21. ¡En tú maldita vida vuelvas a hablar blasfemias de mi madre!

1.1K 59 25
                                    

Dedicado a: @SetsoConJustin

Luz...

Cámara...

Acción...

El camino fue en completo silencio, aúnque la tensión era eminente en el ambiente. Él no ha hablado conmigo, ni yo con él, no quiero ni verlo a los ojos, estoy aún adolorida por sus golpes. Por suerte con un poco de maquillaje logre tapar las grandes los golpes. El auto aparcó enfrente de un lugar, ni siquiera atención le ponía al camino, estaba tan comcentrada en el medallón que me regaló Christopher que ni siquiera lo noté.

—Laura, llegamos.

Asentí.

Me ofreció su mano, temerosa, la acepté. Me sorprendí al ver una gran mansión en dónde nos encontrabamos, las grandes puertas de esta se abrieron dejando ver a un hombre con cierto parecido a Federico, pero con ese inigualable color de ojos idénticos al Sr. Dumont. Nos recibió con una mirada fría y seria, como solía ser Christopher, creó que es de familia ser así.

Al llegar a él solo se limitó a asentir con la cabeza en forma de saludo. Christopher y yo respondemos de la misma manera. Caminamos al sillón, él  estaba en su sofá individual y nosotros en el grande, en ningún momento Christopher soltó mi mano. No se si era correcta mi deducción, pero creó que ambos se estaban retando con la mirada.

—Tiempo sin saber de ti—Habló secamente el hombre de cabello blanco—Tú hermano me platica muy pocas cosas,— tomó de su copa—¿Cómo está ella?

La mandíbula del Sr. Dumont se tenso—No te interesa.

Asintió dándole la razón—Solo quería probar si aún estás imbécil, y como lo veo así es.

—Laura, ve al baño, me dijiste que querías ir, así que ve.

Entendí al instante, caminé con una de las empleadas de la casa, ella me señaló el pasillo, se fue luego de despedirse con un asentimiento. Giré sobre mis talones en dirección al Sr. Dumont, se que no era mi asunto, pero realnente necesitaba saber lo sucedido.

—¿Qué? No piensas decirme—comentó sarcástico—es que al parecer aún no comprendes que no hay salvación para los muertos.

El Sr. Dumont caminó a él y lo tomó del esmoquin—Ella no esta muerta, no lo está, retractarte—Ordenó entre dientes.

—¡Por Dios! Estás enfermo Christopher, aceptalo, las perdistes a ambas, lo único que conservas es a algo sin vida.

Llevé ambas manos a mi rostro al ver al Sr. Dumont con el puño alzado apuntando al rostro de su padre, se contuvo y lo bajó dejándolo aún lado. Realmente estaba furioso, su tenso y tonificado cuerpo estaba conteniendose, era evidente que estallaria. No comprendía nada de lo que sucedía, pero necesitaba saber que era y por que el Sr. Dumont esta así.

—Golpeame, así como lo hicistes con ambas, golpeme a mi—Repitió insitandolo—¡Acaba conmigo, como tanto lo has deseado!

Soltó su agarre el hombre cayó en el sillón—Eres un pobre viejo infeliz, tú abandonaste a mi madre, nos dejaste por la madre de Federico. No te mato porqué ya esa enfermedad del corazón esta acabando contigo,— sonrió de lado, como si estuviera disfrutandolo—siempre esperé este momento, ver al gran Sr. Lowell ir desapareciendo poco a poco, cayendo en un agujero del cuál jamás se reempondra, ¿Qué se siente estar apunto de morir y estar solo?—Preguntó burlesco—y qué hasta tú hijo legítimo,—Habló con sarcasmo—trabajé para el bastardo que rechazaste al nacer, que humillaste hasta que no pudiste más.

El baso de vidrio cayó de las manos de su padre—¡Malditasea, cállate, Christopher!—Le ordenó entre dientes—Núnca te quise, te trate así porqué no eras, ni eres digno de mí.

M U Ñ E C ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora