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Feliz tras el encuentro con Val a la hora de la comida, Juliana llegó a la comisaría y se extrañó de no ver a su compañera por allí. Marcó su número de móvil, pero lo tenía apagado o fuera de cobertura. La reunión con el jefe comenzaría en menos de cinco minutos y si algo odiaba este era la impuntualidad.

Llamó a su abuela. Ella le dijo que la niña estaba bien y que había visitado al veterinario y le había dicho que podía buscar un hogar para los cachorros de Gaviota.

Pensar en separarse de ellos... a Juliana le encogió el corazón. Ya volverían a hablarlo...

—¿Qué pasa? —preguntó acercándose a sus compañeros.

—Uf... la jefa está molesta —contestó Patricia, la nueva, con gesto de terror.

—No lo sé —susurró Montolla —. Pero para variar, Márquez está que echa chispas.

Juliana miró hacia el despacho de Márquez. Por su gesto supo que, fuera lo que fuera, no pintaba bien. Sus ojos eran crueles y su rictus daba miedo. Le conocía mejor que nadie y sabía que cuando se pasaba la mano por el cabello tantas veces seguidas algo representaba un problemón. Márquez la vió y se pasó una vez más la mano por el pelo. Luego se acercó hasta la puerta de cristal y cerró de golpe la cortina.

En ese momento llegó Mariana con una extraña y radiante sonrisa.

—¿Dónde te habías metido? —preguntó Juliana aún extrañada por lo que Márquez había hecho. Era como si no quisiera que ella pudiera leer sus pensamientos.

Mariana no contestó. Parecía estar en otra galaxia. Juliana se concentró en ella y volvió a preguntarle:

—Oye, ¿te ocurre algo?

Mariana la miró y con un más que significativo suspiro, contestó:

—Hoy he estado a punto de ahogarme con un trozo de hamburguesa, pero una oportuna princesa andante me salvó. Luego me cautivó y al final me besó.

Juliana seguía sin comprender nada.

—¡Mariii, que queeee! Has conocido a alguien?

Su amiga asintió con una tonta sonrisa.

—Mariana Del Monte... cuéntame ahora mismo.

En ese momento Márquez abrió la puerta y rugió como un león.

—¿Qué rayos están esperando para entrar a la reunión?

Todos le miraron y sin decir nada, entraron en su despacho.

Una hora después, la puerta del despacho se abrió. Todos salían con una sonrisa, menos Juliana. Sabía que a Márquez le ocurría algo, y eso la preocupaba. En un principio creyó que se trataba de algo laboral, pero en la reunión solo hablaron del operativo que tenían para el viernes, y cuando Márquez acabó, se marchó. La oficial nueva se fue llorar a los brazos de sor Celia. Estaba aterrorizada. Todo muy fuerte para ella.

—A esta mujer las hormonas la están matando — dijo Dani al ver a su jefa marchar con el ceño fruncido.

—Le regalaremos un dildo para navidad. Creo que le irá fenomenal —contestó López desde su mesa.

—No sean crueles —dijo Juliana— Estoy segura que algo le pasa y no lo está pasando bien.

—Mira, inspectora —indicó Montolla —, me importa un carajo lo que le pase a Carolina Marquez. Lo que realmente me importa es que nos hace la vida imposible desde hace meses, y todos comenzamos a pensar si en todo esto no tendrás nada que ver tú.

—¿Yo? No digas tonterías, por favor —protestó Juliana.

Pero todos la miraron, Montolla , López y Dani, incluso Patricia, la nueva oficial que en mal momento se acercó. Entonces sonó el móvil de Mariana; para contestar, ella se separó del grupo.

Si yo no te tengo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora