Ego

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La mirada roja del demonio contemplaba su obra maestra, era como un Miguel Ángel al pintar "La creación de Adán"

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La mirada roja del demonio contemplaba su obra maestra, era como un Miguel Ángel al pintar "La creación de Adán". El dramatismo de la escena era sublime en su punto de vista ególatra: el naranja y las sombras de las velas, el tono verde esmeralda de la alfombra, la cama victoriana de ébano con cuatro postes, las líneas delgadas de las cortinas y su translucidez. Aquella composición era exacta para admirar entre claroscuros a la estrella de su cuadro.

Miraba frío y a la distancia al igual que un Dios todopoderoso mientras su bello Adán de cabello verde se contorsionaba entre las sábanas blancas de manera erótica. Gemía y jadeaba por la fiebre y el dolor. Y las marcas de sus colmillos por todo su cuello y su clavícula lo obligaban a saborearse los labios recordando su tersa piel.

Hace minutos lo devoraba entre sus brazos como un amante apasionado y la sangre cálida bajó por su garganta similar al aguardiente. Ahora esa sangre descendía desde la vena yugular de Izuku hecha jirones y el escarlata pintaba a brochazos la chaqueta verde y la camisa blanca de seda. El pigmento rojo hirviente manchaba las sábanas era como si veía a una virgen disfrutando los placeres de la carne. El vampiro respiró el aroma a hierro y sal del suicida. Nunca hubiera conjurado una escena tan viva sacada de un evento tan cotidiano como dormir eternamente pero no había comparación él no estaba pintando la capilla Sixtina como un regalo a dios, él no era un artista del pincel, solo era un devorador. Un vampiro.

Llevaba meses vigilándolo desde aquel día del puente. Y todos los amaneceres, iba a dormir en su ataúd pidiendo que no se matara durante el sol. "¿Porque me detuvo?" Su Adán de cabello verde le preguntó ese día bajo la luna, "¿Por qué lo detuve?" Bakugou desconocía la razón. Un humano muerto no importaba, no era como si la comida escaseara y debiera cuidarla. Pero esos ojos verdes eran tan atrayentes como ningún otro. Quizás fue caridad o quizás fue empatía de un suicida a otro, no olvidaba que aburrido de su vacía existencia quería ver la luz del día. De algún modo su encuentro fortuito detuvo ambos suicidios. Y hoy cuando lo miró a través de la ventana saltar con la soga en el cuello, por un instante no deseo su muerte, al menos no por una soga insípida.

El rojo de sus ojos centelló como dos luceros en el rincón, ardían emocionados y si tuviera corazón seguro estuviera acelerado por su sádica y excelsa obra de arte.

Observó al hombre retorcerse y escuchó otro gemido doloroso mientras entre sus manos jugaba con el rosario blanco de un siglo de antigüedad.

—K-k... Kac... chan —dijo el chico retorciéndose entre las sábanas delirando y sudoroso.

Cuando el vampiro escuchó ese extraño nombre sintió que su corazón muerto saltaba como si dijera: "Te encontré".

ᴍɪʀᴀᴅᴀ ʀᴏᴊᴀ | ғɪɴᴀʟɪᴢᴀᴅᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora