En agosto, el calor de Seúl resultaba demasiado abrasador y sofocante. Jungjae recordaba la ambulancia en la puerta de los Han el día anterior, pero no lo dejaron pasar a observar qué problema había ocurrido en aquel hogar. Ahora, se acababa de enterar de que la señora Han había fallecido y que por eso había varios coches aparcados a ambos lados de la calle.Llevaba dos semanas suspendido de sus funciones y no le gustaba ver coches aparcados delante de su casa, pero la gente había venido por el funeral y por eso comprendió. Apenas había salido de casa desde que le habían retirado la placa. En esos momentos se hallaba sentado en el porche, bebiendo de su té verde observando a la gente que entraba y salía de casa de los Han. Sabía que el funeral se oficiaría por la tarde. Todos se irían de allí hasta la iglesia.
No había hablado ni con Doyoon, ni con Aron, ni con sus otros compañeros, ni con Jungah. No tenía a nadie. No había tenido que pedir comida o ensuciar la cocina porque no tenía hambre.
Al otro lado de la calle, divisó una mujer que salía de la casa lamentándose. Iba vestida de negro riguroso, y Jungjae se preguntó si ella sabía que los Han le regañaban a los niños del vecindario. Se fijó en la chica porque no quería meterse en casa a ver el canal de música o de decoración en la tele. Jeonghan solía ver esos canales, pero había huido y se había hecho pasar por un tal Ren en Suwon, y luego había desaparecido y a él le habían retirado la placa. Antes de todo eso, había sido un buen inspector.
La mujer de negro de repente parecía como recolectando fuerzas para levantarse mientras examinaba la calle. Vio a Jungjae sentado en el porche y vaciló antes de atravesar la pista para enfilar directamente hacia él. El castaño no la conocía; no la había visto nunca antes. No sabía qué quería la desconocida, pero dejó su taza de té en la mesa pequeña a su lado y bajó los peldaños del porche. Ella se detuvo justo en la acera.
—¿Es usted Lee Jungjae? —inquirió ella.
—Sí —respondió él, y su voz le sonó extraña porque llevaba días sin hablar.
—Soy Jinah. Mis padres viven al otro lado de la calle. El señor y la señora Han —hizo una pausa pero Jungjae no dijo nada, así que prosiguió—. Me estaba preguntando si Jeonghan pensaba asistir al funeral.
Él se la quedó mirando fijamente.
—¿Jeonghan? —repitió él, al cabo de unos segundos.
—Sí. A mi madre y a mi padre les encantaba cuando él iba a visitarlos. Solía prepararles pasteles, y a veces les ayudaba a limpiar la casa, sobre todo cuando mi madre cayó enferma. Cáncer de pulmón. Ha sido horroroso... —sacudió la cabeza—. ¿Está en casa? Tenía la esperanza de verlo. El funeral será a las dos.
—No, no está. Se ha ido a ayudar a una amiga que está enferma.
—Ah..., bueno. Gracias, y siento haberle preguntado de imprevisto.
A Jungjae se le empezaba a esclarecer la mente y con algo de duda, se propuso a investigar. Entonces se dio cuenta de que la desconocida se disponía a alejarse.
—Siento mucho la muerte de tu madre. Se lo conté a Jeonghan y se lamentó de no poder estar aquí. ¿Han llegado las flores que envió?
—Oh, probablemente sí. No me he fijado. La casa está llena de ramos y coronas.
—No pasa nada. Siento que él no pueda asistir al funeral.
—Yo también. Siempre he tenido ganas de conocer a Jeonghan. Mi madre me decía que le recordaba a Minki.
—¿Minki?
—Mi hermano. Murió hace cinco años...
—Lo siento mucho...
—Yo también. Todos lo echamos de menos, sobre todo mi madre. Por eso se llevaba tan bien con Jeonghan. Se parecían mucho físicamente. Incluso tenían la misma edad —si Jinah se fijó en la expresión cambiante del castaño, no lo demostró—. Mi madre solía enseñarle a Jeonghan el álbum de fotos de Minki... Es un chico encantador. Es usted muy afortunado de tenerlo por esposo.
Jungjae se esforzó por sonreír.
—Lo sé...
Uno podía ser un buen inspector, pero, a veces, topar con las respuestas adecuadas era más bien una cuestión de suerte. Una nueva pista que afloraba a la superficie por casualidad, un testigo desconocido que aparecía repentinamente, una cámara situada en plena calle que fotografiaba una matrícula de un coche... En su caso, la pista se la había aportado una mujer vestida de negro que se llamaba Jinah, que había atravesado la calle una mañana cualquiera en que él había estado tomando té y que le había contado la historia de su difunto hermano.
Tomó otro sorbo de té y se puso a pensar en Jeonghan y en los Han. El pelinegro los conocía e iba a visitarlos de vez en cuando, a pesar de que jamás se lo había mencionado. Lo llamaba por teléfono a menudo y se pasaba por casa sin avisar, y siempre estaba en casa; sin embargo, no sabía que visitara a los Han. Jamás se lo había contado.
Jeonghan tenía un secreto.
Se metió en la ducha y luego se vistió con un traje negro para salir. La calle estaba abarrotada de coches y se fijó en la gente que seguía entrando y saliendo de la casa. Jinah salió nuevamente a llorar. Mientras Jungjae esperaba, se guardó una libreta y un bolígrafo en el bolsillo.
Por la tarde, los que habían acudido a presentar sus respetos a la difunta empezaron a dirigirse hacia los coches aparcados. Oyó cómo ponían en marcha los motores; uno a uno, los automóviles empezaron a circular y a alejarse. Era la una y media, y todos iban a asistir a la misa. Después de quince minutos, no quedaba nadie. Vio que Jinah acompañaba a su padre a subir a un coche. La chica ocupó el asiento del conductor y se alejó. Por fin no había coche alguno en la calle o delante del garaje de los Han. Aún así, esperó diez minutos más, asegurándose de que no quedaba nadie antes de salir por la puerta principal de su casa.
Atravesó el jardín y se detuvo en la calle, antes de enfilar hacia la casa de sus vecinos. No lo hizo ni con paso rápido ni tampoco intentó esconderse. Sabía que muchos vecinos habían ido al funeral, y que los que no lo habían hecho simplemente recordarían a un allegado vestido de luto. Se dirigió hacia la puerta principal, pero estaba cerrada. Recordó la gran cantidad de gente que había estado entrando y saliendo, y rodeó la casa hasta el patio trasero. Allí encontró otra puerta que no estaba cerrada con llave y entró en la vivienda.
Todo estaba en silencio.
Se detuvo un momento para aguzar el oído, por si detectaba ruido de voces o de pasos, pero no oyó nada, solo habían tazas de plástico sobre la repisa y bandejas de comida en la mesa.
Se paseó por la casa. Tenía tiempo, aunque no sabía cuánto, y decidió empezar por el comedor. Abrió las vitrinas y los cajones de los armarios, y volvió a cerrarlos, dejándolo todo tal y como lo había encontrado. Buscó en la cocina y en la habitación; finalmente fue al despacho. Había libros en las estanterías, un sillón reclinable y un televisor. En una esquina, vio un pequeño archivador. Avanzó hasta el archivador y lo abrió. Echó un rápido vistazo a las etiquetas. Encontró una carpeta con la etiqueta 'Minki'. La sacó, la abrió y examinó su contenido.
Había un artículo de prensa; por lo visto, el chico se había ahogado cuando la capa de hielo que había sobre un estanque se partió bajo sus pies, y fotos de él de su época de estudiante. En la foto del día de su graduación, se parecía mucho a Jeonghan. Al final de la carpeta encontró un sobre. Lo abrió y encontró una hoja arrugada en la que había escrito un número de seguridad social. Sacó la libreta y el bolígrafo del bolsillo y anotó el número. No encontró la tarjeta de seguridad social original, pero al menos tenía el número. El certificado de nacimiento tampoco era original, sino una vieja fotocopia muy arrugada; parecía que alguien hubiera arrugado la hoja y luego la hubiera intentado volver a alisar.
Tenía lo que necesitaba y se marchó de la casa de los Han. Tan pronto como llegó a su casa, llamó al oficial de la otra comisaría, el que se acostaba con la niñera de sus hijos, y al día siguiente, recibió su respuesta.
'Minki' se había sacado recientemente el carné de conducir, con una dirección de un domicilio en Yeosodo, al Sur.
Jungjae colgó el teléfono sin pronunciar palabra y las ganas de llorar lo atacaron.
Lo había encontrado.
Su Jeonghan.
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My Haven ➳ Jeongcheol
Fanfic"Cuando Yoon Jeonghan apareció en la pequeña localidad de Yeosodo, en Corea del Sur, su precipitada llegada provocó muchas preguntas y dudas sobre su desconocido pasado. Él es alguien hermoso, no le gusta lucirse y tiene una determinación obstinada...