30.- (Final)

938 94 30
                                    

¿Alguna vez te has preguntado como amas a una persona?

Hay muchas opciones. 

Puede ser por amor incondicional, amor lateral para ciertas cosas, amor indiferente de si está esa persona está bien y si no, da igual. Hay muchas formas de amar a una persona. Tantas, que no imaginas como será en tu caso. Tantas opciones para todo. 

Elegir es lo que determina, ya sea consciente o inconscientemente. Es normal. 

Mingyu estaba conmigo, a mi lado, tomando mi mano. Estábamos en un parque. Un parque inmenso, tanto que me quedaba maravillado hasta con la más mínima hoja de los árboles. Se notaba mucho mi entusiasmo. Llevaba una mochila y yo un bolso. Él me dijo que llevara comida, así que así hice. Su mochila estaba llena, a punto de explotar. 

Cuando llegamos a un campo de pasto, lleno de este verde hierba, perfectamente cortada, con algunas partes secas. Miré allá, había un árbol gigante con pasto a su alrededor, con unas frondosas hojas que llamaban mi mirada. Dentro de ese campo verde, un árbol hermoso, tupido y grande. 

Seguíamos caminando, y Mingyu tiró de mi mano cuando encontramos un espacio para llegar a ese árbol. Estaba confundido, no me comunicó nada de esto. Se sentó dejando la mochila a un lado.

—¿Qué hacemos acá?—Pregunté, dejando con delicadeza la bolsa llena de comida.

—Tengo una sorpresa para ti. Pero primero tenemos que comer.—Apuntó mi bolsa, abrió una especie de mantel, dejándolo para la comida. Me pasó vasos y cubiertos. Su sonrisa cómplice con aquella sorpresa me daba cierta corazonada de que era algo especial. 

Comenzamos a comer, mientras bromeábamos. Nos dábamos sonrisas coquetas, o cosquillas para hacer reír al otro. Estábamos contentos con cosas tan sencillas como darle la comida al otro en la boca. Sí, así de absurdas eran nuestras sonrisas mutuas. Parecíamos cualquier par de tórtolos recién saliendo. Me sentía feliz, me sentía en las nubes que alguna vez soñé con tocar y pisar. Con su felicidad en la cara, sus ojos brillos y pequeños por la sonrisa que me daba, sus labios encorvados, su nariz arrugada cuando me hacía cosquillas, mientras sus manos pasaban por mi torso haciendo leves descargas en mi columna. 

—Te ves precioso... Más de lo habitual...—Susurró, mientras movíamos los envases de comida vacíos a un lado para recostarnos juntos mirando el cielo cubierto por el esponjoso techo de hojas de el árbol. Se recostó, y yo me puse a su lado, un poco de lado, para abrazarlo por el pecho. 

—¿Por qué estamos acá? No entiendo...

—¿No puedo tener una linda cita con mi precioso novio?—Preguntó retóricamente, mientras besaba mi cabeza. Mientras yo ronroneaba como un gatito, me acercaba un poco, poniendo mi cara cerca de su cuello.

—No me molesta en lo absoluto, sólo me daba curiosidad....—Susurré sobre su cuello, dejando un suave y lento beso en su suave cuello. Se veía feliz con ese besito corto.—Espera un poco. Que también tengo un regalo.—Me levanté, dejando un beso en su mejilla antes de levantarme. Segundos después también estaba levantado. 

Abrí mi bolsa, saqué un álbum de fotos. Se sentó a mi lado, abrí el álbum, una por una le mostré las fotos.

—Me costó a veces encontrar las fotos. Tengo un archivo... Pero...—Levantó sus ojos hacia mi, agarró mi cara y me besó dulcemente.

—Está precioso. —Sonreí, y luego lo revisó otra vez. 

Estuvimos un buen rato viendo las fotos, recordando cosas absurdas, o riéndonos por los momentos antes o después de la toma de cualquiera de las fotos. Conversando, quedándonos callados cuando vimos fotos más dulces. 

-Body-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora