Una semana después de la boda, Juliana estaba de los nervios. Val no paraba de enviarle flores a la casa y a la oficina. Ambos lugares parecían el jardín del Edén.
—¡Valdeeeees! —gritó Márquez al ver entrar al repartidor de flores—. Haz el favor de decir a tu doctora que deje de enviar flores a la comisaría. Esto parece el Quiosco de Las Flores.
Varios de los compañeros sonrieron. Juliana no.
—Tiene razón la jefa —dijo Dani divertido—. Con tanta flor por aquí nos vamos a amariconar.
—Sería una sorpresa para tus innumerables conquistas —resopló Patricia sorprendiéndolos.
«Vaya... vaya... la novata está coladita por nuestro Dani» —pensó Mariana divertida.
—Aprovechen el momento y regalen flores a quienes quieran, Dani —suspiró Juliana, molesta por tanta flor—. Tienes para elegir desde las simples margaritas a las rosas roja de la pasión.
En ese momento llegó sor Celia con cara de circunstancias y un nuevo ramo de flores en la mano.
—Celia, te he dicho mil veces que tires las puñeteras flores a la basura —gruñó Juliana.
—Por Dios, Juliana, ¿cómo voy a hacer eso? Son preciosas y cuestan un dineral. Además, las pobres flores no tienen la culpa de nada —y sin hacerle caso, soltó el ramo en su mesa y se marchó.
Mariana, que frente a ella comía Doritos, dijo:
—Si no coges y lees lo que pone en la tarjeta antes de que yo cuente hasta cinco, te juro que voy yo y lo miro.
Con gesto cansado, Juliana arrancó la tarjeta de las flores, abrió el sobrecito y leyó:
"Cada hora, minuto y segundo del día y de la noche, pienso en ti. Te quiero.
Doctora Postrecito".
Con una angustia que no la abandonaba tiró la tarjeta a la basura y mientras llevaba las rosas a recepción, Mariana cogió la tarjeta, la leyó y la volvió a tirar.
—Como se te ocurra abrir tu piquito de oro, me voy a enfadar, señora Butler —bufó Juliana al regresar. Mariana sonrió y calló.
Una hora después, Márquez reunió a todo su equipo. Debían ir a la calle con urgencia. Estaban atracando una sucursal bancaria.
Con rapidez todos corrieron a los coches patrulla. López, Mariana y Juliana se montaron en uno. Pero cuando llegaron a la sucursal, los atracadores huían en una furgoneta oscura. Sin parar, los coches policiales comenzaron a perseguirlos por las calles de la ciudad. De pronto, un coche se les atravesó y se estrellaron contra ellos.
El ruido intenso de las sirenas había desaparecido. Juliana solo oía un murmullo de voces en medio del silencio.
—Juliana... Juliana... ¿Me oyes?
Abrió los ojos, y aunque al principio lo veía todo distorsionado, al final su vista se aclaró y se encontró con la mirada preocupada de su compañera.
—¿Qué pasó?
—¡Oh, Dios! ¡Qué susto! —suspiró Mariana abrazándola.
De pronto, Juliana lo recordó todo. Se habían estrellado contra un coche. Cogiendo a su compañera de la pechera gritó:
—¿Dónde está López?
—Está fuera hablando con la jefa. No te preocupes, está bien.
—¿Tú estás bien? —preguntó preocupada al verla con un brazo en cabestrillo.
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Si yo no te tengo (TERMINADA)
Roman d'amour¿Cómo unas personas tan diferentes se pueden enamorar? Juliana y Valentina , van a comprobar esa teoría de que polos opuestos se atraen. Será por el sentido del humor, por el compromiso, por sus profesiones, hasta llegar a colarse como un insecto y...