18.-

534 72 18
                                    

Mi persona se alejó.

Se fue.

Por un sacrificio, por mi, por mi cobardía, por cosas que no puedo hacer por mi cuenta, que no puedo ni hacer para evitar que otras personas se vean involucradas negativamente en mis asuntos personales tan absurdos como esto. Sacrificio, sacrificio por alguien como yo que ni siquiera sabe lo inútil que soy, tanto para no poder lidiar con mis problemas. ¿Me explico? 

¿Por qué hay almas buenas y almas podridas? ¿Por qué no podemos vivir en una burbuja donde todo es perfecto? Sé que no es posible, pero de todas formas, es algo que todos hemos soñado, una utopía lejos de cualquier tipo de efecto real, o por lo menos cercano a esto. Creo que me siento engañado por todo. 

No me siento bien.

Mi corazón se estruja y se convierte en una pasa por no poder hacer nada con respecto a nada ni nadie, no poder sacarme a mi mismo de el pozo, o sacar del trato a Mingyu. Sus pies alejándose ya que ni nos podemos acercar, sus gestos de saludo, o una especie de lenguaje de señas para decirme que me extraña. Me duelen, no sé cuanto, pero me duele a niveles que ninguna barra o palabra puede definir. Cada seña, cada sonrisa que sólo mis ojos dañados pueden ver de cerca con claridad y mal de lejos. Extraño escuchar su risa, que no sea entre sus amigos de clase, si no que para mi, para escucharla por mis tonos sarcásticos, sus caricias en mi mano que siempre alaba por la delgadez de mis dedos, su sonrisa graciosa pero elegante, brillante y radiante, su pelo caer por su frente, y sus hombros relajarse al verme por el patio, aunque sea a la distancia. No sé como me aguanto a no correr y abrazarlo, como no me arriesgo por él. ¿Por qué tengo que ser tan cobarde?

¿Por qué aceptó un trato con el diablo de mi vida?

Con la persona que me ha pateado tantas veces la vida que ni siquiera lo puedo pensar, ni siquiera me puedo sentir bien conmigo mismo, la persona que me ha tratado tan mal que mi vida se derrumba cada día más, pedazo por pedazo, pieza por pieza. ¿Qué es lo que cuenta ahora? 

Ni siquiera mi vida es normal...

O

Importante.

Es completamente irrelevante para todos, hasta para mis padres. Seguro siempre fui sólo un capricho para tener una familia supuestamente perfecta, pero nunca se logró, con supuestos problemas, con una actitud rebajada, como lo soy yo... ¿Qué es lo que he hecho yo para merecer toda esta mierda? 

Las personas buenas son castigadas.

Y las malas premiadas, favorecidas. 

Casi felices por sus males ocasionados por sus malas acciones. Sus decisiones que afectan. Trato de convencerme de que las personas no son malas, pero que necesitan una luz para distinguir lo bueno y lo malo, saber que están cometiendo un error y corregirlo en algún momento, tarde o temprano, mañana o pasado. Da igual, cambiarán y aprenderán. Eso quiero pensar.

Esa esperanza ya no existe, ya no está en mi cabeza. 

Pero de todas formas me mantiene firme. 

Me lo repito.

Todo cambiará, la luz pronto llegará.

¿Es eso acaso verdad?

No creo.

Pero vale la pena creer. 

Supongo.

Las cosas buenas llegan luego de la tormenta. Pero esta tormenta parece eterna, y destruye todo a su paso. Nunca me ha dolido más que mis ganas de acabar con esa tormenta y esa destrucción imposible de disolver, de que mi corazón diga: Stop. Para luego dejar de funcionar como lo acostumbra, que el oxígeno no viaje por mi cuerpo, que mi cerebro deje de procesar información, que mis entrañas no procesen la comida ingerida, y que mi vida se extinga, que la luz de la vida se vaya de mi. 

-Body-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora