||6|| Los haré pagar.

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Luz…

Cámara…

Acción…

Dieciséis años atrás...


Dibujaba.

Eso era una de las cosas que más disfrutaba hacer, aunque son colores que otros niños no quisieron y votaron a la basura, le sirvieron perfectamente, usó hojas de papel que encuentro en la calle para así hacer dibujos.

Su mami no le ha sacado una fotografía, vio siempre a niñas limpias y con sus lindos arreglos, comentaban que sus madres las llevan a fotografiar y lucen tan lindas. Puede que tal vez su mamá no es como las demás, pero de igual modo la quiere, y no desea que las personas diga cosas feas de ella, por eso. Laura piensa hacerse retratos de fotografía con su conejito, bueno, las dibujara ya que no tiene cámara, así que será una forma de retrato.

—Muy bien, conejito. —lo llamó y alzó hasta llegar a mi regazo. —¿qué te parece nuestro retrato? Tal vez a mi mami le guste.

Llevó una pata del conejo a su mentón para que se viera pensativo. Lo acercó a mi oído para que le dijera su secreto.

—Oh.—colocó ambas manos en su boca, sorprendida. —¿De verdad? Bueno, acordamos eso para que luzca mucho mejor.

Hizo nuevamente el trazo, con una sonrisa abierta en sus labios. Con la inocente fe de que hoy seria un increíble día para ella. Tenía la esperanza de que le gustara tanto a su madre esto, sólo había pocas fotos de ella pero no de la pequeña. Laura, quería tener al menos una y piensa que puede conseguirlo con un dibujo.

Se sobresalto al oír el abrupto sonido de la puerta al cerrarse.

Comenzó a guardar con rapidez sus cosas antes de que su mamá se diera cuenta, necesitaba ser veloz y terminar de esconder eso.

—¡Laura, ven! —La llamó desde la planta baja.

La pequeña dejó al conejito arropado en el colchón del piso y manta donde dormía.

—No te vayas—dijo luego de besar su cabecita.

Fui a la sala donde podría estar su madre, la casa es un lugar un tanto abandonado y frío, pero era su hogar y su madre siempre le recordaba que es la miseria que le tocó vivir. Aunque, claro, la pequeña, estaba bien con tener un techo donde dormir.

Su madre, le sonrió y abrió sus brazos a mi dirección.

—Ven, mi pequeña.

Laura se mantuvo inmóvil sin idea de que estaría pasando, ella no suele ser así, es extraño para la pequeña ver ese tipo de afecto. Pero, aún y con la extrañeza del acto tan cariñoso, confió. La niña, inocentemente creía que su madre si la quiere, lo sabía, aunque deje que esos hombres la griten y peguen, su mamá la amaba.

Corrió a ella y dejó que sus brazos la aplastaran entre los suyos.

—Mami. —nombró con infinito cariño, la pequeña Laura.

Se separó de su hija y le dio una sonrisa forzada.

—Mi pequeña, Laura. —pasó su mano por el rostro de su hija—te traje regalos por tu cumpleaños número 5. ¿Quieres verlos?

Asintió con una sonrisa en los labios.

¿Regalos?

Nunca le ha dado nada en su cumpleaños, estaba muy contenta. Puede que su madre este cambiando y tal vez ya no la dejará solita, que felicidad sentía la pequeña ante esa posibilidad.

M U Ñ E C ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora