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Un par de horas después, tras haber pasado la tarde con López y Marisa decidieron marcharse. Estaban agotadas.

—Ya saben no vayan a pelear con nadie —bromeó López antes de que ellas cerraran la puerta de la habitación.

Con las gorras y los lentes de nuevo puestos, antes de montar en el ascensor que había junto a la puerta principal, se pararon ante la máquina de las golosinas. Tenían hambre y unas papas fritas las calmarían hasta llegar a casa.

—Yo quiero papas con queso.

—Que no. Mejor doritos naturales —se quejó Mariana.

—Pues no —arremetió Juliana dándole un empujón—. Mejor papas.

Como dos niñas necias discutían sobre qué sacar de la máquina, cuando una voz les llamó la atención.

—¡Pero qué ven mis ojos! ¿Las CSI en persona?

Juliana y Mariana se volvieron y encontraron las miradas chistosas de las doctoras Ivanna y Valentina, junto al viejo Carvajal sentado en una silla de ruedas.

«Las que faltaban», pensó Juliana, ajustándose más la gorra.

—no mames — protestó Mariana volviéndose hacia la máquina—. En este puñetero hospital no hay nadie normal que sea capaz de no fijarse en nosotras.

—Muchachitas — se adelantó el anciano para saludarlas—. ¡Qué alegría verlas! Precisamente me dirigía a la habitación de su compañero para visitarle. ¿Cómo están ustedes?

Juliana se volvió para saludarle, mientras Mariana sacaba finalmente una bolsa de doritos ranch.

—Hola, señor Carvajal —sonrió tendiéndole la mano—, me alegro mucho de verle tan recuperado.

—¡Por San Antonio! ¿Qué les pasó a ustedes, señoritas? —musitó el anciano al fijarse en ellas. Desde su posición las veía mejor—. Están magulladas como dos boxeadores.

Juliana vió que Valentina e Ivanna torcían las cabezas para intentar distinguir algo bajo los lentes y las gorras.

—Oh, no se preocupe — dijo Mariana con una sonrisa—. Es un golpecillo de nada.

—Gajes del oficio —quitó importancia Juliana.

Ivanna cruzó una mirada con Valentina y dijo:

—Eso suele pasar cuando las superhéroes intentan salvar ellas solitas el mundo.

«Esta morra es tonta», pensó Mariana y respondió:

—Unas salvamos el mundo mientras otras van en pijamita todo el santo día.

Con burla, la aludida le propuso:

—Si tanto te molesta mi pijamita, me ofrezco a que me la quites cuando quieras.

Tras un bufido más que entendible, Mariana le susurró a su amiga: —¡Diossssssss! Esta tonta me quita la paciencia, como qué tiene ganitas de jugar no?

—Me gustan los juegos, Barbie Policia —admitió Ivanna con un gesto que hizo reír a todos menos a Mariana.

—Perdona, doctora payasa —se le encaró—. Para ti, soy la inspectora Del Monte, no te equivoques.

—Vaya... qué interesante conversación —rió el anciano mirándolas a todas.

—De acuerdo, inspectora Del Monte —respondió Ivanna sin amilanarse—. A partir de ahora para ti yo también seré la doctora Butler. ¿Te parece?

Mariana suspiró y Valentina se acercó hasta ellas y sin preguntar ni pedir permiso tiró de las dos gorras, ganándose una mirada dura tras las gafas de Juliana.

Si yo no te tengo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora