«Capítulo 4»

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Seungcheol notó de repente que se le cerraba la garganta y se movió por instinto.

Abandonó precipitadamente el mostrador y atravesó corriendo la tienda hasta el almacén. Cruzó la puerta como una bala, derribando una caja de toallitas de papel a su paso. La caja salió volando, pero él no aminoró la marcha. Abrió de forma expeditiva la puerta trasera. Notaba cómo la adrenalina se extendía por todo su cuerpo mientras saltaba por encima de una línea de arbustos para tomar un atajo hacia el embarcadero. Saltó sobre las tablas de madera, y antes de lanzarse al agua pudo ver a Chan a punto de hundirse, agitando los brazos frenéticamente.

Con el corazón desbocado, Seungcheol se tiró de cabeza y salió a la superficie, a tan solo medio metro de Chan.

El agua no era profunda; unos dos metros, más o menos, y cuando tocó el barro blando e inestable del fondo, se hundió hasta las espinillas. Bregó por volver a salir a la superficie, sintiendo la tensión en los brazos cuando alcanzó a su hijo.

—¡Ya te tengo! —gritó—. ¡Ya te tengo!

Pero Chan seguía agitando los brazos frenéticamente y tosiendo, en un patente estado de pánico. El mayor luchó por controlarlo mientras lo arrastraba hasta una zona donde el agua era menos profunda. Entonces, con un enorme esfuerzo, sacó al pequeño del agua y lo llevó hasta la hierba mientras su mente procesaba a gran velocidad varias opciones. Respiración artificial, compresión abdominal o reanimación cardiorrespiratoria.

Intentó dejar a Chan en el suelo, pero su hijo se resistía. Temblaba y tosía, y a pesar de que Seungcheol todavía podía sentir su propio pánico, tuvo la suficiente templanza como para saber que probablemente su hijo se recuperaría.

No fue consciente de cuánto tiempo había transcurrido; quizá solo unos segundos, aunque le pareció mucho más, hasta que finalmente el pequeño tosió con fuerza y expulsó un chorro de agua, y por primera vez, fue capaz de recuperar el aliento.

Inhaló hondo y volvió a toser, luego inhaló y tosió otra vez, aunque en esta ocasión pareció más un fuerte carraspeo, como si se estuviera aclarando la garganta. Inhaló hondo varias veces seguidas, todavía dominado por el pánico, y solo entonces el chiquillo reaccionó como si fuera consciente de lo quehabía pasado. Se abrazó a su padre, que lo estrechó con fuerza entre sus brazos. Chan empezó a llorar, convulsionando los hombros. Seungcheol sintió que lo invadían unas terribles náuseas al pensar en lo que podría haberle pasado a su hijo.

"¿Qué habría sucedido si nadie se
hubiera fijado en la pantalla o si tardaba un minuto más?"

Pensar en aquello le provocó un temblor tan imposible de dominar como el de Chan.

Al cabo de un rato, el niño empezó a calmarse y consiguió pronunciar las primeras palabras desde que Seungcheol lo había sacado del agua.

—Lo siento, papá —soltó de golpe.

—Yo también lo siento —susurró a modo de respuesta, sin dejar de abrazar a su hijo, como si temiera que, si lo soltaba, la pesadilla pudiera regresar, pero esta vez con un desenlace diferente.

Cuando finalmente se sintió con fuerzas para soltarlo, Seungcheol se dio cuenta de la gente que se había concentrado junto a la tienda para contemplar la escena. Jihoon estaba allí, junto con los clientes. Algunos alargaban la cabeza con curiosidad para ver lo que sucedía; probablemente acababan de llegar. Y por supuesto, el pelinegro también estaba allí. De repente, Seungcheol volvió a sentirse como un padre nefasto.

El pequeño Samuel estaba llorando de miedo y permanecía acurrucado entre los brazos de Jeonghan, quien lo sostenía con firmeza y fuerza. No fue hasta que Chan y Seungcheol se hubieron cambiado de ropa que el mayor de ellos fue capaz de comprender lo que había sucedido.

My Haven ➳ JeongcheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora