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Cuando Juliana despertó e intentó moverse, sintió tal dolor en su cuerpo que desistió. Con cuidado abrió los párpados y vió un techo blanco. Los volvió a cerrar. «¿Dónde estoy?» Pero cuando el dolor volvió, rápidamente recordó. Dani... Dani estaba herido... Asustada abrió los ojos y escuchó.

—Mírala, Lupe... va a abrir los ojillos...

—Bendito sea Dios, cariño mío, ¿estás bien?

Con esfuerzo, miró los bultos que estaban alrededor de ella. Su vista poco a poco se definió hasta que los identificó.

—Sí, abuela, no te preocupes —susurró—. Por favor, súbeme la cama.

Media hora después llegó una enfermera con la comida. No tenía hambre, pero sí sed, algo que la enfermera dijo que era bueno. Juliana quería preguntar por Dani, pero le daba miedo. ¿Y si le había pasado algo?

—¡Ay, qué susto me diste, hasta cuando! —suspiró su abuela dándole un sonoro beso al tiempo que soltaba una lagrimilla.

—¿Lo ves, Lupe? —comentó Gloria—. Superwoman es muy fuerte. Solo necesitaba descansar, nada más.

—¿Dónde está mi niña? —se preocupó Juliana al no ver a la bebé con ellas.

—Se la llevó Valentinita —respondió su abuela—. Está como tonta enseñándola por el hospital.

Juliana frunció el ceño. ¿Qué hacía Valentina enseñando a su niña?

En ese momento se abrió la puerta y Mariana apareció ante ellas.

—Ya despertaste bella durmiente. Vaya susto nos diste. Tú con tal de llamar la atención, haces cualquier cosa.

Incrédula la miró. Mariana tenía un brazo en cabestrillo y un enorme apósito le cubría media cara.

—Pero... pero Mariana... ¿Qué te pasó? No recordaba haberla dejado así.

—Mi Reina... Tengo una fractura tonta en el cúbito, pero tranquila, con paciencia se curará.

—Y en la cara... ¿Por qué llevas la cara así?

—¡Tengo nariz nueva! —gritó aquella olvidándose del parcho—. Como me la rompieron en el operativo, me la arreglaron e Ivanna se encargó de que lo hiciera un colega de aquí. ¡Por fin tengo la nariz de Eisa Gonzalez ¡Ay, Dios! ¡Qué ganas tengo de verla!

Juliana sonrió. No se lo podía creer. La loca aquella se había operado la nariz. Tras un rato de risas, finalmente preguntó:

—Pero bueno... ¿Cuánto llevo en esta cama?

—Ay, cariño... llevas dos días durmiendo como la Bella Durmiente. Según Valentinita, tu agotamiento físico y el estrés por lo ocurrido la otra noche te ocasionó un soponcio —suspiró su abuela.

Juliana se quedó boquiabierta, y de pronto gritó:

—¿Cómo que llevo dos días aquí? ¿Y qué es eso de que me ha dado un soponcio?

—Juliana, cuando venga la doctora Postrecito, que te lo explique, ¿ok? —Con la mirada, Mariana le ordenaba que se relajara.

Minutos después se abrió la puerta. Apareció su vecino, el señor Montolla, con un bonito ramo de flores multicolores.

—Olé... olé... y olé... las mujeres más guapas del hospital —y tras darle un cariñoso beso a cada una en la mejilla, dijo—: Como no sabía qué flor os gustaba, he traído de todo un poco. Vamos, lo que comúnmente se llama un popurrí multicolor.

—Es usted un tesoro, señor Montolla —agradeció Mariana cogiéndole del brazo.

—Gracias, señor Montolla —sonrió Juliana agradecida.

Si yo no te tengo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora