos. Guardé mis cosas y cuando no quedaba nadie más, suspiré sentándome en mi pupitre, relajándome. 

—Parece que te gusta mucho huir.—Preguntó el chico que estaba con un vaso con café en la mano.—¿A caso no te gustó?—Rió mientras bebía de la bebida caliente, Mingyu parado en frente de mi pupitre mientras colocaba mi mochila sobre el hombro.

—No. De hecho fue lo mejor. Pero... Sólo me puse nervioso. Nunca me había enamorado antes.—Su risita juguetona y sus colmillos acompañados me hicieron sonreír y sonrojar un poco.

—¿Enamorarte? Eres todo un bebé.

—No lo soy calla.

—¿Ah sí? Demuéstralo.—Con aires seguros de su afirmación, se acercó sin el vaso en la mano, se acercó a mi, y cuando estaba cerca de mi, tomé su cara y lo besé con suavidad. 

Se sentía mágico, no sé que me pasa, pero simplemente no me quiero despegar. El corazón se me dispara, los labios toman fuerza, y mis ojos se cierran mientras las manos hacen lo que quieren sobre su cara. Nos separamos, y mientras le asentía, tomé la mochila que en medio del beso se cayó al suelo.

—Que buena demostración. ¿La puedes repetir?—Sonrió, mientras tomaba su café y la mochila que no había visto. 

—Me gustaría, pero tengo que irme. Mañana tenemos examen y no me puede ir mal.—Asentí, subiendo las dos correas de la mochila sobre ambos hombros.—A menos de que tengas la tarde libre.

—Ojalá, tengo que hacer deporte hoy.—Hizo una mueca con sus labios y luego me sonrió.—Para otro momento pequeño.

—Adiós.

Me despedí, con un último beso en los labios y otro en la mejilla. Era gratificante, a más no poder. Su sonrisa al separarme de él, era la mejor imagen que podía tener antes de marcharme por el portón de la escuela y el mejor día de mi vida acabado por sólo unos pasos lejos de aquel lugar tan concurrido por mi vida día a día. Mi mochila se sentía liviana, yo estaba liviano, si es que ya no era una pluma. Mi vida se sentía casi resuelta. ¿Éste es mi final feliz? Al final las princesas no eran tan absurdas. 

Llegué a casa, dejé mi mochila, y comencé a estudiar distrayendo a mi cabeza para no pensar en el día tan maravilloso que tuve. 

Cuando terminé, me puse a pensar en Mingyu.

Me sentía feliz, pero...

Confundido, sólo pasó.

Ambos sabíamos lo que sentíamos pero de todas formas no dijimos nada, nunca lo dijimos de frente a pesar de saber lo que cada uno sentía bajo la coraza de fortaleza. Sí, siempre se supo y ni cuenta nos dimos. El momento llegó por el simple hecho de que un estúpido pedazo de papel lo determinara. Un tonto pedazo de papel que terminó siendo lo que determinó mi final feliz. Mi propio final que no era escrito por mi lápiz si no que era por el lápiz de el destino, uno que nadie podía tocar ni manejar a gusto. Menos el reescribir. ¿Cuál es esta situación tan hermosa? ¿Era eso de lo que siempre se habla en una película romántica?

No lo sé.

Pero sé.

Que Mingyu debería estar aquí.

Sí.

Lo sé.

Caprichoso. Pero... ¿Quién no?

Me siento completo...

Y desnudo sin su mano tomando la mía...


-Body-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora