¿Alguna vez te has involucrado con la mafia? Probablemente no, y espera nunca hacerlo.
Drogas, alcohol, tráfico y muerte es lo único que recibirás de un encuentro con algún mafioso, sobre todo si es de los peores que puedan haber. Pero, ¿por que no...
—¿Lo escuchas? Probablemente los tuyos están muriendo, y tu aquí luchando por ellos.—Zitao grito cuando Ten torció más su brazo en su espalda.
—Tengo que.—Zitao se empujó atrás hasta golpear a Ten entre su cuerpo y la pared haciéndolo jadear fuerte y soltarlo por lo que se separó rápidamente del más pequeño.—Ellos me matarán si los dejo ir. ¿Cómo puedes estar tan seguro de que ganaran?.
—Conozco a los míos.—Chittaphon acarició su cuello antes de mirar a los chicos quienes se habían alejado lo más posible de ellos.
—No tengo seguridad de que ganen, tampoco de que los ayudes.—señaló a los chicos, con una expresión furiosa y desconfiada.—Porque lo mismo que hacen ellos lo haces tú. Somos criminales todos al final.
—Los criminales chinos no son como los coreanos, ¿eh? ¿Por que razón Yifan estaría aquí?.—Ten balanceó su navaja en sus dedos, caminando alrededor de Zitao quien gruñía al verlo.—Piensa, el único hijo de la gran emperatriz del mundo bajo en China. La que controla toda China con solo mover el meñique, perdió a su único hijo, su único heredero, y ahora lo quiere devuelta pero es taaaan difícil, Corea no quiere dejar ir a tan preciosa joya China.—Ten lamió la cuchilla de su navaja, divertido ante la cara de confusión del contrario.—Yifan no es cruel y despiadado con los inocentes como lo es su madre. Por eso está aquí. Por eso están muriendo allá arriba.—se encogió de hombros divertido antes de estirar sus brazos.—¿Seguirás apoyando una causa perdida?.—Zitao mordió su labio inferior, inseguro de que hacer.
Porque debía apoyar a su familia, ayudar a madre Wu a capturar y devolver a su hijo a China. Aquello igual sería su pérdida, su desquiciada familia lo tendrá en lo más bajo. Seguirá siendo escoria.
—Que distraído.—Zitao parpadeo y retrocedió cuando Chittaphon susurro tan cerca de él que apenas noto que sus rostro estaban a centímetros.
No tuvo tiempo de retroceder, de esquivar, de atacar. Ten ya estaba allí. Listo para matarlo.
Aún así, solo fue tirado al suelo y su arma fue a parar lejos de sus manos, el cuchillo en su cuello amenazaba su vida, pero nada más allá de ello.
—Dame tus manos~.—Ten tomó las manos de Zitao y las retuvo sobre su cabeza, acercando tanto sus rostro que el alto pensó que podría besarlo si quería.—Personas como nosotros, no somos los malos, panda.—rozó sus narices avergonzando al chino antes de mirar a los menores.—¿Están listos para salir de aquí?.
—¿E-Eh?.
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KyungSoo abrió sus ojos repentinamente, jadeando con fuerza por lo que Yesung se asustó y corrió a ayudarlo cuando intento sentarse.
—¿Que sucede?.—preguntó el mayor preocupado, viendo como KyungSoo miraba a todos lados confundido.—Hey, tranquilo. Estamos en el hospital.
—Ai...
—¿Kai?.—KyungSoo asintió, feliz de que Yesung pudiera entender su pobre intento de comunicarse con él.—No nos hemos comunicado con él desde que dijo que irían a la casa a rescatar a los chicos.