20. ¡No! por favor, detengase.

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Luz...

Cámara...

Acción...

Han pasado tres semanas desde que que ayudo a los niños, me siento tan agusto con ellos, me hacen sonreír y olvidar por un momento lo desdichada que es mi vida. No he sabido nada de Christopher, y me sentía mejor así. Me sentía herida a su lado. Porqué sé que por más atracción que sienta por él, por más complaciente que llegué a ser, nada cambiará, él no me amara para nada.

Caminé al closet de la habitación, me empine de puntillas, y tomé la valija encontrada ahí. La traje conmigo a la cama y la revisé, sonreí con tristeza. Guardaba las únicas dos fotos que tenía de niña, la primera era de bebé con una sonajera, y la segunda era cuándo las monjas me alistaron para verme mejor. Tomé con cuidado el conejo de felpa, aún recuerdo lo doloroso que fue dormir sin él. Creí que no volvería a verlo.

Él no era solo un conejo de felpa, representaba un acompañante muy importante para mi, mientras todos tenían a sus padres, yo lo tenía a él, me escuchaba, y sentía que me protegía en las noches frías, Los días que aguantaba hambre, y que extrañaba a mi mami. Él, y sólo él me acompañó.

Lo acomode en el Buró, dejé la valija debajo de la cama. Salí de la habitación en dirección al orfanato.

-Sra. Dumont queria decirle que-

-¿Podría ser después? Voy tarde, quiero ayudar con el desayuno.

-Es que es algo importante Sra. Dumont.

Una de las empleadas me pasó mi bolso-Estaré aquí para la cena, no tardaré.

-Sra. Dumont es que el señor-,

Detuve mi andar al momento de encontrarme con Christopher en la puerta, con los brazos cruzados y la mirada fija en mi.

-¿A dónde crees que vas?

Palidecí-Iba a salir.

Caminó unos pasos hacía mi-¿A dónde? ¿con permiso de quién?

Bajé mi mirada-Sólo quiero ayudar-,

Recibí un fuerte golpe a mi mejilla-¡Estás aquí para ser mi esposa! No para tener ideas.

Llevé mi mano a el lugar afectado-Sr. Dumont-,

-¡Deja de decirme así! Soy tú esposo, quiero que me digas y me trates con amor. Eso es lo que merezco ¿no?

Lo miré directo a los ojos-Lo siento, pero no creó llegar a amarlo.

Su fría y terrorífica mirada no me dejó -Eso está sobrevalorado-acarició mi rostro con sumo cuidado-Tú tienes que sentir algo por mi por más que no quieras, ya eres mi muñeca.-Habló entre dientes-No te alejaras de mi por más que así lo deseés.

-No lo haré, señor.-Observé sus verdes ojos-Prometo esforzarme para complacerlo.

Pensé por un solo segundo ver sus ojos brillar-Demuestralo.

-¿Qué desea, Sr. Dumont?

-Bésame.

Corté la poca distancia que nos separaba, coloqué mi mano en su hombro y me enpine para lograr alcanzarlo. Sentí su fuerte mano apretarme a él, su entrepierna chocó con mi intimidad. Jadee, sus manos fueron subiendo por mis caderas hasta llegar a mis muslos, apretarlos y atraerme más a él.

-Te mostraré que es lo que deseó, ahora.

Me tomó en sus brazos y me llevó con él a la recámara, me dejó en la cama, se comenzó a desvestir. Con solo una mirada comprendí que debía también hacerlo. Desavotone mi vestido piesa por piesa, quite los tacones, al levantar la mirada el Sr. Dumont ya se había acercado a mí.

M U Ñ E C ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora