28.-

504 65 5
                                    

Bailando hasta que el corazón se te salga, hasta que el sol salga, o hasta que el alcohol se acabe. Decide. 

Mingyu estaba junto a mi, bailando como malditos poseídos. Su sonrisa mientras movía sus brazos, o haciendo caras graciosas para hacerme reír en medio del baile, era mi parte favorita de toda la noche. En verdad, era él mi parte favorita.  Él era mi parte favorita de la vida, no de la noche, ni de este momento... Era de todo. 

Me sonrió al verme tan embobado con su rostro. Le sonreí de vuelta, y cuando bajé mi mirada la música se detuvo. Una música lenta sonó, y sus manos tomaron las mías. Todas las parejas se movían al ritmo de la música lenta y suave, pausada. Salí de la pista, y él me seguía. Sabíamos que ese, no era nuestro momento. Era mejor disfrutarlo como sabíamos. 

—¿Sabes donde ir cierto?—Dije mientras sonreía, sin soltar su mano percibiendo con mi vista difusa la poca luz que había.

—Por supuesto.—Tomó mi mano, adelantándose y riendo como niños pequeños. Fuimos a nuestro parquecito. Detrás de la reja, donde había pasto, árboles, tranquilidad y diversión sin alcohol o música de por medio. Nos sentamos en una banca que nosotros mismos llevamos, que había cerca. Una banca blanca, antigua y descuidada. Bajo ese árbol grande, frondoso y esponjoso. 

Apoyé mi cabeza en su hombro al sentarnos. Las estrellas se veían hermosas, la luna formando una linda sonrisa, como si estuviera disfrutando de nuestro pequeño momento. Tomé su mano, suspirando, con una felicidad en mis pómulos que nada podía bajar. 

—Estoy... Feliz.—Levanté mi cabeza luego de pronunciar estas palabras.—Hace tiempo no lo soy... Me trajiste de todo. Todo, contenido en una persona.—Reí, liberando aire con un leve refunfuño. Su mano tomó la mía, y besó mi mejilla con suavidad.—No sólo felicidad. Un poco de todo. Tristeza, enojo, felicidad, emoción, confusión y mucha de esa, pero sobre todo... Eso que llaman enamoramiento. ¿La conoces?

—Sí, porque gracias a ti pude probar.—Nos miramos, mientras la música de el gimnasio todavía se escuchaba cerca, pero distorsionada.

Nos acercamos, de a poco, centímetro por centímetro, apreciando cada maldito milímetro de su rostro y él del mío. Se veía hermoso, más aún con el cabello a un lado, despejando su frente. Se veía simplemente esplendoroso. 

Los centímetros se acortaban, y las sonrisas no faltaban, las burbujas en mi estómago como si estuviera a punto de explotar. El corazón a mil sin ninguna razón, excepto, por el hecho de que estaba la persona que provoca eso en mi, justo en frente mío. Su mano pasó por mi mejilla, movió algunos cabellos de mi frente, sonriendo luego. Sus ojos brillaban estaba seguro de que era por las estrellas del cielo. Estábamos creando pequeñas estrellas con cada centímetro que restábamos a nuestra distancia. Me acerqué un poco más, y cuando lo vi, casi tocando mis labios, me paralicé. Liberé un suspiro, mientras Mingyu sonreía, sin dejar de mirar mis labios. Tomó mi cabeza por los lados, y besó mi frente.

Me miró otra vez.

Me acerqué, lo besé, para luego quedarnos en la banca, besándonos como si estuviéramos celebrando con nuestros labios el gran día de hoy. 

No nos separamos hasta que yo me aparté. Lo miré, con la respiración agitada, su cabello descolocado, y sus ojos brillantes, más que nunca. Mi mano subió a su cuello, para acariciar. 

—Sabes a sandía.—Murmuró con la vista fija en mis ojos.

—Me eché un labial que sabe a sandía.

—Póntelo más seguido.—Me guiñó un ojo, tomando mi mano luego.—Este día ha sido genial.

—Sí...

-Body-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora