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Sí, nuestro plan estaba listo. Hoy era nuestro día, el día en el cual tendría que funcionar todo. Algo que esperábamos ambos, más yo que Mingyu. Por alguna razón, Mingyu estaba emocionado, por más que él no sufriera tanto como yo, o que él no se libra nada, y no le afecta en nada. Supongo que es algo de lo que más le agradezco. Es la única persona que se ha preocupado por mi. Y tengo tantos sentimientos encontrados con él, que ya no sé que camino tomar. 

Mis pies se movieron más que rápido cuando vi que estaba llegando tarde a la hora a la cual Mingyu y yo habíamos acordado. Mi pecho acelerado, junto a mi corazón que intentaba manejar todos los sentimientos y sobre todo el ritmo de mis pies acelerados. La cabeza procesando todo lo que hoy tengo que hacer. 

No sabía como podía soportar todo en un sólo día, pero de que podía, podía. Mi mochila moviéndose a todos lados por mi movimiento corporal al correr. Llegué a tiempo. 

Me adentré a la escuela, no había ni un alma, era demasiado temprano. Cuando deambulaba con cierta agitación, y con una especie de miedo en mi pecho, una mano me tomó el brazo, y me tiró hacia el patio, donde estaba más oscuro. Olí un particular olor a café, claramente sabía de quien se trataba. Me relajé y caminé con esa persona que se había robado todo razonamiento inteligente que siempre dominaba a mis sentimientos. Algo hacía él en mi.

—Llegaste a la hora, pensé que no lo lograrías.—Rió bajito.

—Hoy es un día especial, y lo sabes. 

—Lo sé.

—Bien. ¿Qué viene ahora?—Susurré mientras nos sentábamos en una banca en el patio.—Dime que haremos todo según el plan.

—Sí, todo según el plan. No tienes que preocuparte por nada pequeño.—Sonrió, mientras no soltaba mi mano.—Si pasa algo malo... No quiero que salgas culpable, si es necesario, me echaré la culpa.—Bajó la mirada.

—¡No! Claro que no, ya has tomado demasiados problemas por mi, sólo... No pensemos que saldrá mal.—Sonreí, tratando de apaciguar mi miedo, y mis ganas de sólo decirle a Mingyu que era yo el problema y no él. Que lo quería demasiado como para que siguiera entregando todo por mi. No era justo si yo no podía hacer lo mismo por él.—Cuando lleguen, y tengamos clases vendrá todo bien. Luego, cuando salgamos a un receso, me tienen que perseguir, los encerramos, un rato, tú distraes a los demás y llamo a la directora.—Suspiré mientras explicaba.—Tengo miedo.

—Nada pasará, lo prometo.

Esas palabras me sacaron una presión del corazón bastante grande. 

¿Por qué la directora sabe todo esto?

Pues siempre me dice que no tiene evidencia de que yo soy la "víctima" o de que tiene alguna razón para que Jung sea sancionado. Por lo que sólo los suspenden o lo mandan a castigo. Lamentablemente funciona así. Por eso, si le muestro donde yo pasé mis días, o como me trataba, pues claramente sería más creíble, contando también la testificación de Mingyu. Supongo que todo está fríamente calculado para no fallar. Una corazonada me decía que todo iba a estar bien. 

Sí.

Así sería. 

Creo que al fin puedo darle fin a mis miedos, a mis heridas, a mis sentimientos tristes y desolados que me hacen sentir miserable. Podré dormir tranquilo sin temer el amanecer y el tic tac del reloj antes de la alarma. ¿No?

La mañana pasó rápido. Se supone que nuestro almuerzo sería el momento adecuado. 

Así lo hicimos. 

Me "encontré" con Jung en los pasillos, y con sonrisa malvada me señaló, se acercó un poco a mi, y salí corriendo. Me dirigí a el sótano, hice un ruido con la puerta y creyó que yo había entrado. Entró y se quedó mirando el interior buscándome. Le cerré la puerta y cuando se dio cuenta de la trampa tendida en frente de sus narices, comenzó a patear la puerta.

—¡Hijo de puta!

—Cállate, no hagas esto más difícil.—Me asomé un poco en la ventana de la puerta, me miró a través de esta con enojo, pero con simple ira en su cara, sin intentos de golpes.

—¿Qué planeas con el puto de Mingyu?—Gruñó mientras yo me aceleraba. Sí, me daba miedo.

—Ideo sacarte de aquí, porque no mereces lo mismo que tú me hiciste, pero si es la única forma de mantenerte tranquilo, no me queda otra. Eres un animal, y por eso estás detrás de esta puerta hasta que la directora entienda todo.—Suspiré.—No tienes nada que hacer, tenemos sólo que hablar. Mira... Quizás pueda dejarte salir, pero... Si me haces algo, le darás más razones para ser expulsado.

—Déjame salir... Por favor. Soy claustrofóbico.—Mis ojos se abrieron. Su tristeza y agobio en sus ojos me preocuparon. No quería hacerlo sentir de la misma forma que él lo había hecho conmigo, no era justo. 

—Está bien... Pero si mueves un dedo, no te lo perdonaré.—Con las llaves en mi mano, abrí la puerta. De a poco la abrí, y cayó al suelo, como si no estuviera respirando.—¿Estás bien? Lo siento, sólo...—Lo levanté, sosteniéndolo.

—Gracias... Supongo que eres un buen chico después de todo, Huesitos.

—Nunca he sido un mal chico, sólo que no me conoces.—Asintió, mientras se sentaba. 

—Pero demasiado bueno para este mundo cruel.

Se abalanzó a mi, me apegó a la pared con fuerza, levantando un puño. Mientras yo me intentaba zafar, le golpee en la pierna, con mi propio pie, y salió retrocediendo en el estrecho lugar de las escaleras y la puerta de aquel oscuro lugar. 

Escuché pasos, la directora estaba en contra de la luz viendo como Jung se acercaba a mi con cierta forma amenazadora. 

Todos paramos el mundo.

La directora tomó del brazo a Jung.

—Estoy harta de tu actitud.

—P-Pero...—Susurró el menor, el más pequeño que se encogió con la voz autoritaria de la directora.

—Será mejor que te calles antes de que todo se convierta en algo mucho peor. Tendré que llamar a tus padres. A mi oficina ahora mismo.—Apuntó mientras este chico subía con tristeza y temblores en sus acciones.—Perdón por no creer desde un principio, en verdad lo siento muchísimo. Gracias por todo.

Se fueron.

Y cuando veía como todos mis problemas se diluían con sólo esas palabras, me desplomé en el suelo. Me sentía aliviado. 

—¿Wonwoo?

Un brazo me tenía rodeado, sentándome en uno de los escalones de la escalera gris y sucia, tan sucia como todo este lugar completamente horrible. Mi corazón se aceleró y una sonrisa de alivio y felicidad se construyó con cosa de dos segundos. 

—¿Estás bien?

—Por supuesto que sí.—Asentí, mientras me relajaba y dejaba caer mi cabeza en su hombro.—Demasiado bien... Al fin terminó.—Susurré, mientras un peso menos en mis hombros dejaba de presionar tan fuertemente.

—Sí, ya terminó todo... Creo que ya puedo dejarte en paz...—Soltó una risa pequeña, mientras me acariciaba un poco por los hombros.

—¿Dejarme en paz? ¿De qué hablas? Eres mi mejor amigo, eres la única persona que quiero, no digas eso, no te vayas, por favor.—Susurré, tomando su manga de la sudadera que llevaba. 

—Me alegra mucho saber eso... No me iré entonces.

—Me parece bien.

Suspiré, mis hombros se relajaron y la puerta del sótano se veía más lejana, como si una etapa de mi vida se hubiera cerrado. Todo quedó en el pasado, todo se abandonó para soltar las cosas que me ataban a un lugar irreparable de pura miseria, de desgracias y dolor. Un lugar manchado por todo lo malo, manchado de peligros, de miedos, de momentos terroríficos y momentos que no se borran fácilmente por la mente traicionera. Me duele todo, pero al fin combatí todo de raíz.

—Al fin terminó todo.—Aspiré el aroma a café de su sudadera, y me quedé tranquilo.—Tengo que darte la última estrella... 

—Entrégamela cuando quieras... Cuando sientas que valga la pena. 

No podía estar más en en lo cierto.

En el momento exacto...

Creo que ya lo tengo.

-Body-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora