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Algunas tardes eran más especiales que otros días. Algunas veces, él convencía a la pequeña pandilla de no revisar que estuviera encerrado. Así que él se ocupaba de llevarme detrás de aquella reja, que era como nuestro lugar y nuestro techo. Era genial poder conversar de cosas del día, leer un libro o sólo quedarnos en silencio acostados sobre el pasto. 

Nunca hablábamos más allá de esos temas. Supongo que sabíamos los límites trazados. 

Ambos estábamos acostados mirando las nubes, con el fondo celeste que nos atrapaba los pensamientos dejándolos fluir, como vapor hacia arriba, donde las nubes nos miraban, enternecidos por la tonta escena que estábamos formando. Estábamos increíblemente cómodos en aquel lugar, completamente silenciados por el aire que rozaba nuestros rostros como pequeñas caricias que nos enfriaban sobre el húmedo pasto. 

—Wonwoo...—Susurró, casi en un hilo de voz, siendo llevado aquel sonido por el viento fresco que llevaba nuestros pensamientos demasiado lejos para crear otros.—¿Por qué eres mi mejor amigo?—Susurró, mirándome, girando su cabeza por el pasto. 

—¿Mejor amigo...?—Susurré.—¿Lo soy?

—Sí, y de verdad lo eres. Supongo que antes no lo veía. Juntarme con ellos fue la peor decisión de mi vida. Me siento arrepentido de hacerte tanto daño...—Tomó mi mano, mientras yo no me movía, ni las palabras salían de mis labios.—He hablado con ellos, me dijeron que podía sólo yo encargarme de "eso".—Sabía a que se refería.—Claramente no lo haré, así que puedes estar tranquilo.—Apretó mi mano, y se quedó ahí, mirándome, conectando las miradas.—Quiero conocerte, Wonwoo.—

—¿Qué quieres saber?—Dudé con esa pregunta, vacilando en mi tono de voz.

—¿Por qué nunca comes?—Apretó mi mano, y su mirada estaba preocupada.—Nunca comes, lo sé... No me engañes.—Estaba preocupado, pero a la vez enojado, como si estuviera fastidiado por mis malos hábitos de comer.

—No me gusta comer mucho... Y digamos que no me gusta hacerlo... Pocas veces tengo hambre así que sólo no como. No como por comer, es todo.—Sonreí, ayudando a bajar la tensión en su cara.

—Pues yo haré que eso cambie, no quiero que estés tan delgado. En verdad me preocupas mucho...—Cerró sus ojos, moviendo su cabeza otra vez al cielo.—Creo que eres genial, pero en verdad me preocupas.—Varias caricias sucesivas pasan por el dorso de mi mano, y varias caricias más ásperas del pasto también llegaban a mi.

—¿Por qué eres bueno conmigo? ¿Por qué no me ignoras como los demás?—Se encogió de hombros, mientras no dejaba de acariciar mi mano.

—Creo que vi algo especial en ti. Algo que de verdad brilla sobre ti. ¿Conoces las estrellas?—Asentí.—Bueno, me recuerdas a una de ellas. Así que, si alguna vez miras las de el cielo, espero que me recuerdes.—Guiñó un ojo. Se levantó, y se despidió de mi con la mano y una sonrisa traviesa con los colmillos sobresaliendo como pequeñas perlas de sus labios. 

Me despedí, mientras limpiaba mi espalda del pasto que seguro estaba ahí ensuciando mi ropa. Sus pasos sonaban lejos de mi, y cuando desapareció de mi vista me di cuenta de que ya me hacía falta. Quería sonreír y por alguna razón sin él no lo lograba. 

Es verdad, ahora sonrío más, pero sin él no es así. Quizás la brisa de júbilo pasó, llegará otra.

Caminé de vuelta a clases. La campana ya había sonado. Corrí y llegué a clases a tiempo. 

Rápidamente terminó, sin nada que contar. Otra clase le siguió, y así hasta que el día terminó. 

Tomé mi mochila, la llené de todas mis cosas, incluyendo mis cuadernos para poder estudiar al llegar. Salí rápidamente del salón, mientras las otras personas caminaban tranquilamente con compañía a sus lados. Algo que yo, por supuesto no tenía. 

-Body-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora