23.-

566 72 0
                                    

Queda poco tiempo, tan poco tiempo que los exámenes finales de este periodo estaban en nuestra puerta. Y si terminamos estos exámenes aprobando, nos graduamos... No tengo nada pensado, y tengo miedo de eso. Ni siquiera sé más o menos lo que haré con mi vida, sólo planes vagos que ni yo ni nadie tiene pensados. Mingyu, ni yo, ni ninguno de mis compañeros sabrá lo que hacer. Quiero estudiar medicina. Sí, suena loco, pero no será algo tan terrible, es lo que siempre he querido, siempre me ha gustado, y aunque le tengo cierto repudio a las personas, siento que seré bueno para atender y diagnosticar. Mingyu... Nunca hemos hablado de este tipo de cosas.

Hoy, un día normal, tan normal que ni siquiera el sol me hacia gracia. Esos días aburridos aunque tengas muchas razones para no serlo. Estaba en la escuela, en pleno recreo, solo. Mingyu... Ni idea donde estaba metido. Pero no me importa, supongo que estará con alguien hablando, es normal. No tiene que estar todo el día pegado como un chicle a mi, es completamente normal.

Las relaciones se basan en confianza.

Y si no se tiene sólo son inflexibles.

Y

¡Clack!

Se quiebran. 

Estaba leyendo un libro sentado en una banca. Corría una brisa que me daba los cinco con la cara cada vez que pasaba sin disimulo. Pasaba las páginas por las esquinas para no romperlas ni dañarlas. Era gracioso ver como algunos niños jugaban. 

De pronto llegó uno a mi, se sentó a mi lado en la banca y me sonrió. Vio que estaba leyendo y se acercó más para ver como leía y lo que leía claramente. 

—¿Qué es eso?—Dijo entre balbuceos, señalando el libro.

—Un libro. ¿Quieres verlo?

—Parece aburrido. ¿Por qué lo ves?—Apuntó la página, para luego llevar su mano a su propia boca. Cerré el libro con mi dedo en la página en la cual había quedado.

—Lo leo. ¿Quieres leerlo conmigo?—Apunté la portada. Era mi libro favorito, lo he leído cientos de veces, pero sigue siendo igual de mágico que la primera vez. El principito, sí, es mi libro favorito.—Es muy divertido, puedo leértelo.—Apunté otra vez, mientras abría el libro una vez más.

—¡Sí! Espera, traeré a mis amigos, a ellos les puede gustar mucho.—Salió disparado con un salto desde la banca en la que estábamos, y corrió a buscar a amigos y amigas que estaban corriendo como él anteriormente. Sonreí cuando unos seis niños se acercaron a mi mirando como yo esperaba con ansias su llegada. Abrí el libro una vez más desde el comienzo. 

—Bien, aquí vamos...—Carraspee y comencé a leer, mostrando algunas ilustraciones que habían en el libro, pequeñas pero bastante lindas para los niños.

Estaban encantados. Sus sonrisas eran tan hermosas que me hacían leer más graciosamente para ellos. De pronto cuando levanto mi vista, veo a más de seis niños, por lo menos eran quince. Todos atentos, otros que cuchicheaban para los otros que habían llegado tarde. 

Alguien miraba tras todos esos niños, Mingyu estaba mirando con una sonrisa enternecida cuando me vio, tan enternecido que hizo que yo sonriera también, distrayendo mi mirada de los pequeños y del libro. Subí los lentes que traía puestos por un lado del lente izquierdo mientras sonreía. 

—¿Quién es él?—Apuntó el pequeño que inició todo. 

—Es una persona muy importante para mi.—Les sonreí a todos los pequeños, Mingyu se acercó y se sentó a un lado de mi, en la banca de madera que todos los pequeños observaban. 

—¿Cómo están pequeños?—Preguntó el más alto a mi lado. Todos con un grito agudo y animado afirmaron con pulgares arriba.—Me alegro mucho. ¿Les está leyendo verdad?—Asintieron otra vez y me miró con una sonrisa entusiasmada.—Su nombre es Wonwoo, y el mío es Mingyu. ¿Les parece que Wonwoo les siga leyendo? Yo los voy a acompañar.—Se bajó de la banca dejando un beso en mi mejilla, y se sentó al lado de varios pequeños que lo miraban con sonrisas.

—Bien. ¿En donde estaba? Ah cierto.

Seguí leyendo, con pausas, enseñando dibujos o explicando a veces. 

El timbre sonó y el recreo terminó. 

Cerré el libro y los niños hicieron pucheros y se quejaban.

—Mañana seguimos. ¿Les parece?—Pregunté, mientras ellos vitoreaban con risitas entre medio.—Hasta mañana pequeños.

Me despedí mientras ellos corrían a su aula. Mingyu se levantó, tomó mi mano, y me llevó a el aula.

—Eres demasiado bueno con los niños. ¿Lo has notado alguna vez?—Balanceó nuestras manos mientras risitas se escapaban de sus labios. Las sonrisas se notaban demasiado seguidas y su mano acariciaba la mía.—Eres simplemente hermoso. 

Nos fuimos a el aula juntos, mientras reíamos y conversábamos un rato. 

La clase pasó lenta, y la siguiente a esa más que eterna. Todo el día se hizo lento, pero no fue tan malo. Me levanté cuando el timbre de salida sonó, me fui con mis cosas y con Mingyu a mi lado. Nuestros pasos eran tan calmados que más de una persona nos sobrepasó con sus pasos acelerados e imprudentes. Conversábamos, y sonreíamos por pequeñas acciones como las miradas o los roces de manos. Eran completamente tiernos. 

—¿Por qué te animaste a leerles?

—No sé, supongo que me gusta hacerlo. Es divertido, y los niños se veían felices.—Sonreí inconsciente.—No me gustan mucho los niños, pero creo que comienzo a cambiar ese pensamiento. Son adorables.—Dije con cierta felicidad en mi pecho. Antes me daban un poco de asco, pero ya no, y no sé porqué.

—Las opiniones siempre cambian.—Asintió, mientras suspiraba de alivio. 

—Supongo.

Caminamos, hasta que nuestros caminos se separan para irnos a casa. Nos detuvimos, mientras las personas pasaban. Nuestras miradas sólo enfocaban al otro y me hacía sentir como la personas más importante en su vida. Era bonito ver esas estrellas en sus ojos, y ver el brillo en sus dientes. Era demasiado bello y hermoso. 

—Descansa, duerme bien, y come bien. No olvides cenar.—Acarició mi mejilla y luego la besó.—Tengo algo para ti. Pero mañana te lo entregaré. ¿Si?

—¿Qué? Mañana es sábado.—Confuso, lo miré, con el ceño fruncido y con mi voz más baja de lo normal.

—Es una sorpresa, mañana te lo entrego. Te amo, descansa. Y no olvides comer.—Besó mis labios y se fue con la mochila al hombro. Su sonrisa no desapareció hasta que cruzó la calle. Lo podía notar, sus pómulos se relajaron sólo un poco mientras caminaba en dirección contraria a mi directo a su casa.

Me fui a la mía con cierto sabor dulce pero curioso de mañana. Llegué a casa y dejé mis cosas. Me comí una manzana y luego comida que mi madre dejó en el refrigerador. Terminé algunos deberes atrasados y repasé materia de hoy. Me puse pijama y me fui a dormir. 

Cuando estaba por quedarme dormido, escuché una alarma de mi celular. Me exalté un poco, pero la vi. Tenía el nombre de "Regalo". ¿Cómo rayos tiene ese nombre? ¿Y qué hace en mi celular aquella alarma?

La apagué y me senté en la cama. Eran las doce de la noche.

El timbre sonó, estaba solo. 

Bajé las escaleras, e intenté mirar por la mirilla de la puerta. 

Una sonrisa muy conocida estaba detrás de esa puerta...

¿Por qué hace tanto por mi?

-Body-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora