«Capítulo 12»

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Seungcheol se estacionó justo a lado del porche de la cabaña de Jeonghan. Se miraron, rieron y el último mencionado sacó el seguro de la puerta del coche.

—Muchas gracias por la invitación. Me he divertido bastante.

—No hay problema, Minki. Fue muy agradable estar contigo.

Jeonghan sonrió viendo sus manos y el mayor pensó que era la sonrisa más linda que haya visto jamás.

—Tu... ¿Quieres pasar?

Aquello lo tomó por sorpresa, pero asintió casi de inmediato. Se fijó si los niños seguían durmiendo atrás y bajó con sumo cuidado hasta el porche.

—No es tan lujoso, pero al menos se puede vivir bien y está pintado.

Ambos entraron a la cabaña con pasos ligeros sobre el piso de madera.

—¿Y entonces, qué pasó?

Iseul se hallaba sentada frente a él, al otro lado de la mesa, en la cocina, únicamente iluminada por la luz amarillenta que había sobre los fogones. A su regreso de la playa, su amiga había pasado a verlo, con el pelo salpicado de pintura.

Jeonghan estaba preparando café y en la mesa habían dos tazas.

—Fue muy gracioso. El pie de Seungcheol se hundió en una tabla que estaba rota. Nos reímos bastante, pero luego lo ayudé. No se pudo quedar más tiempo porque tenía que llevar a los niños a casa.

—¿Y se despidieron con con un beso?

—¡No!

—¿Por qué no?

—¿Es que no me estabas escuchando? Seungcheol iba a pasar el día a la playa con los niños y me ha invitado a ir con ellos. No se trataba de una cita romántica.

La chica alzó su taza de café.

—Pues a mí me parece una cita.

—Era una excursión familiar.

Ella ponderó la respuesta.

—Pues bueno, han pasado mucho rato los dos juntos y solos...

Jeonghan se recostó en la silla.

—Me parece que eres tú la que tiene un interés especial en enfocar esa excursión como si fuera una cita romántica.

—¿Y por qué iba a querer hacerlo?

—No lo sé, pero desde que nos conocemos, siempre sacas a Seungcheol en la conversación. Es como si intentaras, no sé, asegurarte de que me fijo en él.

La chica agitó el contenido de su taza antes de dejarla en la mesa.

—¿Y te has fijado en él?

Jeonghan alzó las manos involuntariamente y empezó a reírse.

—¿Lo ves?

Ella rió antes de sacudir la cabeza.

—Bien, bien —se quedó pensativa unos instantes antes de proseguir, como si pretendiera elegir las palabras adecuadas—. He conocido a mucha gente, y a lo largo de mi experiencia he desarrollado unos instintos de los que me fío por completo. Tal y como los dos sabemos, Seungcheol es un tipo genial, y cuando te conocí, tuve la misma impresión de ti. Aparte de eso, no he hecho nada más que bromear contigo sobre él. ¡Ni que te hubiera arrastrado hasta su tienda y los hubiera presentado! Y tampoco estaba cerca cuando él te ha invitado a ir a la playa, una invitación que has aceptado de buena gana.

—Samuel me invitó...

—Lo sé. Ya me lo has dicho —replicó, arqueando una ceja—. Y estoy segura de que ese es el único motivo por el que has decidido ir.

Jeonghan la miró con una exasperación que no podía ocultar.

—¿Sabes que tienes una forma muy particular de revolotear las cosas?

Su amiga volvió a reír.

—¿Y no se te ha ocurrido pensar que quizá lo hago porque estoy celosa, no de que salgas con Seungcheol, pero sí de que hayas disfrutado de un maravilloso día en la playa mientras yo estaba en casa encerrada, peleándome con el rodillo por segundo día consecutivo? Te juro que no pienso volver a tocar uno en mi vida, ¡Ni loca! Me duelen los brazos y los hombros.

Jeonghan se puso de pie y se giró hacia la encimera. Se sirvió otra taza de café y alzó la cafetera.

—¿Más?

—No, gracias. Esta noche necesito dormir, y la cafeína me mantendría despierta. Me parece que llamaré para encargar comida china a domicilio. ¿Te apetece?

—No tengo hambre. Hoy he comido hasta casi reventar.

—No creo que eso sea posible, pero sí que te ha dado el sol. El bronceado te sienta muy bien, aunque de aquí a unos años tengas que pagarlo con más arrugas de la cuenta.

Jeonghan resopló.

—Gracias por recordármelo.

—¿Para qué están las amigas? —se puso de pie y se desperezó como una gata—. Oye, anoche lo pasé genial, aunque he de admitir que esta mañana no podía levantarme.

—Fue divertido.

Ella dio un par de pasos antes de darse la vuelta.

—¡Ah, olvidaba preguntarte! ¿Al final te quedarás la bici?

—Sí, lo haré —afirmó Jeonghan.

Ella se quedó un momento pensativa.

—Me alegro.

—¿Por qué?

—Porque no creo que sea una buena idea que se la devuelvas. Es obvio que la necesitas, y él quería dártela. ¿Por qué no ibas a aceptarla? —se encogió de hombros—. Me parece que tu problema es que le das demasiadas vueltas a todo.

—¿Igual que mi amiga manipuladora?

—¿De veras crees que soy manipuladora?

Jeonghan reflexionó unos instantes.

—Quizás un poco.

Ella sonrió.

—¿Qué planes tienes para esta semana? ¿Tienes que cubrir muchos turnos?

Él asintió.

—Seis noches y tres días.

Iseul torció el gesto.

—Vaya, lo siento.

—No pasa nada. Necesito el dinero; además, estoy acostumbrado...

—Y has pasado un fin de semana estupendo.

Jeonghan hizo una pausa antes de contestar. Levemente, sintió una calentura en ambas mejillas y su corazón acelerar el ritmo constante de su corazón.

—Sí, tienes mucha razón.

My Haven ➳ JeongcheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora