||14|| No lo hagas, no abortes, Daphne.

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Luz...

Cámara...

Acción...

Daphne Bennett.

Mis pupilas comenzaron a abrirse lentamente. Observé al equipo de seguridad que estaba ahí. Ayudaron a qué me reacomodara en mi asiento.

—Ha despertado, Srta. Daphne. Iré por el doctor.

Permanecí sola en la habitación. Sentía un gran peso en mi pecho por todo lo que hice para tomar esta terrible decisión. Inconscientemente. Las lágrimas comenzaron a invadir mi rostro, esto era aún tan reciente. Debía respirar hondo, no podía perder la calma, necesitaba ser fuerte.

Lo hice por ti, Laura. Te debía una sola cosa, pero, siento que esto no debió sucederme. Tal vez no pueda cambiar el pasado pero, es tan difícil para mí esta situación que, si de tener en mis manos la posibilidad de no haber tomado tu lugar, no hubiera hecho eso.

—¿Dónde está papá? No lo he vistos estos últimos días.

En mi niñez, siempre recuerdo a mi padre conmigo, cumpliendo mis deseos y haciendo que mis sonrisas no se terminen. Me había platicado que tuvo un matrimonio que terminó, y de ahí nacieron mis medios hermanos, Charles y Verusha. Solo he tratado más a mi hermano, a ella solo la he visto por fotos y he escuchado de todo lo que hace por las cartas que envía a Charles.

—Ha tendió trabajo, pero tranquila, volverá.

En esas épocas del año sus actitudes siempre eran de tristeza y melancolía. No comprendía que motivo los hacía estar así, me sentía mal de no poder hacer algo por ellos. Preguntar no serviría de nada ya que sé que evadirían el tema. Justo como lo hacen con el de mi madre. No existen fotos o información de ella, solo sé que me dejó con mi padre.

—¿Es mi culpa que ambos estén así? No quiero hacerles daño.

Charles me miró con ternura y negó. Se acercó y besó mi frente.

—No nos haces daño, tranquila.

El teléfono de la casa comenzó a sonar. Una de las empleadas de la casa lo tomó para después dirigir su mirada a Charles.

—Es de Rusia, la Srta. Verusha.

Sonrió y asintió.

—Contestaré en el despacho—Se levantó de su lugar y se encaminó al lugar que mencionó.

¿Por qué todas las llamadas que tiene con Verusha o su madre son privadas?

Ese día tuve curiosidad de saber de qué platicaban ambos. Fui a habitación de mi padre, tomé el teléfono que estaba en el buró y comencé a escuchar lo que decían.

—¿Cómo ha estado mamá? La última vez la vi muy pálida.

Un suspiro llegó de parte de Verusha.

—Estos días han sido difíciles, lo sabes. Nuestra pequeña hermana cumpliría ocho años.

¿Hermana?

M U Ñ E C ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora