«Capítulo 37»

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Había una docena de coches aparcados frente a la tienda cuando Jeonghan subió con los niños hasta el piso superior.

Chan y Samuel se habían pasado prácticamente todo el trayecto de regreso a casa quejándose mientras pedaleaban porque les dolían las piernas, pero Seungcheol iba recordándoles que ya faltaba poco para llegar. Cuando aquella excusa dejó de surtir efecto, simplemente comentó que él también se estaba empezando a cansar, y que no quería oír ni una sola queja más.

Las protestas cesaron cuando llegaron a la tienda. El mayor les dejó coger una lata de Coca-Cola y unas frituras antes de subir a casa. La explosión de aire fresco cuando abrieron la puerta resultó gratamente refrescante.

Seungcheol guió a Jeonghan hasta la cocina. El menor lo observó mientras se echaba agua fría directamente del grifo por la cara y el cuello mientras se mordía el labio.

En el comedor, los niños ya se habían acomodado en el sofá y habían encendido el televisor.

—Perdona, pero necesitaba refrescarme —dijo Seungcheol—, pensaba que me iba a morir.

—Pues no has dicho nada.

—Eso es porque soy un chico duro —contestó, hinchando el pecho con un ademán exagerado.

Sacó dos vasos del armario y agregó varios cubitos de hielo en cada uno de ellos antes de servir agua fresca de una jarra que había en la nevera.

—En cambio tú has aguantado el calor, y eso que hoy era realmente como estar en un horno —comentó él al tiempo que le pasaba uno de los vasos.

—Sí, ¡no puedo creer la cantidad de gente que todavía quedaba en la feria! —habló Jeonghan, y acto seguido tomó un sorbo de agua.

—Siempre me he preguntado por qué no cambian las fechas. En lugar de organizarla en agosto, lo podía hacer en octubre o en mayo, pero, claro, la gente igualmente acude en gran cantidad, por más calor que haga.

El menor desvió la vista hacia el reloj de pared.

—¿A qué hora tienes que marcharte?

—Dentro de una hora, más o menos. Pero estaré de vuelta antes de las once.

"Cinco horas", pensó Jeonghan.

—¿Quieres que les prepare a los niños algo especial para cenar?

—Les encanta la pasta. Samuel la prefiere con mantequilla, y a Chan le gusta a la marinara, y hay un bote de esa salsa ya preparada en la nevera. De todos modos, se han pasado todo el día picoteando, así que quizá no tengan apetito.

—¿A qué hora se van a dormir?

—A la que quieran. Siempre es antes de las diez, pero, a veces, a las ocho ya están cansados. Tendrás que guiarte por tu instinto.

El pelinegro se puso el vaso frío por la mejilla y echó un vistazo a la cocina. Hasta ese día no había pasado mucho rato en aquella casa, y se fijó en ciertos toques femeninos. Pequeños detalles, como los adornos hechos con punto de cruz con hilo de color rojo en las cortinas, diversos objetos de porcelana expuestos en una vitrina, unos versos escritos en unas tejas de cerámica pintadas a mano y colgadas cerca del horno. La casa estaba llena de recuerdos de la vida del mayor con su esposa, pero Jeonghan se sorprendió cuando se dio cuenta de que no se sentía ni incómodo ni molesto.

—Voy a darme una ducha. Espero que no te importe quedarte unos minutos solo.

—Por supuesto que no —repuso—. Mientras tanto, echaré un vistazo por la cocina en busca de lo que necesito para preparar la cena.

My Haven ➳ JeongcheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora