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Confundida por lo ocurrido, consiguió reaccionar, se puso el abrigo y sin mirar atrás salió del hotel. Comenzó a andar bajo la lluvia a paso rápido por la avenida que llevaba al hotel. Necesitaba soltar adrenalina y despejarse. ¿Por qué Val la había humillado así? El enfado que llevaba era tal que, sin importarle la lluvia que caía, caminó durante horas hasta que finalmente cogió un taxi y le pidió que la llevara hasta las lomas.

Se bajó en la calle donde vivía Val y cuando el taxi se alejó, Juliana miró la enorme valla que le impedía acceder y pensó «¿qué mierda hago yo aquí?». Consciente de que el impulso de ir a casa de Val había sido una tontería, miró a su derecha y vio una parada de autobús sin marquesina. Sin importarle el empape total del precioso vestido largo, del abrigo y toda ella, se sentó en el banco que había junto a la parada y decidió esperar el autobús.

Media hora después, rodeada de una oscuridad total y como un pollo empapado tiritaba de frío. De pronto sintió que algo frío le tocaba las manos. Al bajar los ojos, se encontró con la mirada alegre de Pepe.

—¡Hola, guapetón! ¿Qué haces aquí con el aguacero que está cayendo? —le saludó y entonces vio a Alirio acercarse con un paraguas.

—¡Por Diooos! Pero ¿qué estás haciendo aquí, Juliana?

Al ver la tierna mirada del hombre, Juliana sin saber por qué, comenzó a llorar. Sin perder un segundo, él la levantó del banco y se la llevó. Pero cuando ella vio que la llevaba hacia la casa de Val se negó. Finalmente, Alirio la metió en su casa.

Media hora después consiguió convencerla de que se diera una ducha caliente para entrar en calor. Con rapidez, Alirio fue hasta la casa de Val y cogió algo de ropa para ella. Al entrar en el baño de la señora, le preocupó ver el neceser y algunas ropas de Giselle, pero cogió un pantalón y una sudadera de Val, y no de aquella mujer, y regresó a su casa.

—Juliana —llamó a la puerta del baño—, te dejo encima de la cama algo de ropa seca de la señora. Necesitas abrigarte de momento esta muda te valdrá. En cuanto a la ropa interior, es tuya. Te la dejaste la última vez que estuviste aquí.

—Gracias, Alirio. Eres un sol —respondió con un suspiro.

Quince minutos después, mientras el hombre preparaba café, Juliana apareció ante él vestida con la ropa que este le había dejado. Seguía lloviendo horrible, pero lo peor en ese momento es que esa ropa olía a ella.

—Anda, muchacha, siéntate y tómate ese café caliente. Se te habrá congelado hasta el alma.

En un silencio total, ambos tomaron café mientras sonaba de fondo música clásica.

—De verdad, Alirio. Muchas gracias por atenderme en tu casa.

En un gesto protector, él le tocó con cariño la mano.

—Lo que no entiendo es qué hacías allí afuera empapada y muerta de frío. Si no hubiera salido con Pepe a dar su paseo, todavía estarías ahí. ¿Por qué no llamaste?

—No quería molestar.

Alirio con gesto cariñoso la miró y dijo:

—Juliana, tú no molestas. Para mí es una alegría tu compañía.

— Alirio, hoy Val me invitó al evento del hotel Ritz, pero...

—No tienes que contarme nada. Solo necesito que recuperes tu sonrisa y no vuelvas a llorar —dijo tocándole la cara.

Juliana sonrió por primera vez en horas y Alirio se lo agradeció.

—Ahora podemos hacer tres cosas. La primera, llamar a Val y decirle que estás aquí —ella negó con la cabeza—. La segunda, llamar a un taxi para que te lleve de regreso a tu casa, o la tercera, preparar la cama de invitados y que duermas aquí.

Si yo no te tengo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora