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La tormenta había llegado a cada espacio en la tierra, incluso en los desiertos, fenómeno de la naturaleza que no podía ser explicado científicamente porque no había precedentes, huracanes arribaban en las costas, los cielos se tornaban de púrpura y azul, los relámpagos caían cerca de los árboles, miles de afectados por las inundaciones, cientos desaparecidos y otros más muertos. El mundo estaba temeroso, porque aunque no pudieran recordar, aunque sus mentes permanecieran sumidas en una negruzco nube que les impedía acceder a sus recuerdos, sentían que aquello ya lo habían vivido.

Un quiebre en el espacio tiempo, como dejavu, cerraban los ojos rezandole a los únicos dioses que conocían, que en su mayoría, no eran quienes estaban creando de nuevo el caos. Nuevamente la humanidad, era el escenario perfecto para la cumbre de la venganza y la pelea, porque los dioses estaban molestos y ninguno de ellos pararía hasta que no les dieran lo que pedían. Justicia.

En medio de la desesperación un hombre de edad avanzada miraba sin prisa los libros antiguos, que durante años habían estado en su poder, los cuales cuidó con su vida, cuando prometió ser guardián de los dioses del olimpo, siguiendo sus tradiciones en la tierra, siendo portavoces de sus peticiones y manteniendo oculto el secreto de su existencia.

Ephriam, un anciano de nacionalidad coreana, pero con raíces griegas, que había vivido ya ochentaicinco años, cuidando del secreto de su Dios Zeus, estaba asustado, por primera vez en décadas, estaba dudando de su señor, algo en su mente no terminaba de quedarle claro, la pregunta que rondaba por su cabeza mareandolo era ¿Por qué? No tenía explicación lógica para lo que acontecía, primero, la traición de la discordia, la guerra de los dioses y el presentimiento de que algo estaba por suceder, algo mucho más grande que la guerra contra Tanatos. Todo esto, se sumaba al hecho de que temía por su vida, los guardianes habían sido llamados, pero él decidió no asistir, porque no estaba dispuesto a traicionar a los chicos.

No confiaba en nada de lo que los dioses decían, estaban jugando cruelmente y sin piedad con sus propios hijos, la llegada de aquellos dos bebés no era una coincidencia, estaba seguro de que ellos eran la respuesta a algo, pero ¿A qué?

A lo largo de su vida había visto cientos de lucha, guerras interminables, donde los dioses habían hecho oidos sordos a las peticiones de los humanos, ellos se habían alejado por completo, desaparecieron, pasando a ser seres mitológicos de una civilización antigua, nadie sabía la realidad, aquella que los conmemoraban como seres desprolijos de empatía, pero al mismo tiempo Ephriam pensaba que los humanos eran iguales, el mundo era cruel y frío.

Miró por milésima vez uno de los libros antiguos que había sido heredado por sus ancestros, entre hojas delicadas casi deshechas estaba un escrito, entrecerró los ojos consternado.

—¿Una profesia? —susurró para sí mismo.

Escuchó la puerta siendo cerrada, suspiró cerrando el libro y poniendo algunos papeles sobre ellos.

—BamBam, no tenías que venir, te dije que me esperaras en casa.

—Lo siento Ephriam, pero lamentablemente no soy BamBam.

Aquella voz hizo que se volviera lentamente, sus manos temblaron, cuando miró a su visitante, se dio cuenta que ahí, en esa pequeña biblioteca, estaba Zeus, el Dios de los cielos.

—Zeus—susurró tenso.

El hombre le ofreció una sonrisa burlesca, se paseó alrededor mirando si interés el lugar.

—No asististe, esperaba tu presencia ¿Por qué no te presentaste?

—Me sentía enfermo—balbuceo.

Zeus le observó con una ceja alzada, sonrió ladino. —No te creo, últimamente he pensado que...a mi alrededor, hay un traidor.

—Mi señor, yo juré servirle, mi familia entera lo hizo—solto tenso, sus manos no dejaban de temblar cosa que llamo la atención del Dios.

—Oh, claro que lo sé —asintió pensativo—. Sin embargo, no puedo dejar cabos sueltos. Ephriam, hoy vas a morir

No pudo moverse, sus ojos se centraron en el Dios quien se acercaba, acechando como un depredador, sus ojos se llenaron de lágrimas, poco a poco, el latido de su corazón se disparaba, su pecho comenzó a doler. Zeus sacó una daga de plata, reluciente, sonrió con sorna.

—Puedes salvarte, si me dices en dónde está mi hijo—levantó una ceja pensativo—. Necesito hablar con él.

Por la expresión del Dios, sus dudas fueron aclaradas, aquel Dios, no se detendría, ni siquiera por su hijo, dejó de tener miedo, relajó su cuerpo, con un suspiró sonrió.

—Entonces mi Dios, estoy dispuesto a morir por tu daga, porque no hay manera que yo traicione a los próximos dioses.

Zeus borró la sonrisa de su rostro, hizo que la daga se llenara de pequeños relámpagos que iluminaron el lugar. —Disfruta del inframundo, traidor.

Los ojos se Ephriam se cerraron, esperando el golpe, uno que no tardó en llegar, llevándose consigo, la vitalidad de su cuerpo.





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El Destino Del Olimpo  (Yoonmin/Namjin/KookTae)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora