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Una semana después, Juliana se incorporó de nuevo a su trabajo. Como siempre, el humor de Márquez era pésimo. Desde que apareció por la comisaría aquella mañana no había parado de reprenderla por todo. Algo que ella asumió, aunque en un par de ocasiones Mariana tuvo que pararla para que no le pusiera la papelera de sombrero.

Aquella mañana López había aparecido feliz y contento. Iba a ser padre. Después de más de cuatro años de matrimonio, Marisa y él por fin iban a conseguir lo que llevaban buscando casi todo ese tiempo.

—Enhorabuena, papito —sonrió Mariana abrazándole—. Vas a ser un padre genial.

—¡Mierda!, no me lo puedo creer todavía —sonrió emocionado—. Esta mañana nos hemos levantado juntos para hacer la prueba... cuando ha salido el circulito rosa nos hemos puesto a llorar como dos imbéciles.

—Marisa estará muy contenta, ¿verdad? —preguntó Juliana y él asintió—. Pues no es por nublarles la felicidad, pero prepárense para no dormir, y olvidense de la tranquilidad, el descanso y el silencio. Ah... y ve guardando la Play Station para dejar espacio para cientos y cientos de cosas para el bebé.

—Cállate, odiosa —protestó López y preguntó—: Y tu pequeña, ¿qué tal?

Juliana sintió un pellizco en el corazón. Cada vez que recordaba a Luna, el dolor por la pérdida de Adriana le dolía el cuerpo. Por eso se tragó las lágrimas y mientras se sentaba en su mesa dijo:

—En su mejor trabajo. Llorar, comer, cagar y volver a llorar.

—Qué alegría, ¿verdad? —susurró Mariana sentándose encima de la mesa de Juliana con un paquete de Doritos, mientras el resto de compañeros felicitaban al futuro y nervioso padre—. Ver a López tan feliz y enamorado es maravilloso, ¿verdad?

—Sí —asintió Juliana mientras cogía los Doritos.

—Oye, reina, ¡que son míos!

—Queee, dame y no seas rata.

Mariana sonrió y al ver como entre varios compañeros molestaban a López dijo:

—La verdad es que al ver a López y Marisa tan enamorados, te hace pensar que a veces el amor triunfa, y que quizás como dijo la gitana en Cancún, lleguen nuestras princesas.

Al oírla, Juliana le devolvió los Doritos con gesto amargo.

—Lo que dijo la gitana fue una ridiculez. Además, las princesas, Mariana, se quedan atrapadas en los cuentos de hadas.

—¡Mujer!, mira que eres negativa. Todo el mundo ha tenido decepciones amorosas en la vida y tarde o temprano encuentra el verdadero amor.

—¿Verdadero amor? Mariana, por favor, eso no existe. Cree en el sexo libre y lujurioso, en tonterías de San Valentín no.

—Vete al demonio, tonta —replicó Mariana tirándole los Doritos—. Yo quiero creer en el amor. Solo tienes que conocer a la persona indicada para que esa magia surja.

—La magia no existe y el amor es un asco —se quejó Juliana y abrió un expediente—. Créeme. Te lo digo porque lo sé.

—En tu caso, creo que tienes el radar estropeado.

—¿Que tengo el radar estropeado? —se burló Mariana.

—Por Dios, Juliana, si hasta tu abuela Lupe o la mismísima Gloria ligan más que tú.

—¿A cualquier cosa le llamas tú ligar?

—Por lo menos tienen citas, se ilusionan y se lo pasan bien.

—Yo también me lo paso bien... cuando me dejan —se defendió Juliana.

—Sí, claro, con Lucas Fernández, siempre y cuando no se le acaben las pilas —se mofó Mariana.

Si yo no te tengo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora