Jeonghan persuadió a los niños para que tomaran un baño antes de ponerse los pijamas, y después, se duchó él. Su cuerpo se relajó bajo el chorro de agua y disfrutó de la sensación de poderse desprender de la sal del cuerpo con champú y jabón después de tantas horas expuesto al sol.Les preparó un buen plato de pasta. Después de cenar, los pequeños se pusieron a rebuscar en la colección de sus DVD, intentando ponerse de acuerdo sobre qué película querían ver, hasta que al final eligieron 'Buscando a Nemo'. El pelinegro se sentó en el sofá, entre Chan y Samuel, con un plato hondo de palomitas de maíz en el regazo, y dos pares de manitas se hundieron en el plato automáticamente, procedentes de ambas direcciones.
Se había puesto unos cómodos pantalones de chándal que Seungcheol había dejado encima de la cama y un jersey con el logo de un diamante. Flexionó las piernas y las ocultó debajo del jersey mientras veían la película, sintiéndose completamente cómodo por primera vez aquel día.
Samuel se acurrucó al rato, y Chan le sonreía cada cinco minutos. Fuera, los cielos florecían como fuegos artificiales, exhibiendo la vibrante gama de colores del arcoíris que poco a poco fueron dando paso a unos tonos pastel antes de dar la bienvenida a un cielo gris azulado y, al final, añil. Las estrellas empezaron a titilar mientras la última ola de calor se alzaba trémulamente del suelo. Samuel había comenzado a bostezar mientras veía la película, pero cada vez que Dory aparecía en pantalla, lograba murmurar: «¡Es mi favorita, pero no recuerdo por qué!».
Al otro lado de Jeonghan, sobre su regazo, Chan hacía esfuerzos por mantenerse despierto. Sus pesados ojitos se cerraban constantemente y su cabeza estaba apoyada en los muslos del 'amigo' de su padre.
Cuando la película tocó a su fin y el mayor de ellos se inclinó hacia delante para apagar el televisor, Chan alzó la cabeza y la dejó caer pesadamente sobre el sofá. Pesaban demasiado como para que sea capaz de llevarlos en brazos hasta su habitación, por lo que le zarandeó suavemente el hombro y le dijo que ya era hora de ir a dormir. Chan refunfuñó y gimoteó antes de sentarse con la espalda erguida. Bostezó, asintió, se puso de pie y se encaminó hacia la habitación arrastrando los pies. Se metió en la cama como un autómata y sin rechistar. Jeonghan le dio un beso en la mejilla.
No estaba seguro de si Chan dormía con la luz encendida, así que decidió no apagar la luz del pasillo, pero entornó la puerta de su cuarto. Después, acompañó a Samuel hasta su habitación. El pequeño le pidió si podía tumbarse un ratito a su lado. Él accedió, con la vista fija en el techo, notando cómo empezaba a acusar las secuelas del intenso el calor que había soportado durante el día.
Samuel se quedó dormido en cuestión de minutos, y Jeonghan tuvo que aunar fuerzas para no dejarse vencer por el sueño antes de salir de puntillas de la habitación. A continuación, recogió los restos de la cena y vació el plato de palomitas. Mientras echaba un vistazo al comedor, se fijó en todas las cosas que no dejaban lugar a dudas de que en aquella casa vivían niños.
Varias cajas de rompecabezas apiladas en una estantería, una cesta llena de juguetes en un rincón, unos cómodos sofás de piel a prueba de manchas. Estudió también los trastos esparcidos por la estancia. Un antiguo reloj de pared de los que había que darles cuerda cada día, una colección de tomos enciclopédicos en una estantería junto a la butaca, un jarrón de cristal sobre la mesa cerca del alféizar.
En las paredes había unas fotografías enmarcadas en blanco y negro de unos graneros en ruinas. Representaban la quinta esencia del Sur del país. Jeonghan recordó haber visto numerosas escenas rústicas de ese tipo durante su viaje desde la capital hasta Yeosodo.
También había señales de la vida caótica que llevaba Seungcheol. Una mancha roja en la alfombra situada a los pies del sofá, arañazos en el suelo de madera, polvo en los rodapiés... Pero a medida que examinaba la casa, no pudo contener la sonrisa, porque también había muestras que reflejaban claramente quién era él. Un padre ejemplar que se esforzaba por criar a sus hijos y mantener la casa ordenada, aunque sin mucho éxito. A él le gustaba la sensación de comodidad y de indolencia que destilaba aquel hogar.
Apagó las luces y se dejó caer pesadamente en el sofá. Agarró el control a distancia y empezó a pasar de un canal a otro, en busca de algo interesante pero que no requiriese una excesiva atención. Se fijó en que el reloj marcaba casi las diez de la noche. Todavía quedaba una hora, así que se recostó en el sofá y empezó a ver un show de música. Vio un reflejo en la pantalla y alargó el brazo para apagar la lámpara que había encima de la mesita. La estancia quedó prácticamente a oscuras. Volvió a acomodarse. Mucho mejor.
Siguió mirando el televisor durante unos minutos, sin ser plenamente consciente de que cada vez que parpadeaba, sus ojos permanecían cerrados unas décimas de segundos más. Su respiración se volvió más sosegada y su cuerpo empezó a hundirse pesadamente entre los cojines. Otras imágenes empezaron a flotar en su mente, inconexas al principio, pensamientos fugaces en los que aparecían las atracciones de la feria, la vista espectacular desde la noria; la gente arracimada por doquier, jóvenes y ancianos, adolescentes y parejas; familias; y, a lo lejos, un chico con una gorra de béisbol y unas gafas de sol, abriéndose paso entre la multitud, antes de volver a perderlo de vista.
Había algo en él que le resultaba familiar... Su forma de andar, sus labios y el cabello.
Estaba a punto de quedarse dormido, relajado, recordando escenas de la feria. Las imágenes se tornaron borrosas, el sonido de la televisión se amortiguó. La habitación quedó más oscura, más en silencio. Jeonghan se hundió un poco más en el sofá, mientras su mente se resistía a renunciar a aquellas imágenes que había visto desde la noria. Y, sobre todo, de aquel chico desesperado que se movía entre la gente con lágrimas en los ojos.
Aquel chico... Con lágrimas en los ojos.
ESTÁS LEYENDO
My Haven ➳ Jeongcheol
Fanfictie"Cuando Yoon Jeonghan apareció en la pequeña localidad de Yeosodo, en Corea del Sur, su precipitada llegada provocó muchas preguntas y dudas sobre su desconocido pasado. Él es alguien hermoso, no le gusta lucirse y tiene una determinación obstinada...