«Capítulo 25»

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La tercera semana de junio hizo un tiempo fantástico y absolutamente ameno. La temperatura iba ascendiendo a medida que pasaban las horas, hasta que por la tarde el ambiente se cargaba de tanta humedad como para que el aire se condensara y apareciera una calina en el horizonte. Unos nubarrones amenazadores se formaban entonces como por arte de magia, para descargar en forma de violentas tormentas eléctricas. Sin embargo, los aguaceros duraban poco, y dejaban tras ellos solo hojas empapadas por unas gruesas gotas y una bruma a ras del suelo.

Jeonghan continuaba trabajando sin parar en el restaurante, aceptando tantos turnos como podía. Cuando llegaba a casa por la noche, en bicicleta, estaba realmente cansado, y por la mañana le dolían las piernas y los pies. Guardaba la mitad de lo que ganaba en propinas en la lata de café, y había conseguido llenarla casi hasta el borde. Tenía más dinero del que habría imaginado que sería capaz de ahorrar, más del que precisaba para huir en el caso de que se viera obligado a hacerlo. Por primera vez, se preguntó si era necesario seguir ahorrando.

Mientras disfrutaba de los últimos bocados del desayuno, miró a través de la ventana hacia la casa de Iseul. No había vuelto a hablar con ella desde su último encuentro, y la noche previa, cuando acabó su último turno de trabajo y regresó a casa, vio las luces encendidas en la cocina y en el comedor. Un poco antes, por la mañana, había oído el motor de su coche y el ruido de las ruedas sobre la gravilla mientras se alejaba. No sabía qué decirle, ni tan solo sabía si quería hablar con ella. Tampoco había decidido si todavía seguía enfadado o no.

Su amiga se interesaba por Seungcheol y los niños, estaba preocupada por ellos y le había expresado sus temores. Resultaba difícil encontrar malicia en aquella acción.

Él sabía que Seungcheol pasaría a verlo más tarde. Sus visitas habían pasado a ser una suerte de costumbre; cuando estaban juntos, Jeonghan no podía evitar pensar en todos los motivos por los que se había enamorado de él en primer lugar. El mayor aceptaba sus silencios y sus repentinos cambios de humor, y lo trataba con una gentileza que lo maravillaba y lo emocionaba, pero desde aquella conversación con Iseul, se preguntaba si estaba siendo completamente sincero con él.

¿Qué pasaría si un día aparecía Jungjae por el pueblo? ¿Cómo reaccionarían Seungcheol y los niños si desaparecía, si nunca más regresaba? ¿Estaba dispuesto a apartarlos de su vida para siempre y no volver a verlos nunca más?

Detestaba las preguntas que su amiga había sacado a colación, pero no estaba listo para enfrentarse a ellas.

«No tienes ni idea de lo que he sufrido», le habría gustado contestarle después de haber tenido tiempo para pensar sobre ello. «No tienes ni idea de cómo es mi esposo».

Apiló los platos sucios del desayuno en la pila y deambuló por la casa, pensando en cómo había cambiado de aspecto ese pequeño espacio en los últimos meses. Prácticamente no tenía nada de su propiedad, pero en cambio, se sentía más afortunado que nunca. Por primera vez en muchos años, se sentía amado. Jamás había sido padre ni tenía hermanos menores, pero cuando menos lo esperaba, se ponía a pensar en Chan y en Samuel. Sabía que no podía predecir el futuro; sin embargo, se le encogía el corazón al pensar que no concebía la posibilidad de abandonar aquella nueva existencia.

¿Qué le había dicho Iseul?

«Solo me limito a decir a la gente lo que ya sabe, pero que le da miedo admitir»

Reflexionando sobre aquellas palabras, Jeonghan supo exactamente lo que tenía que hacer.

—De acuerdo —convino Seungcheol, después de que le pidiera el favor. Jeonghan podía ver la sorpresa reflejada en su rostro, pero él también parecía animado—. ¿Cuándo quieres que empecemos?

My Haven ➳ JeongcheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora