ᴍɪʀᴀᴅᴀ ʀᴏᴊᴀ | ғɪɴᴀʟɪᴢᴀᴅᴀ

Dicotomía

[Si quieren oír el audio denle play al video de arriba ☝️]

Año 1870.

Condado Cheshire.

Inglaterra.

Un joven febril se convulsionaba sobre una cama victoriana al mismo tiempo una cuerda solitaria se mecía en una viga del techo. Las velas de la habitación crecían y disminuían por el viento suave y helado cruzando por las ventanas, las cortinas translucidas de la cama se movían desinteresadas por el chico de dieciséis años que saltaba del colchón con sudor y escalofríos. Y en al fondo oscuro junto a un viejo librero, unas manos perversas jugaban con un rosario blanco entre sus dedos acompañados de una mirada roja encendiéndose entre las sombras...

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Izuku Midoriya quería morir. Lo había planeado todo. Pacientemente espero a que sus responsabilidades de cuidar a su madre terminaran como el hombre del puente le dijo:

"Una buena muerte debe ser planeada, ser cocinada a fuego lento, aderezada y marinada. Así tu lengua se regocijará de la hiel sobre tus labios. De la amargura y la exquisitez. Tienes que saborear los preparativos para que cuando pierdas el último aliento, los músculos se te engarroten y tu corazón acelerado se sienta al borde de un orgasmo. Así debe ser la muerte con preliminares que te lleven a la culminación y entonces yacer en el lecho como lo hacen los amantes después del sexo".

Después del funeral cuando la puerta se cerró y sus abusivos parientes se fueron; disfrutó del rechinar de las escaleras, el frío y el polvo de la sala familiar y el vacío de su corazón. Solo en su mansión sonrió hasta las lágrimas. Por fin se iría de aquel infierno llamado "el diario vivir". Caminó a su habitación, fijó la cuerda a una viga y subió a una silla. Tomó la soga, se la puso en el cuello, cerró los ojos y saltó. Esperaba abrir los ojos a un mundo sin crueldad pero en el siguiente parpadeo estaba entre los brazos de un joven rubio a quien reconoció como el hombre del puente.

—Una soga es patético para morir —habló con una voz aterciopelada e íntima como si todo este tiempo lo hubiera observado desde su ventana —Lo siento pero tu deseo no se cumplirá. Esta noche vas a vivir y vivirás para siempre —dijo con una voz demoníaca.

El joven Midoriya aterrado vio cómo esa boca roja se abrió y el nácar de los dientes brilló en el temblor de su iris color verde. Y entonces el filo de los colmillos desgarró su cuello.