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Estaba ya inscrito en una universidad para estudiar medicina. Estoy muy asustado, pero emocionado al mismo tiempo. Mingyu en cambio, habló con su madre, y se había inscrito para estudiar pedagogía en literatura. Se veía igual de entusiasmado que yo. Me siento demasiado feliz por ambos. Me explicaba más o menos las materias o cosas que tenía que estudiar, y en serio, se ve interesante. Yo tengo mucho tiempo por delante para estudiar, pero sé que es lo que me gusta, lo he sabido toda mi vida. 

Tenía que comprar libros, y algunas otras cosas para empezar bien. 

Dentro de dos dos meses y medio, empezamos. Quedamos en la misma universidad. 

Tengo muchísimo miedo, pero sinceramente, el corazón se me acelera al pensar que estaré en la universidad, sólo de pura emoción. Algo bueno por lo menos. Tengo mucho entusiasmo de empezar. 

Decidí salir, a dar un paseo. Estaba cansado de estar echado en mi cama sin hacer nada. Mingyu me había dicho que estaba en las mismas que yo, así que decidimos salir. 

Lo llamé, y nos juntamos en una tienda que ansiábamos visitar. Llegué antes que él. Miraba a todos lados por si lo veía en algún sitio, pero nada. Suspiré, mentiras miraba el cielo. Miraba a la gente pasar, y cuando vi un cuerpo agitado, corriendo, y frenando cuando me vio, sólo sonreí.

—L-Lo siento... Me demoré desayunando...—Agitado, se apoyó en sus rodillas para recuperar su aliento.—No llegaste hace mucho. ¿No?

—No, no te preocupes.—Extendí mi mano, para ayudarlo a reponerse. La tomó, y entramos en la tienda.

Era una librería. Habíamos visto una cosa en internet cuando estábamos terminando el curso, era algo super cursi que yo no quería realizar porque no soy bueno en estas cosas, pero él no dudó en hacerlo me dijo que no tenía que ser cursi, sólo tenía que hacerlo con cariño, y con eso, él ya estaba feliz. Me alegraba que fuera así, que entienda como soy y no intente cambiar. Separamos nuestras manos en la librería, nos movimos por todo el lugar, viendo libros claramente. Encontré un libro, o más bien una novela policiaca, sabía que él las amaba. Hablamos muy seguido de nuestros gustos, o cosas poco relevantes pero divertidas. 

Otras veces son cosas mucho más importantes. Pero no importa, me encanta saber cada uno de sus detalles. Supongo que él sabía eso.

Fui a la caja, pagué el libro y esperé afuera a Mingyu. 

Luego de un rato, salió con la bolsa en las manos. La extendió hacia mi y la que yo traía se la di. Recibí la que traía, y la abrí. En resumen, intercambiamos los libros, para ver si sabíamos los gustos del otro. Sí, era super cursi, pero él lo hizo ver como lo más dulce del planeta.

—Oye, este libro lo pedí para la navidad pasada.—Apuntó él.—No me lo dieron porque tengo muchas novelas policiacas.—Rió, sacando el plástico del libro que tenía por encima.—Gracias.—Susurró, dándome un beso en la mejilla.—Ahora ve el tuyo. Estaba en muchas dudas.—Rió un poco señalando La Bolsa que traía colgando en una de mis manos. 

La tomé por la parte trasera de la bolsa. Saqué el libro, viendo una novela de suspenso por la cual he ahorrado por lo menos un mes entero. 

—Mingyu...

—¿No te gusta? Si no te gusta lo devuelvo y...—Guardaba el libro en la bolsa mientras su voz preocupada me retumbaba, haciéndome reír a los adentros. Solté la bolsa, y su voz se calló. Tenía los ojos abiertos por el susto.—Lo siento creí q- —Tomé su rostro por sus mejillas, le sonreí, y lentamente me acerqué se sus labios.

—¿En serio crees que no me gustaría algo que tú me das?—Suspiré con una sonrisa. Me acerqué y lo besé cortamente, tirando levemente de su labio inferior, pero eso no llegó hasta ahí. El gruñó un poco, tomando de mi cintura para besarme otra vez. Nos separamos, y lo miré. Tenía su cara medianamente roja, mientras que yo, estaba hecho un tomate, lo sentía por el calor que enrojecía mis mejillas, el mismo que enternecía a Mingyu.—Vamos ya.—Tomé la bolsa del suelo. 

—Dime que te gustó.

—¿El beso no te lo dejó claro?—Sonreí, mientras tomaba su mano.—¿O quieres que lo repita?—Paré la caminata mientras sus ojos sorprendidos me veían y recorrían mi cara como si tuviera caminos trazados.

—Andas muy atrevido hoy. ¿Qué pasó con Wonwoo que no le gustaba besar en público?—Reí mientras tomaba su mano otra vez.

—No le pasó nada, sigo siendo el mismo. Es sólo que si no te quedó claro que sí me gustó, pues entonces te lo digo otra vez.—Reímos comenzando a caminar otra vez.—¿Ahora donde vamos?—Pregunté, mientras me miraba de reojo, esperando en la esquina donde el semáforo quedaba todavía en rojo.

—Vamos a tomar un helado, o un café helado, hace calor.—Me miró con los colmillos tan divertidos asomándose. Sólo asentí, mirándolo a los ojos. Iba a bajar de la acera, para comenzar a caminar. Pero su mano me tiró hacia atrás.—Oye, estás emocionado lo sé, pero el semáforo está en rojo todavía.

—Mingyu, no vienen autos.—Dije mientras retrocedía a su lado. 

—Sí, pero tengo que cuidarte. Mejor prevenir que curar.—Dio un paso hacia atrás, sin quedar al borde de la acera. Sonreí cuando vi su cara con el sol pegando en su brillante rostro.—Le prometí una vez a tu madre... Que pasara lo que pasara, estaría para ti, que te cuidaría, que no dejaría que nadie te tocara un pelo... Sigo en pie con esa promesa, y la verdad... Siento que la cumplo. No lo sé, amo cuidarte, y guardarte en una cajita de cristal donde nadie te pueda tocar...—Me miró, mi sonrisa se formó, y me acerqué más a él. Pasé mi brazo por su cintura, y él pasó el suyo por mis hombros. Asentí, mientras pegaba mi cabeza en su pecho.

—Lo haces bien... Demasiado bien.—Susurré, él besó mi cabeza, sonriéndome con sinceridad. Me separé con cierto recelo de su pecho, al ver como el semáforo salía en verde con la personita de luz caminando. Tomó mi mano, y mientras miraba los autos que frenaban me miraba con atención. Cuando estábamos a punto de terminar de cruzar, tropezó con el borde de la acera. 

Lo tiré del brazo, tomándolo por la cintura. 

—Me doblé el pie...—Dijo mientras se apoyaba en mi, sobándose el pie recién herido.

—Supongo que no eres el único que tiene que cuidar.—Dije mientras me agachaba, tenía ambas bolsas en el brazo izquierdo. Lo ayudé a sentarnos en una banca, y le revisé el pie. No tenía nada, pero supongo que se lo pudo haber lastimado un poco.—¿Estás mejor?—Asintió, se levantó, y fuimos a tomar un té helado.

Estábamos felices caminando, hablando mientras balanceamos nuestras manos, y bolsas. Somos dos par de tontos enamorados el uno del otro, haciendo que el corazón contrario parezca un motor de carreras en la recta final.

Debería de ser imposible que el corazón se me exalte de esta forma. 

-Body-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora