13. No hallo la hora de hacerte mía.

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Luz...

Cámara...

Acción...

-Señorita,-Entró a mi alcoba una de las empleadas-El Sr. Dumont la espera en el estudio.

Asentí.

Ya ha pasado un día desde que vivo en la mansión del Sr. Dumont, es un lugar muy grande y espléndido, mucha servidumbre a mi disposición, ya que desde el momento es el que llegué el Sr. Dumont lo ordenó así. Se portó muy bien conmigo, de hecho nisiquiera la he tratado, desde que llegamos se concentra en su empleó, seguramente con problemas porque ni siquiera sale de su despachó.

Respetó todas sus decisiones, al igual que las aceptó. Pero, hay una parte de mí que quisiera poder ayudar a ese hombre de imponente mirada y fría actitud. No sé porqué razón, sólo quiero hacerlo. A lo mejor si lo intentó pueda lograr algo en él, para hacerlo cambiar, o tal vez no. Ya que por más que intentemos algo, la mayoría de las veces no lo conseguíamos, yo de niña deseé que ella volviera que me diera una explicación, tenía la esperanza de que con sólo un abrazó de su parte todo el temor y rencor consumido se iría. No volvió, nada cambió, y ese odio y temor de regresar a vivir lo mismo siguen latentes en mí.

No sé que me esperé con él ya que apenas comienza nuestra vida juntos, pero de algo estoy segura, no puedo alejarme de él: Él es el sustentó y la protección. Eso decían las monjas, y así debe ser, sólo sé cosas que ejercen, no puedo cambiar por mas que quiera. Y más ahora debo hacer que todo marche bien, no quiero, por nada del mundo, volver a ese lugar.

Toqué dos veces y al obtener permiso pasé-Buenos días Sr. Dumont-Saludé, al momento de llegar a su despachó.

Señaló con su mano en sillón, entendí al instante y me sente, él copió mi acto y lo hizo a mi lado.

-Está noche vendrán socios de mis negocios aquí en Reino Unido, anunciaremos que estamos comprometidos,- Virtio un poco de vino en su copa-Quiero que te comportes y no quiero verte con ningún hombre a menos que te de permiso. No quiero que se vuelva a repetir lo de la última ves.

Llevé mi mirada a sus ojos verdes penetrntes-No se volverá a repetir mi señor, le aseguró no causarle problemas, y que todo saldrá justo como usted lo desea.

Llevó su grande mano a mi rostro, lo acarició, se sentía raro, era la primera vez que sentía algo como esto, llevé mi mirada a él, al parecer notó lo que hacía porque se detuvo. Su semblante cambió al mismo: frio y serio de siempre.

-Ve y desayuna, necesitarás estar perfecta para hoy. Así que vendrán a arreglarte.

Me levanté de mi lugar-De acuerdo iré.

Giré sobre mis talones, al llegar a la puerta unas fuertes manos rodearon mi cintura, su fornido y fuerte cuerpo me atrapó y estampó en la puerta. Acorralandome por completo, no tenía escapatoria alguna, senti su cercanía ser cada vez más, tanto que su perfume invadió mis fosas nasales, el olor de su imponente colonia, me gusto su olor.

-Luces sexy con ese vestido, Laura.

Bajé mi mirada-Lo siento.-Núnca pensé que le degustaría mi vestido.

Con su dedo indice levantó mi mentón-Me gusta que luscas así, pero sólo para -Recalcó.

-Así será, mí señor.

Su mirada y la mia eran una, acercó más y más su rostro a mí, hasta llegar a mi cuello, sentía su respiración en el, como el roce de su nariz con mi piel provocó que erizara y temblará del miedo, no sabía que hacer. Núnca estube en una posición cómo está. Comenzó a besar lentamente mi cuello era como una caricia sin fin, que no quería que acabará.

M U Ñ E C ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora