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El chalet de Val también estaba en Polanco. Cuando el coche paró ante la cerca, comenzaron a caer pequeñas hojas de los árboles. Val accionó un mando que sacó de la guantera y la puerta se abrió.

Con una sonrisa, Juliana se acomodó en el mullido asiento de cuero del coche, mientras observaba el camino a través de los cristales.

-Val... para el coche, por favor.

Rápidamente ella paró y la miró.

-¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?

-¡Dios mío santo! No me digas que esta es tu casa -dijo bajándose del carro para observarla.

Sin apagar el motor, Valentina bajó del coche y se puso a su lado.

-Sí. Vivo aquí desde hace un año más o menos. Cuando me separé, pasé un tiempo en casa de mi abuelo con la familia, pero luego me compré este terreno y Paula, una amiga arquitecta, me construyó esta casa. ¿Te gusta?

Ante ellas se alzaba una bonita casa colonial de ladrillo oscuro, grandes ventanales y teja negra. La casa que toda persona desearía tener.

-Val... es una pasada.

-Pues espera a verla a la luz del día. Te gustará más -dijo abrazándola.

En ese momento se acercó hasta ellos un perro grande de color marrón casi rojizo el pelaje al que Val rápidamente saludó.

-Hola, Pepe.

El perro, feliz por verle, comenzó a saltar a su alrededor.

-Pero qué cosa más graciosa de perro -rió Juliana tocándole-. Hola, Pepe. ¿De qué raza es?

-Un Golden Retriever, pero es especial es peli rojo-rió Val-. Oye... ¿Qué te parece si aparcamos el coche en el garaje y luego nos metemos en casa? Aquí hace un poco de frío, ¿no crees?

Con una sonrisa, ella asintió. Se despidió del perro y juntas fueron hasta el garaje.

-No me lo puedo creer. Hasta el garaje es bonito -sonrió Juliana mientras salía del coche.

-Creo que eres muy exagerada -sonrió Val mientras sacaba del coche el bolso de Juliana.

-¡Madre del amor hermoso! -gritó asustándole.

-¿Qué pasa?

-¡Madre mía! -silbó Juliana-. ¿Es una Harley Davidson de pata negra?

Val sonrió aliviada, soltó el bolso y fue hasta donde estaba ella.

-Sí. Esa moto fué de mi abuelo, luego de mi padre y como no hay varones ahora es mía -y mirándola dijo-, pero espero que algún día sea del primer hijo varón que tenga.

Al oírla, Juliana sintió un calor extraño que le subía por la garganta. Quería gritar «No me mires así, que yo no voy a tener hijos», pero en vez de eso susurró.

-Y si es una hija quien te la pide, ¿qué pasa?

Con una sonrisa encantadora, Val la abrazó, le dió un cariñoso y dulce beso en los labios y dijo:

-Pues le enseñaré a montarla y se la regalaré. Como hicieron conmigo. ¿Te gustan las motos?

-Uf... bastante, es muy rica la sensación que sientes cuando el aire te da en la cara es maravillosa, y cuando coges una buena curva...

-¿Sabes manejar motos? -preguntó Val divertida. Ella asintió.

-Tuve hace unos ocho años una Honda Rebel 250. Pero una noche la dejé aparcada al lado de mi edificio, y cuando salí por la mañana, me la habían robado.

Si yo no te tengo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora